□Historia ambientada en el tiempo de los dioses griegos□
Debajo de la tierra, vivía un semidíos; de hombre era su cuerpo y de topo su tez. Rapto a un doncel llamado Stiles, que a su túnel llevó y aunque el chico no era un dios, de él se enamoró.
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El 27 de abril, a pesar de que Stiles volvió a sentirse un poco débil y fue invadido por la palidez nuevamente, de todas maneras seguía con la idea de encontrarse con Klaus, para dar el paseo que habían acordado y poder obtener una respuesta a su interrogante.
Desde que habían vuelto de la mansión Mikaelson ayer, Isaac se había mostrado extraño, pero cada vez que el castaño intentaba preguntarle al respecto, el niño de rizos rubio evitaba el tema con nerviosismo. Así que Stiles, consideró que lo mejor sería dejarle en paz, esperando que el chico le contara cuando quisiera hacerlo.
También se había enterado, de que en su ausencia, Scott había vuelto de su viaje de trabajo. Las doncellas domésticas le contaron, que el pobre hombre tuvo una crisis neurótica al enterarse de la muerte de Allison. Por fortuna, ya se hayaba bien, trabajando como guardia en la mansión, para ayudar a Chris con la protección de la casa y la família.
Stiles se sentía de cierta manera reconfortado. En ese último mes había perdido a su tan amada amiga Allison, que sin duda, con ella una parte de él también murió, y ahora Lydia tampoco estaba, llegó a sentirse muy desdichado. Pero la presencia de su nuevo amigo Isaac, quien no se separaba de él ni un minuto, le alegraba los días.
También le llenaba de felicidad el hecho de que la residencia no estuviese muerta, como lo había estado cuando regresó, después de lo del Minotopo. Ahora podía escucharse a las cuatro doncellas que contrataron para hacer los quehaceres, murmurando chismes y riendo todo el día. También su padre estaba complacido con tener la compañía de su amigo Chris y ahora también la de Scott, a quien siempre guardó mucho cariño.
—¡Stiles! —le llamó su padre, desde su estudio al parecer.
Stiles, intentó verse lo más lleno de vida posible, corrió hasta el lugar con entusiasmo infantil, e ingresó para encontrarse a su padre sentado en la enorme silla, frente al escritorio, Chris y Scott de pie a su lado, en silencio. —¿Qué sucede, padre? —preguntó con un aleteo de pestañas inocente.
