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—Hola. —saludo a Hyunjin.
Este se gira con brusquedad del sillón y se levanta rápidamente al verme.

—¡Minho! N-No sabía que ibas a venir. —acomoda las latas de alcohol y se acomoda un poco el cabello mientras camina hacia mí
— Hay un...

—Hay un timbre, sí, ya lo sé. —digo riendo levemente.

—Creí que no querías verme.

—Y no quiero. —aseguro con descaro—. Bueno... Estoy molesto contigo... Conmigo por ser tan idiota con Iseul y todo eso, pero.
—me rasco la nuca—. Eres de mis pocos amigos. Al menos de los pocos que quiero.

—Es obvio. —dice posando como diva y poniendo los ojos en blanco.

—Creo que tu ego está ocupando mucho espacio, aún puedo irme. —hablo, señalando la puerta con las cejas alzadas.

Él quita su ridícula pose y corre a abrazarme fuertemente, aunque yo no le correspondo, río.

—Sí, lo siento. Pero no podía permitir que Iseul destrozara esa guitarra, la amo. —habla cuando se separa, aún dejando sus manos en mis hombros.

—Sí, al parecer más que a mí.

— Minho...

—Sí, mejor no hablemos más de eso, o específicamente, de ella, no quiero hablar de eso contigo. —le doy unas palmaditas en el hombro para luego caminar a la cocina.

—Está bien, con que no estemos peleando. —me dice caminando detrás mío.

—¿Hay de comer?.

—Estaba por comer, calentaré algo. —comenta mientras abre el refrigerador—. ¡Dios, Min!.

—¿Qué?. —pregunto tomando un durazno para darle un mordisco.

—Parecemos una pareja de novios peleados, no somos normales.

Me encojo de hombros intentando ignorar su comentario.

—Sólo te aviso que yo sería el activo. —dice y termino lanzándole la fruta en la nuca.

—Cierra la boca, eres asqueroso. —le digo mientras tomo otro durazno.

—Ay... —se acaricia la nuca donde le pegué—. Creí que lo habías superado.

—No es algo de superación, idiota.

—Ya para de insultarme, ¿no?.

—¿Cuán ofendido crees que me sentí al que supusieras que fuera homosexual?.

—Pues no mucho, ni siquiera es un insulto. —al final saca una caja de pizza y nos sirve una rebanada en unos platos.

—Lo es para mí, lo sabes... ¿A ti no te molestaría que los demás pensaran que eres un asqueroso de mierda?

—Supongo...

—Entonces basta de decir cosas así.

—Por supuesto que no me gustaría que pensaran eso de mí, pero el ser gay no es ser eso. Por lo que la gente no tendría que opinar así de mí... Si lo fuera, por supuesto. —toma su rebana de pizza y le da una gran mordida.

—¿Habrá algún día en el que no peleé con alguien por esos idiotas? Los homosexuales, me refiero.

—No sé. —de encoge de hombros— ¿Habrá un día en el que dejes de insultarlos?

Ríe y yo le lanzó el hueso del durazno.

—Ay, ya, nenita. Vamos a mi estudio, aprendí una nueva canción en la batería.

gymDonde viven las historias. Descúbrelo ahora