PRÓLOGO

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Hubo un tiempo donde pensaba que el destino era algo que no se podía cambiar, que ya estaba escrito y tenía que suceder sí o sí. Creía que nuestro destino estaba escrito en las estrellas, que al igual que aquellos astros en el cielo, nuestra historia llevaba millones de años escrita y que no se podía cambiar o alterar. Pero entonces aprendí que no es así, que nuestro destino es algo que nosotros construimos, porque son nuestras decisiones y elecciones en la vida las que forjan aquello que nosotros llamamos destino.

Destino es lo que hacemos, porque son nuestras elecciones las que lo construyen.

Pero ahora, justo en este momento, también he aprendido otra cosa interesante sobre el destino que forjamos, y es que las decisiones y elecciones de otros también influyen en nuestro destino, incluso aunque intentemos que no sea de esa manera.

—Cuando te conocí supe al instante que eras el amor de mi vida, la mujer con la que quería pasar el resto de mis días. Y para mí fue casi una tortura estar sin ti, sostener otra mano que no era la tuya, besar otros labios que los tuyos, estar con alguien que no eras tú. Porque cuando te vi por primera vez pude ver mi vida a través de tus ojos y amé todo lo que vi, y te amo a ti Grace Vance, solo me queda decirte que soy el hombre más feliz del mundo al estar comprometido contigo.

Debo reconocer que es un hermoso discurso y creo que yo lo podría apreciar más, si la persona que lo acaba de pronunciar no fuera mi ex novio, o tal vez si la persona a quien se lo acaba de decir no fuera mi hermanastra.

Sí, creo que lo apreciaría más si quitamos esos pequeños detalles.

Siento la mirada de todos sobre mí y podría decir que estoy siendo paranoica, pero sé que no es así, realmente me están mirando. Me observan para ver cuanto más puedo soportar, cuanto tardaré en colapsar.

—Brindemos por Grace y Roger, y por el gran amor que se tienen —dice mi madrastra en el micrófono.

Levanto mi copa con una sonrisa sin apartar mis ojos de la feliz pareja.

Yo puedo soportarlo —me digo —. Yo soy más fuerte de lo que ellos piensan y puedo soportar esto.

Cuando los brindis terminan, bebo el contenido de mi copa y me apresuro a salir del salón para poder dejar de sostener mis emociones y quitar la sonrisa falsa de mi cara. Mientras corro lejos del salón mi zapato derecho se cae, pero no me detengo a recogerlo, simplemente me quito el otro zapato y sigo corriendo lejos de este cuento de hadas al que no pertenezco.

—Creo que esto te pertenece —dice alguien a mi espalda.

Me giro y veo a un hombre alto de cabello castaña claro y amables ojos color miel. Al verlo siento que lo conozco de algún lado, pero no logro recordar de donde exactamente lo conozco.

Miro lo que él sostiene en su mano y veo que es mi zapato.

—Si esto fuera un cuento de hadas o una comedia romántica, este sería el inicio de nuestra historia de amor —me dice él mientras me ayuda a ponerme mi zapato—. ¿No fue de esta manera como empezó la historia de amor entre Cenicienta y su príncipe?

—No, su historia empezó con un baile, pero como esto no es un cuento de hadas y es la vida real, este es el momento exacto donde te doy las gracias y me voy a emborrachar a otro lugar —le respondo mientras me coloco el otro zapato.

Él se ríe y lo veo guardar las manos en los bolsillos de su pantalón.

Me detengo en la entrada y miro alrededor en busca de un taxi, ha empezado a caer una ligera llovizna y siempre resulta aún más difícil conseguir taxi cuando está lloviendo.

Una cenicienta sin corona ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora