Capítulo 1. Abrir los ojos.

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"La vida es hermosa, siempre que podamos disfrutarla, para ello solo necesitamos abrir los ojos"

Por todo mi cuerpo percibo punzadas de dolor, como un sinfín de agujas diminutas clavándose en mí en distintos momentos, pero el dolor más fuerte se concentraba en mi cabeza, incluso me pareciera estar cerca del rebote y sonido similar al provocado por un martillar. Mis ojos parecieran estar pegados y al intentar mover mi cabeza el dolor y la molestia empeora.

Mis plumones se comprimen, complicándome respirar normal, trato de enderezarme, pero la sensación de agujas se convierte en un hormigueo que me lo impide. La desesperación de no poder hacer nada me invade, hasta que, pasados unos segundos, mi cuerpo se relaja y el hormigueo parece desaparecer.

Lentamente mis ojos se van abriendo y mi borrosa visión va mejorando conforme pasa el tiempo. Logro enderezarme, pero de inmediato siento un peso invisible sobre mis hombros, como si dormir no me hubiera servido para descasar.

Con la mirada recorro la habitación en la que me encuentro, todo parece normal, todo en perfecto orden, como a mí me gusta, pero algo no está bien, es como si todo lo que me rodeara tuviera brillo propio, como si al abrir mis ojos hubiera descubierto algún misterio o secreto de la vida que me permitiera ver la esencia real de las cosas.

Pero volviendo a la realidad todo me parece muy extraño, yo misma me siento extraña, ignorando el abúndate dolor de mi cuerpo. Hay diversidad de objetos y decoraciones que no recordaba tener. Como de costumbre busque mi celular en la mesita de noche a un lado de mi cama, donde recordaba haberlo dejado, pero no estaba, busque bajo la almohada y entre las cobijas, incluso me asome al piso, pero el resultado fue el mismo, no estaba.

Consigo ponerme en pie, pero mis piernas carecen de fuerza, doblegándose. Un reloj de pared, de colores opacos que desentona con todo el color del resto de la habitación me indica que son las 7:35 y la escasa luminosidad que se cuela por las ventanas y cortinas lo confirma.

Con paso lento y molestia en cada una de mis extremidades por cada movimiento llego a la puerta de mi habitación y cruzo por ella, encontrándome con la habitación de mis padres cerrada, significando que aún no salen de ella, lo que es desconcertante. El resto de las habitaciones permanecen abiertas, en la casa hay varios cuartos, aparte de el de mis padres y el mío, contamos con unos destinados para cuando vienen visitas, es decir, el resto de mi familia: mis abuelos y mis tíos con mis primos.

Bajo las escaleras y recorro el interior de mi casa con cansancio y cautela, para llegar a la cocina y obtener un vaso de agua que refresque mi garganta. En el camino, al igual que en mi habitación todo parece brillar, a pesar de que los rayos del sol aún son casi nulos.

Deteniéndome en prácticamente cada escalón, logro subir las escaleras, pero el cansancio abraza mi cuerpo, como si el caminar por casa fuera uno de los mayores esfuerzos de la humanidad. Al entrar en contacto con la calidez y suavidad de mi cama apenas me da tiempo darme cuenta que caigo en un sueño, otra vez.

*****

Mis ojos se abren por segunda vez, en esta ocasión sin tanta dificultad, pero el hormigueo en mi cuerpo es persistente y aunque el dolor de cabeza ha disminuido, pero sigue siendo molesto. Después de levantarme, mis pasos me llevan nuevamente a la puerta, pero esta vez mi mirada se pierde en el reflejo que devuelve el espejo.

En ocasiones el reflejo que me da no es muy reconfortante, pero en esta ocasión, es peor que todas las otras veces. No puedo evitar sorprenderme y confundirme, mi cabello negro esta enmarañado, a pesar de no estar tan largo; mis ojos están rodeados por un tono morado; mi rostro se ve pálido y mi piel y labios resecos; me veo enferma y esa imagen no me gusta para nada, porque me hace sentirme realmente así.

El secreto de una miradaWhere stories live. Discover now