Cuatro o gracias, Bernardo

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Julieta me miró, luego al anillo, y así estuvimos intercambiando miradas por unos segundos hasta que dijo, muy, muy, muy avergonzada. -Se te olvidó tu queso- Mi corazón se detuvo de vergüenza y de inmediato comenzó a latir como queriendo huir. Guarde mi anillo, aunque ya era muy tarde, quería levantarme, pero mis piernas no respondían, la nieve seguía cayendo sobre ambos. Ante mi respuesta inexpresiva ella dejó el queso en mis manos y preguntó de la forma más inocente posible -¿Por qué no compraste nachos?- un poco antes de que hiciera esa pregunta yo no tendría ninguna respuesta, pero cuando terminó de hablar yo dije -Porque yo soy tu queso y tu eres mis nachos. Sin ti, ya no- Sin importar todo lo que estaba pasando, el mundo, por un momento parecía tener sentido. A las espaldas de Julieta, venia corriendo Adolfo con una manta, cubrió a Julieta y se la llevó. Se la llevó entre reclamos y preocupaciones. Bernardo salió de quien sabe dónde y me dijo -No estás bien, ¿verdad?- Si mis piernas no respondían para ponerme de pie, mis labios tampoco lo harían. Bernardo insistió -Ya vámonos, ¿quieres un cafecito?-
-Sí, hazme mi cafecito- respondí hecho un manantial de lágrimas. Con la voz bien quebrada y guardando el anillo, otra vez, otra vez. Mis piernas, cuando menos, se dignaron a moverse. Ya de pie, Bernardo puso su mano en mi hombro, no dijo nada. Tal vez sólo quería hacerme saber que estaba ahí. Nos fuimos, intenté no voltear hacia Julieta, pero cuando lo hice ya no se distinguían sus siluetas entre la nieve. Adolfo es un hombre afortunado. Caminé con todas esas lágrimas en mis mejillas, es mejor, mejor que dejarlas adentro, aunque dolía. Dolía, no por ella, sino porque casi de inmediato se congelaban y rasgaban mi piel. Sí, también dolían por ella. -Tomaste los pañuelos, ¿verdad?- dijo Bernardo. Yo no respondí, los saqué y comencé a limpiarme. Antes de llegar a casa, le pedí pasar al camper de Julieta, tenía que hacer algo. Él asentó con la cabeza y cuando llegamos, se quedó esperando afuera, odiaba ese sitio porque era muy estrecho y aún cuando Bernardo es muy delgado, también es alto. Supongo que era eso, bueno, eso quiero creer. Entré, ella tenía hojas de color, muchas. Amaba hacer papiroflexia. Todos los tonos pastel que puedas imaginar los tenía a un costado del escritorio. 237 tonos, sí, los conté, ese día no. Antes, yo cuento todo, es una obsesión insana, sabía también los 52 días 23 horas y 14 minutos que llevaba sin un besito suyo. Sé también que juntos recorrimos 10, 035 pasos la última vez que salimos. Y que, exactamente en 72 horas y 4 minutos era nuestro aniversario. Parece mentira, pero no. Es una manía que no puedo dejar, que me impide olvidar. No sólo con ella. Sí, también sé cuantos días tiene que conozco a Bernardo, o la cantidad exacta de libros que tiene. Así mismo sé las horas que Laura ha pasado conmigo. Cuantos días lleva abierta la tienda de Doña Josefa, o que llevo 9830 días y 21 horas en este puto mundo, todos esos conteos "inútiles" me acompañan cada mañana. El cumpleaños de Julieta será en 84 días. Ella nunca recordaba el mío, un aproximado, claro. Envidio mucho esa capacidad suya de olvidar tan fácilmente. -¿Cómo lo haces?- Me preguntaba con sus ojos de conejito curioso. -No lo sé, un día empecé y ya no me detuve- Pasaron sólo unos minutos, me senté donde Adolfo, frente a la computadora. Tomé una hoja, azul, azul pastel. Nuestro color favorito, sé que tiene un nombre específico porque no es índigo, pero tampoco cielo. Ella lo sabría, este son el tipo de cosas que yo olvido,y que ella sabe perfectamente. Hice un sobre, un sobre sencillo, lo único que aprendí a hacer sin ella. Lo vi en un tutorial dos días después de conocerla, porque quería entregarle una carta. ¿Aún la tendrá? No sé, mejor no saberlo. Dentro del sobre puse el anillo, le di un besito y lo cerré, el contador paso de 52:23:14 a 00:00:00. Deje todo eso sobre el escritorio, no era mucho. El anillo y todos mis besitos envueltos entre papel azul turqui, no. Ese no era el tono. Ni de chiste. Aun cuando la recordaba entre versos y besos. Sin ti ya no. Tú ganas Julieta, mientras que esto ya no es nuestro sino tuyo y mío. Salí del camper y tiré mi juego de llaves adentro antes de cerrar, esperando no volverlas a ocupar. -Bien hecho- dijo Bernardo, con su solemne voz. El camino a casa después de eso fue, más bien silencioso. Hasta que, antes de abrir la puerta de nuestro viejo departamento, Bernardo, dijo retador -¿Cuánto tiempo llevas sin ella?- esa pregunta tenía múltiples respuestas, 28 minutos desde que dejé su camper. 42 minutos desde el incidente del queso. 62 días y 7 minutos desde que terminamos. O 146 días 12 horas y 1 minuto desde que comencé a sentirla ausente. -No lo sé- le dije encogiendo los hombros, el sonrió. Sabía perfectamente que era una mentira, pero no insistió. -Eres un buen amigo, Bernardo.- -No iba a dejar que chillaras solo.- -Gracias- Abrió la puerta y pudimos ver todo el departamento lleno de nieve, como una mala broma del destino. Ah, pero eso sí, mi tabla seguía bien fija. A diferencia del techo y dos paredes laterales. -Supongo que el cafecito tendrá que esperar- dijo a punto de carcajearse como nunca lo había visto. -Vamos con Miranda, es la única que recibiría a dos vagos- creo que si me alcanzó a escuchar. Porque cerró la puerta y "No, nos vayan a robar" dijo entre risas. Aquí logró contagiarme con su buen humor, nunca antes visto. De camino con Miranda, ibamos haciendo bromas, sobre qué le diríamos. El monstruo blanco en un sentido ampliamente no sexual, nos atacó. Miranda, es una mujer con una casa muy lujosa, antes salía con Bernardo pero no me han explicado aun qué pasó entre ellos, eran una linda pareja. Hay cosas que es mejor no saber. Llegamos y nos recibió tan cálida como siempre, sus grandes paredes y el sistema de calefacción integro me hicieron sentir mejor. Miranda no toma café. Le contamos todo con una taza de chocolate caliente. Ella preguntó -¿Y el queso congelado?- La Luna se veía perfecta en sus ventanales, me quedé hipnotizado. Bernardo repitió la pregunta de Miranda. Y yo, sin dejar de ver la Luna, contesté: -No lo sé, pero mis nachos se quedaron en aquella mesa de regalos.-

Fin cuarta y última parte.

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⏰ Última atualização: Mar 29, 2021 ⏰

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La noche que perdí mis nachos Onde histórias criam vida. Descubra agora