マスクの下 Under the mask; epílogo «debajo de la máscara»
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La danza de esas dos almas volvían a entrelazarse con cariño, avanzando con lentitud en esa línea gruesa que se formó por el enorme sentimiento que tenían y se sonreían entre sí acariciando sus rostro y entrelazando sus manos; se afirmaban al cuerpo del otro, acariciando con lentitud las pieles tersas de sus cuerpos y logrando que su baile se vuelva eterno y con ataraxia para toda la eternidad. Los ojos grises de ella dieron con un techo blanco y un poco con suciedad, se quedó unos segundos viendo ese mar blanco con pensamientos revoleteando por su cabeza que no tenía muchos ánimos para aguantar más interrogantes. Suspiró girando su rostro hacia el otro lado, dándose cuenta que estaba en una cama vestida con su típico traje y con vendajes decorando sus manos que ya no eran cubiertos por los guantes.
—¿Dónde mierda estoy? —cuestionó con voz rasposa tratando de sentarse pero una persona entrando a la habitación detuvo su acción. Yuuka estaba tieso en el marco de la puerta mientras en su mano tenía una taza que soltaba humo por lo caliente que era el líquido, se acercó con rapidez hacia ella dejando la taza sobre una mesa y abrazar con fuera el torso de la mayor que hizo una pequeña mueca al ya no tener aire en sus pulmones—. Yuuka, no respiro.
—No vuelvas a hacer algo como eso, ¿entendiste? —la tomó de las mejillas apretándolas con suavidad y dejando que los labios de ella formen un puchero inconscientemente.
—Suéltame —pidió con su ceño fruncido para luego sobar sus cachetes teñidos de un color rosado pálido, lo escuchó carraspear y suspiró asintiendo—. Entendí, gracias por tu preocupación.
—Estuviste tres días sin despertar y ni siquiera respirabas, solo sabíamos que estabas vivas por el lento latido de tu corazón —informó el menor sentándose en una silla que estaba al lado de la cama, agarrando con rapidez la mano derecha de la mujer para cerciorarse que ella estaba viva al lado de él.
Kamiko parpadeó con pesadez mostrando un semblante cansado que rápidamente cambió a uno tranquilo cuando observó el cielo despejarse y que unos débiles rayos del Sol entrasen al cuarto. Sonrió con levedad apretando la mano de Yuuka sentándose con lentitud para observarlo con detenimiento, sabía que la estaba mirando con su mirada cristalizada y que seguramente esté apretando sus labios para no mostrarse débil ante la situación pero él era un adolescente que no podía con todo. Abrió sus brazos, diciéndole silenciosamente que la abrace si estaba mal y rápidamente sintió los brazos de él rodear su cintura para ocultar su rostro en el cuello de la fémina. Acarició la espalda del joven pelinegro sin sentir algún temblor en el cuerpo de éste que le dé a entender que estaba llorando y sonrió dejando un pequeño beso en el cuello del enmascarado que se tensó ante su gesto.
