Epílogo

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Billy rebuscó en la habitación de Jonathan por un buen tiempo.

Su camisa estaba totalmente desabotonada y su húmedo cabello rubio goteaba en ella mientras recorría el lugar a prisa.

Los cajones se cerraron y él no podía estar más frustrado por no hallar rastro alguno de lo que estaba buscando.

El reloj en la pared del pasillo mostró las tres y cuarenta cuando avanzó, acabando con su paciencia por el corto tiempo restante.

—Joder, joder... —regresó a la que fue su habitación entre maldiciones de ese tipo.

Y Max corrió a sus espaldas sin entender las caminatas furibundas de Billy por toda la casa de los Byers.

—Faltan menos de quince minutos —el rubio se agachó bajo el vacío colchón y miró en el oscuro agujero —Steve va a enloquecer si pierden el vuelo.

—Lo sé, mocosa —la voz fue obstruida por las viejas maderas —conozco su jodido dramatismo muy bien —se levantó aún con el ceño fruncido y casi empujó a la pelirroja para acercarse al desocupado armario en la pared.

Max agradeció el haber dado un paso atrás para evitar el brusco impacto, lo observó de lejos cuestionándose la razón de la actitud desesperada.

Porque Billy era un show frustrante en estos instantes, con sus grandes hombros tensos, la mirada fija en los percheros y un suspiro rendido saliendo de su boca después de unos segundos.

Maxine supuso que eso era todo, una simple verificación de que no estaba olvidando algún objeto valioso en Hawkins.
Ahora debian salir directo a su ruidoso auto y arribar en la gran casa de los Harrington con Deep Purple sonando en los parlantes.

Pero Billy estiró su puño solo para golpear la puerta frágil.

Y la ilusión se rompió aún más cuando lo vio moviéndose hacia los estantes polvorientos para seguir con esa extraña búsqueda.

—El señor Harrington dijo ni un minuto más o se iría sin ti...

—¡Mierda, Max! —otro golpe en la superficie —No estás ayudando.

Los ojos azules la fulminaron al salir de la habitación.

Max frunció el ceño más que molesta por el grito.

Solo quedaban doce minutos ahora.

—¿Qué demonios estás buscando? —Billy tomó la chaqueta del perchero y se la colocó raudo a responder —Al menos dímelo para ayudar, estás actuando como un torpe idiota.

—Cierra tu pequeña boca, mocosa, no te interesa —Billy jaló la maleta roja y dejó atrás a una molesta Maxine cuando salió por el porche.

Él abrió el maletero antes de ignorar a tal pelirroja jalando el pesado bolso que su hermanastro olvidó.

—¿Entonces p-porqué... porqué no dejas de actuar como un loco? —sus pequeñas zapatillas se arrastraron por la tierra gracias al esfuerzo.

Billy gruñó observando las extremidades sin músculo alguno.

Ella tenía los labios formando un puchero, estaba resentida y, apesar de ello, continuaba ayudando al idiota que le causaba tal desesperación.

—Son cosas privadas —Max parpadeó confusa por la suave voz y Billy notó aquella maldita mirada —Solo sube al jodido auto ¿Está bien? No es grave —le arrebató el bulto de las manos antes de alejarse.

Cuando se aseguró de que la pelirroja hubiera cerrado la puerta azul, revisó una y otra vez sus pertenencias.

Palpando los bordes para ver si obvió algún bolsillo o rincón escondido.
Arrugando las camisas planchadas que Joyce dobló sobre sus pantalones antes de irse.

Queers (Harringrove)Where stories live. Discover now