Capítulo 15

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Gabriella entró a la habitación en la que se encontraba Cate recostada. A su lado se encontraba tía Gina, que en cuanto la vio se puso de pie. En aquellos momentos lo que existiera entre ellas dejaba de ser lo más importante, ya que la prioridad era Catarina.

—¡Mamá! —exclamó Cate sorprendida—. No sabía que vendrías… Te dije que no tenías que hacerlo.

La aludida se abrazó a ella y le dio par de besos en sus mejillas.

—¿Cómo creíste que no iba a venir? ¡Tenía que hacerlo, corazón! ¿Cómo te sientes?

—Estoy bien, de verdad. Solo debo hacer unos días de reposo… No tengo ningún hueso roto.

—Pero el corazón sí, —repuso su madre—, y eso es lo que más me preocupa.

—Siéntate aquí —comentó Gina poniéndose de pie para cederle su puesto—, así podrán hablar con más calma.

Gabriella asintió y se acercó a su hermana. A Gina le sorprendió mucho que le diera par de besos y le tendiera la mano.

—Gracias por cuidar de mi hija en mi ausencia.

Los ojos de Gina brillaban con cierta emoción.

—Es mi sobrina —contestó—, y tu hija. Es mi deber y lo hago con gusto.

—Lo sé, muchas gracias.

Gina ya se marchaba cuando la voz de Gabriela la retuvo por un momento.

—Gina, sobre la carta… —La señora se giró sobre sus talones, asustada de que tocara ese asunto—. No tienes nada de qué preocuparte. Tu esposo no se arrepentía de nada.

Gina asintió. Tenía un nudo en la garganta y se marchó cerrando la puerta.

—¿Es eso cierto? —preguntó Cate con el ceño fruncido—. ¿Te escribió una carta para decirte que no se arrepentía?

Gabriella se encogió de hombros y sonrió enigmática.

—Estoy segura de que tu tía no ha dejado de pensar en el contenido de esa carta desde que me la entregó. Si ha pasado cuarenta años enamorada de ese hombre, ¿por qué no aliviarla un poco respecto a ese asunto? Lo importante es lo que vivieron juntos, no lo que pudo haber sucedido conmigo…

—Entonces le mentiste…

—No seas tan indiscreta, Cate —le dijo su madre sonriendo y dándole otro beso en la frente—, y dejemos ese tema. Quiero hablar de ti…

El rostro de Cate volvió a ensombrecerse.

—No hay nada que no sepas, mamá.

—Bruno me contó que discutieron… —insinuó.

—Era muy difícil para Bruno ser padre de un hijo que no era suyo…

—Eso no es verdad —le interrumpió su madre—, él quería estar a tu lado y lo sabes…

—Ya no lo sabremos. Solo sé que no se sentía como un padre…

—¿Puedes culparlo? Apenas llevan unos días juntos, hija. Lo cierto es que se ve que te quiere, y me ha hablado mucho de ti. Fue a recogerme al aeropuerto y me ha abierto su corazón. Creo que serás muy injusta si dejas pasar esta oportunidad… Bruno está abajo porque quiere hablar contigo.

Cate no se lo esperaba, pero a pesar de las palabras de su madre, ella había tomado una decisión.

—Antes de que lo mandes a subir, quiero decirte lo que he pensado y espero que aceptes mi decisión.

El dulce adagio ✔️Where stories live. Discover now