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Seulgi cerró con llave la puerta lateral del garaje y subió pisando fuerte las escaleras que daban acceso a su casa gris de estilo Craftsman en Beacon Hill.

Introdujo la llave en la cerradura de la
gruesa puerta de madera, la empujó con
la bota y dejó que se cerrara demasiado
bruscamente al entrar.

Se quitó la chaqueta de piel, la colgó en el perchero, que cayó por el peso y tuvo que recoger con una palabrota en voz baja.

¿Por qué mierda estaba tan inquieta?

Ni que existiera la posibilidad de perder el trato con Bae Joohyun.

Veía las tendencias de sumisión en una
mujer de lejos y ella había estado sentada a su lado. Lo suficientemente cerca para captar el olor a vainilla que despedía su salvaje melena oscura, mezclado con algo más. Algo que olía a picante y a sexo puro.

Arrastró los pies por el parqué haciendo
ruido hasta que llegó a la alfombra persa, donde los pasos quedaron amortiguados por un momento y luego volvieron a resonar sobre la madera al otro extremo de la habitación.

Agarró una copa de una cómoda antigua y se echó dos dedos de whisky.

Joohyun sería todo un reto; de eso se dió
cuenta al instante pero le gustaban los
desafíos; no era eso lo que le tenía tan
nerviosa. No, era el hecho de que tenía
que poseerla, debía tenerla de tal modo que le quemara la piel de solo tocar algo
más que no fuera su mano.

De eso no había duda.

Tenía que poner las manos en su piel
desnuda. Tenía que atarla, sentir cómo
se relajaban sus músculos mientras se
entregaba a ella... Tenía que... Eso no le
gustaba nada. No le gustaba notarse tan
absorbida por el deseo que sentía por ella.

¿Cuándo fue la última vez que le sucedió
algo parecido? ¿Le había pasado alguna
vez?

Ella no era de la clase de mujeres que
necesitan a nadie o nada.

Su padre le había enseñado bien, la
independencia era la clave.

El conocimiento y las experiencias eran
cosas importantes. Y eran también el
motivo por el cual se había pasado gran
parte de su vida buscando las respuestas
leyendo y viajando por el mundo. No
obstante, aún no había encontrado nada
concluyente pero tampoco necesitaba
pensar en su padre ahora.

Ese era un dolor que no se iba nunca.

Después de todos estos años, había remitido un poco, pero seguía presente como una herida que no cicatrizaba.

Dió buena cuenta del whisky y se deleitó
con la quemazón del alcohol mientras le
bajaba por la garganta pero nada parecía
aliviarla.

Volvió a llenarse la copa y se acercó a la
ventana panorámica que daba a la ciudad, que se expandía ante sus ojos.

Miami estaba hermoso, como siempre,
aunque había claros en el cielo vespertino у alcanzaba a ver la silueta lejana del estrecho de Puget.

Le dió un sorbo al whisky, pensando en las vistas, pensando en Joohyun, mierda.

Había algo en la manera en que se contenía y se controlaba con tanto afán.

Sabía lo que pasaba cuando una mujer
como ella se soltaba o la obligaban a
soltarse.

Bueno, ella nunca forzaría a otra mujer.

Vivía por un credo sano, cuerdo y
consensuado, como la mayoría de las
personas que se movían por su círculo de clubes y grupos de BDSM.

Sᴜᴍɪꜱɪóɴ - seulreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora