19. Momentos perdidos y decirle adiós a un amigo

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"Érase una vez en un reino no tan lejano donde sus habitantes lloraron la muerte de un buen amigo".

La segunda ley de la termodinámica nos establece la irreversibilidad de los procesos naturales, es decir, que el universo y todo aquello que conocemos tiende al desorden y en ciertos sistemas complejos, el caos es la norma, es por eso que no debería sorprendernos que el universo sea desordenado. Sin embargo, a pesar de ello hay ocasiones donde se intenta romper estas leyes, creando un extraño orden espontaneo y un ejemplo podrían ser los destellos simultáneos de las luciérnagas o mi favorito, el irregular latido de nuestro corazón.

Eso fue una de las primeras cosas en las que pensé cuando me enteré que Vladimir era cardiólogo. Pensé en como él puede experimentar de primera mano algo de orden en todo este universo caótico. Me pregunté si él era consciente de lo afortunado que es. De lo asombroso que debe ser tener el corazón de una persona literalmente en tu mano, poder curarlo y ayudar a que siga rompiendo las leyes del universo al crear un poco de orden espontaneo.

Ahora recuerdo a la perfección el momento que le dije eso, en donde le pregunté si él era consciente de la importancia de lo que él hace.

Cuando termino de hablar levanto mi cara y no puedo identificar la forma en que él me está mirando.

—Mina, lo que me acabas de decir es lo más hermoso que alguien me haya dicho en toda mi vida —me dice él con mucha emoción en su voz—. Es solo... gracias. Gracias por ser tú, por estar aquí, por ser mi amiga.

Él café frente a mí ya se ha enfriado a estas alturas de nuestra conversación, pero yo necesito sujetar algo en mis manos para evitar el impulso de estirar mis brazos y sujetar sus manos que se encuentran sobre la mesa de nuestra cafetería habitual. Así que sujeto el café con fuerza entre mis manos como un salvavidas.

—A veces haces eso, dices ese tipo de cosas que me toman con la guardia baja y me dejan sin palabras, me dejan confundido. Cosas agradablemente dulces y espontaneas que provocan que este corazón duela un poco menos —me dice él mientras lleva una mano a su pecho, ahí justo sobre su corazón—. Cosas que me hacen sonreír como un tonto por días y provocan una gran calidez en mi pecho y no tengo palabras o gestos para agradecerte eso.

La forma en que me mira y la solemnidad en su voz me dejan sin palabras.

Ahora que lo recuerdo, ese momento fue perfecto: el dulce aroma de diferentes marcas de café, los suaves susurros, las luces brillantes que colgaban del techo. Yo pude decirle lo que estaba empezando a sentir por él en ese momento, pude decirle que me gustaba, que creo que podríamos tener algo muy bueno y duradero, que me gusta mi vida con él en ella. Yo pude haber dicho eso, pero no lo hice, no dije nada y él momento pasó.

Tal vez, ese fue nuestro primer momento perdido. ¿Cuál pudo ser el segundo momento perdido o fallido en nuestra larga lista? Me doy cuenta que es una lista muy larga para los pocos meses que hemos sido amigos.

Aquel recuerdo me parece que fue hace toda una vida atrás o al menos siento eso mientras entro en la casa que se encuentra completamente en silencio. Max sale a recibirme y ronronea alrededor de mis piernas llamando por atención, me agacho y lo tomo entre mis brazos donde él se acomoda y se frota contra mi blusa. Camino con Max en mis brazos y lo dejó en el suelo cuando veo a Vladimir sentado en su sofá mirando el contenido del vaso que sostiene en sus manos. Noto que lleva la misma ropa que tenía cuando lo fui a recoger al aeropuerto.

Una cenicienta sin corona ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora