U N O

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Ángel

El viento movía ligeramente sus largos cabellos castaños, extendiéndolos detrás de ella como si fuera una larga cortina de fuego, luciendo tan hermosa frente a mis ojos, tan etérea, su delicado rostro a escasos centímetros del mío me permitía observar cada una de sus finas facciones, sus largas pestañas que adornaban aquellos orbes dorados como la miel, aquella pequeña nariz respingada y también esa hermosa sonrisa que hacía que mi corazón latiera como loco.

Ella era tan hermosa, incluso más de lo que recordaba.

Tenerla por fin entre mis brazos mientras flotábamos en el aire gracias a los elementos aéreos se me hacía algo irreal, jamás pensé volverla a tener así, tan cerca.

Pero ahí estaba, de mi boca empezaron a salir tontas excusas intentando de alguna forma explicarle que la única mujer para mi era ella, quería hacerle saber que a la única que he amado desde siempre había sido ella. Pero mis palabras no eran lo mismo que mis pensamientos y terminé por balbucear tonterías.

No podía creer que con solo tener a Asuna cerca, me empezara a comportar de nuevo como un chiquillo inexperto.

Sin embargo, ella solo me miró con sus profundos ojos y de alguna forma mis palabras la hicieron feliz

Su pequeña mano enfundada en un guante blanco se posó con delicadeza en mi mejilla, permitiéndome sentir su calor. Sus ojos me miraban con un misterioso brillo y a juzgar por su expresión estaba debatiéndose internamente en si debía hablar o no.

—Eres... maravilloso Kirito-kun.... no has... cambiado para nada.... mi Kirito-kun.

Sus palabras y su dulce voz susurrando aquella ultima oración penetraron profundamente en mi pecho, permitiéndome sentir de nuevo ese infinito deseo y anhelo por la deslumbrante mujer que tenía entre mis brazos.

Mi Kirito-kun

Si, era suyo

Siempre lo había sido

Sin embargo, en vez de expresarle esas palabras, de mi boca salió algo diferente.

—Yo soy... yo. No hay forma de que haya cambiado.

La dulzura con la que me hablaba y el suave tacto de sus dedos sobre mi mejilla me tenían completamente embelesado, como a un marinero hechizado por el canto de una sirena, impidiéndole a mi cerebro pensar correctamente y solo decir cosas que no tenían mucho sentido a mis oídos.

Pero a ella no pareció importarle, a decir verdad, nunca le importó mi falta de comunicación a lo largo de los años que llevábamos de conocernos, era como si de alguna forma, ella ya supiera lo que guardaba mi corazón.

Esa era nuestra conexión, algo tan profundo e intenso que nadie más que nosotros podría lograr entender.

—Eres como un Dios —susurró de forma sutil, delineando mi mentón con su dedo pulgar logrando que un pequeño escalofrío me recorriera entero—. Congelaste un ejército en un instante y sanaste por completo a doscientas personas a la vez —incluso yo me sorprendí de aquella descripción que en su momento, no había tomado en cuenta—. Y puedes... volar.

En ese instante simplemente sonreí con ironía.

—Estoy un poco familiarizado con el funcionamiento de este mundo —le dije con el propósito de explicarle que todo se debía a un sistema por computadora, sin embargo hasta en ese momento dudaba de si en verdad era así—. En cuanto a volar, con un poco de práctica podrás hacerlo tú también, Asuna.

Ella se quedó callada unos segundos, mirándome de esa forma tan intensa que me hacía querer devorar su boca en ese mismo momento.

Me sonrió y bajó la mirada a su regazo.

A new beginningWhere stories live. Discover now