XIII

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Eran las seis de la mañana. John comenzaba a abrir sus ojos. Estaba algo desconcertado, ya que no lograba reconocer dónde se encontraba. Porque sí, John creía que él sólo había ido a dejar El Libro en casa de Paul anoche y que luego de la pelea volvió a su departamento a dormir como todas las noches. Estiró su brazo para hablarle a la persona con quien normalmente compartía su cama.

—Hmm... Cyn, anoche me soñé raro...— decía. —¿Puedes creer que me soñé que me acostaba con mi jefe después de entregarle El Libro? Algo que comí o tomé debió hacerme daño porque era bastante tarde ya, aunque no recuerdo haber consumido nada fuera de lo usual.— se estiró un poco más pero no sentía el cuerpo de su novia a su lado.

—Pues, no sé quién es "Cyn", pero en efecto, te acostaste conmigo.— le respondió Paul mientras se miraba al espejo para acomodar su corbata. —Dejé un cambio de ropa en el baño. Espero que no te moleste usar algo mío. Puedes escoger entre los dos atuendos que dejé; después de todo tienes buen gusto. ¡Ah! Por favor apúrate para llegar a tiempo. Te doy dos minutos más de tolerancia, ya que el auto que viene a recogerte estará en diez minutos.— se acercó a John para darle un beso. —No tardes y no comentes lo de anoche a nadie, por favor.— Paul se fue.

John no podía creerlo. No había sido un sueño. Fue a entregar El Libro, hubo una pelea o algo así, y después se acostó con su jefe. Pero no terminaba ahí. Al parecer no había regresado a casa a dormir como siempre lo hacía. No recordaba todo con mucha claridad debido a que todavía estaba medio dormido. John se giró a ver el reloj.

—¡Demonios, ya es tarde!— se levantó tan rápido como pudo y se fue al baño para arreglarse. El auto ya lo estaba esperando afuera, así que John se apresuró a salir.

Cuando ya estaba en el auto su celular sonó. John contestó temeroso. No quería hablar con Cynthia en ese momento. Pero para su suerte...

—¿Ya vas a llegar?— era Paul.

—Ya estoy en camino.— dijo John con alivio en su voz. Al menos no tendría que lidiar con su novia por unas horas.

Llegaron a la oficina en unos minutos. John salió directamente del auto y corrió hasta el ascensor. De casualidad George venía detrás de él y también corrió para poder tomar el ascensor junto con John.

—¿Qué tal te fue con El Libro?— le preguntó ni bien estaban en el ascensor.

—Eh... tuve algunos problemas pero al final todo salió bien.— dijo John bajando su cabeza para evitar la mirada de Harrison.

—¿Cómo que tuviste algunos problemas? Si te expliqué justamente lo que debías hacer y lo que no. ¿Qué sucedió?— George tenía un ligero tono de molestia y preocupación en su voz.

—Ah... bueno, iba a colgar los abrigos pero resulta que había más de una puerta al frente de la escalera... y bueno, me estaba desesperando, pero luego las niñas me dijeron que era la primera puerta.— explicaba John mientras salían del ascensor para entrar a la oficina.

—¡¿Hablaste con las niñas?! ¿Cómo se te ocurre? ¡Dios, lo más importante era ser INVISIBLE, John! Ay, no.— George estaba muy molesto ahora y de sólo pensar en lo que su jefe diría de esta situación George se puso nervioso.

—Y bueno, luego me dijeron que les de El Libro a ellas, porque dijeron que tú lo haces todo el tiempo.

—¡Esas son puras mentiras! ¡Nunca les creas a esas niñas! 

—Así que subí pero luego Paul se estaba peleando con su mujer y...

— ¡¿SUBISTE?! Genial, lo que faltaba. ¿Y luego qué? ¿¡Te acurrucaste en su cama y le pediste que te cuente un cuento!?— George dijo sarcástico pero molesto y con preocupación.

—No exactamente...— habló John para sí mismo.

—¿Qué dijiste?— George no lo había escuchado, por suerte.

—Nada. Pero al final dejé El Libro en las escaleras y me fui...

—John, no se te ocurra hacer una tontería de esa clase nunca más. NUNCA MÁS. ¿Oíste? Porque si Paul te despide eso significa que tendré que tomar tu lugar y no podré ir a París. ¡París lo es tod-!

—Ahí están. ¿Si saben que llegan ambos retrasados, y encima se quedan a charlar? Vamos. ¡A trabajar!— Paul los interrumpió.

Ambos regresaron a sus respectivos escritorios. Luego de un rato Paul llamó a John a su oficina.

—¿Qué necesitas, Paul?— preguntó John amable.

—Las niñas quieren el último libro de Harry Potter. Consíguelo.

—Está bien. El séptimo libro de Harry Potter entonces.— dijo John mientras lo anotaba.

—¿Acaso sigues atontado por lo de anoche, cariño?— le preguntó Paul. John miró incrédulo. —Las niñas ya han leído ese tomo. Quieren saber qué pasa después.

—¿Quieres el manuscrito no publicado del siguiente tomo de Harry Potter? Ni siquiera lo han anunciado.

—Uhum. Y lo quiero a más tardar a las tres en punto de la tarde. Las niñas irán a la casa de la madre de Linda y quieren tener el libro para poder leerlo en el tren.

—Pero...

—No importa de dónde lo consigas. Sólo consíguelo. Y saca dos copias. A las niñas no les gusta compartir. Ah, y quiero mi desayuno del Ritz. Por cierto, John, si no tienes ese manuscrito, tal vez es mejor que no te molestes en volver. Eso es todo.

John salió de la oficina y tomó su bolso y su abrigo para salir.

—Okay, tengo que comprar el desayuno de Paul en el Ritz... eso va a tomar como unos 20 minutos... y luego necesito encontrar ese bendito manuscrito porque sino es capaz de despedirme y yo no quiero perder este trabajo. ¡No ahora!— John estaba a punto de tener un colapso nervioso.

—Normalmente no le digo esto a nadie que no sea yo mismo, pero... ¡tienes que calmarte!— le dijo George.

—Deséame suerte.— John salió de la oficina.

—Ni en tus sueños.

Y así John se fue de ida al Ritz mientras hacía un montón de llamadas a todas las editoriales y librerías preguntando por el bendito manuscrito, hasta el momento sin tener suerte alguna.




The Devil Wears Prada [McLennnon]Where stories live. Discover now