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John estaba un poco confundido. No entendía por qué esas miradas y la pregunta de Paul.

—Bueno,— comenzó a hablar.— no, nada. Es sólo que ambos cinturones se ven exactamente iguales para mi.— la chica que tenía los cinturones tenía una cara torcida. Era una mezcla de horror, espanto y confusión. John volvió a hablar. —Disculpa, todavía estoy aprendiendo sobre... estas... cosas...— dijo con un tono ligeramente despectivo.

—Estas... "cosas"...— dijo Paul haciendo las comillas. Ringo lo miró con una expresión indescriptible. —Oh, okay.— continuaba Paul. —Okay, ya veo que tú crees que no tienes nada que ver con esto. Tú, te diriges a tu armario y sacas, no sé, ese suéter arrugado azul, por instancia, porque intentas decirle al mundo que te tomas demasiado en serio como para preocuparte sobre cómo te vistes.  Pero lo que no sabes, es que ese suéter no es azul, ni turquesa, pero cerúleo.— Paul tomó uno de los cinturones y lo pasó alrededor del vestido. —Y eres completamente inconsciente del hecho que en el 2002 Oscar de la Renta hizo una colección de vestidos cerúleos, y después fue YSL, creo, quien hizo una colección con chaquetas militares cerúleas.— Paul se dirigió a Ringo ahora. —Creo que necesitamos una chaqueta aquí.— le dijo refiriéndose al vestido. Ringo asintió y se fue en busca de una. Paul continuaba con su monólogo. —Y de pronto el cerúleo se mostró en ocho colecciones distintas, y luego llegó a los almacenes... y después de un tiempo terminó en una canasta de liquidación, que es de donde tú probablemente lo sacaste. Sin embargo, ese azul representa miles de dólares e incontables trabajos. Y es algo cómico que tú piensas que haz hecho una elección que te excluye del mundo de la moda, cuando en realidad estás usando un suéter que fue escogido para ti, por la gente de esta misma oficina. De un canasto de "cosas."

~Esa misma noche~

Cynthia preparaba un sándwich de queso al sartén mientras John se quejaba.

—Y luego le dije que no, que no podía ver la diferencia entre los dos cinturones que eran exactamente iguales— decía indignado. —Y, oh Cynthia, ¡debiste ver la cara que puso el idiota! ¡Te juro que pensé que la luz iba a derretir su cara!— John hacía gestos raros con las manos. Cynthia sólo aguantaba la risa.

—No es divertido.— le dijo John viendo que su novia tenía intenciones de reírse. —Ese idiota no está feliz a menos que todos en esa oficina sean miserables, tengan náuseas y pensamientos suicidas. Todos deben cumplir sus estúpidas órdenes al pie de la letra. ¡Y ni hablar de las ruidosas!

—¿Las ruidosas, amor?

—Sí, las modelos esas que no dejan de hacer "click clack click clack" con sus tacones. ¡Lo adoran! ¡Lo veneran como si fuera un dios!— dijo John casi gritando. —Argh, todos ahí actúan como si estuvieran curando el cáncer, pero no. Al demonio con eso. ¡La cantidad de energía y tiempo que esta gente pone en detalles insignificantes! ¿Y para qué? ¡Para que mañana se puedan gastar otras 300.000 libras en una sesión de fotos que probablemente estaba bien para empezar! Y así es como le venden a la gente cosas que NO necesitan. ¡Dios!— John le quitó el sándwich  a Cynthia y le dio un mordisco. —¿Sabes? Sólo tengo que sobrevivir por un año. Un año nada más. Y luego podré hacer lo que yo quiera. Pero no debo dejar que ese idiota de Paul me gane. Ya le mostraré de lo que John Winston Lennon es capaz.

—Oye, tranquilo viejo.— le dijo Cynthia riendo.


A la mañana siguiente, Paul entró a la oficina.

—Buenos días, Paul.— saludó John con una sonrisa.

—Ajá.— Paul botó su abrigo y su bolso sobre el escritorio. La sonrisa desapareció de la cara de John inmediatamente.

En las siguientes semanas, John estaba decidido a no recibir más humillaciones y a estar siempre positivo. Pero, con cada orden que le daba Paul, seguido de botar su bolso y un abrigo distinto cada día sobre el escritorio, esa tarea se ponía cada vez más difícil.

"¿Y mi desayuno? ¿Dónde está mi desayuno?" John salió corriendo de la oficina a recoger el desayuno.

 "Recoge las fotos de la última sesión." John fue a recoger las fotos, pero cuando estaba de vuelta había una trancadera terrible, así que se demoró más de tres horas.

 "Revisa los nuevos frenos de mi auto." Era un McLaren T65LT de color blanco. Y John debía revisar sus frenos en las ajetreadas calles de Londres. Un idiota que manejaba el vehículo de adelante casi hace que se choque por frenar repentinamente. A John casi le dio un infarto, ya que McCartney probablemente lo mataría si le pasaba algo al auto. 

"¿Dónde está ese papelito que tenía ayer en la mano?" John revisó todos los papeles que encontró en la oficina y hasta incluso tuvo que revisar la basura para ver si no se encontraba ahí.

"Las niñas necesitan unas tablas de surf o lo que sea para las vacaciones. Consíguelas." John compró las tablas, pero cuando estaba de vuelta se chocó con un señor y éste armó todo un escándalo en media calle.

"Recoge mis zapatos de Versace y luego ve por Martha que tiene su cita hoy."  —¿Quién es Martha?— le preguntó John en un susurro a George. John se encontraba luego de un rato con seis enormes bolsas en un banquillo en una sala de espera intentando hacer que Martha se tranquilice, ya que estaban en el veterinario.

"Llama a esa tienda donde vi esa mesita verde. Quiero comprarla. Haz un hoyo, excávalo, rellénalo, vuelve a excavarlo, y así hasta que te canses. Quiero que reserves en ese restaurante del otro día donde fuimos mi esposa y yo a cenar. Dile a mi ex esposa que no se olvide que hoy le toca cuidar a las niñas. Cómprame una nueva computadora, ésta ya no me gusta. Contrata a otra cocinera, no me gusta cómo ésta prepara mi puré de papas."

Y así el abrigo de Paul y su bolso caían en el escritorio de John, y con ellos órdenes que podían ser de lo más ridículo.

—¿Ya tienes a Demarchelier?— gritaba Paul desde su oficina.

—En seguida.— John marcó el número que ya se había aprendido. —A Paul McCartney le gustaría- ¡Tengo a Patrick!— colgó mientras Paul contestaba desde su lugar.

—Qué suerte que ya es fin de semana, ¿no? Gracias a Dios Paul estará de viaje en Estados Unidos.— le habló a George como si fueran los mejores amigos. —Yo voy a llevar a mi novia a cenar a un restaurante bonito y luego iremos a ver una película al cine. ¿Harás algo divertido?— preguntó animado.

—Sí.— George le dijo cortante, como de costumbre. Y luego salió de la oficina.


John ya se encontraba cenando con Cynthia en un bonito restaurante en la ciudad. Hacían lo típico de las parejas: se miraban a los ojos, se tomaban de la mano, se daban piquitos. Estaban los dos felices tomando un vino mientras comían una deliciosa pasta boloñesa y Cynthia comentaba sobre su trabajo y sus planes.

—Así que en unas semanas voy a tener mi exposición.— decía Cynthia feliz.

—¡Qué bueno, me alegro por ti, Cyn!— John la abrazó.

—Gracias— Cynthia correspondió al abrazo. —Pero suficiente sobre mí.— le dijo seguido de una risita.— Ahora cuenta tú, John. ¿Cómo te va en el trabajo?

—Es un infierno. Y mi jefe no hace nada más que darme órdenes pero de las más estúpidas. Aunque, hey, ya pasó un mes y sigo vivo.— Ambos rieron.

Terminaron de cenar, pagaron y se levantaron para ir al cine. Estaba caminando cuando de repente el celular de John empezó a sonar.

—Ay, no...







The Devil Wears Prada [McLennnon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora