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Buenas noches. Vamos con uno más.

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Aquella noche no durmió. No pudo pegar ojo, una y otra vez todo resonaba en su cabeza sin dejarla descansar. Las palabras de Luisita, las de su padre, lo que le había contado Natalia… todo se mezclaba torturándola y lo único que podía hacer era apretar la almohada contra su rostro y ahogar un grito desesperado.

La ducha de aquella mañana había sido mucho más larga de lo habitual esperando, ilusa, que el agua se llevará consigo toda su frustración. Pero aunque dicen que el agua purifica, no se lleva con ella los problemas, no devuelve recuerdos y la confusión de Amelia seguía intacta una vez salió camino al teatro.

Llevaba toda la mañana evitando a Luisita. No se sentía aún con fuerzas para enfrentarse a ella y tampoco sabía muy bien qué decirle pues su confusión seguía latente en su cabeza.

Para Luisita la situación empezaba a ser insostenible. Simplemente empezaba a no poder soportar cruzarse con ella y que Amelia se diera la vuelta para no cruzarse con ella o sentirla tan lejos que no podía reconocer en ella a la mujer que tanto amaba. Era tal el distanciamiento, era tan alto el muro que la morena había puesto entre las dos que no se atrevía a acercarse por miedo al rechazo y todo eso, estaba siendo demasiado para ella.

- Tienes que autorizarme estas compras – dijo Marina dejando un sobre sobre la mesa del despacho de una Amelia que no había salido de él en toda la mañana.

- Vale, lo miro y te digo – contestó tomando entre sus manos los documentos.

- Bien – se dio la vuelta para marcharse.

- Marina – la llamó - ¿Te pasa algo?

- No.

- ¿Seguro? – insistió, estaba segura que algo pasaba.

- Mira sí, sí me pasa – continuó acercándose de nuevo a la mesa – es que no me puedo quedar callada y mira que Luisita me ha pedido que no diga nada pero es que – fijó la vista en ella y Amelia deseó no haber preguntado - Creo que estás siendo muy injusta – apuntó – y ella lo está pasando fatal.

- ¿Te crees que yo no? – se defendió – porque te aseguro que peor que yo no debe pasarlo nadie – dijo con rabia – y no estoy siendo injusta. Injustos mi padre y ella por no contarme la verdad.

- Ella solo hizo lo que creía más correcto – dijo defendiendo a su amiga.

- Lo correcto hubiera sido hablarme claro – contestó – así como parece que lo ha hecho contigo, que por lo que se ve te sabes toda SU historia – remarcó el posesivo.

- Necesitaba hablar con alguien.

- Y tú te ofreciste encantada, claro – dijo irónica y Marina entendió el tono y los celos que ocultaban.

- ¿Sabes qué? No sé quién es más tonta de las dos – soltó – si ella por mantener las distancias o tú por negar que no soportas que otra persona que no seas tú pueda tener algo más que una amistad con ella.

- Eso no…

- ¿Sabes qué, Amelia? Que cuando leas el informe, me digas si puedo o no hacer esas compras – finalizó antes de salir de allí y dejando a su jefa con la palabra en la boca.

Suspiró malhumorada y se puso a revisar los documentos que le había llevado. Miró el ordenador para ver los presupuestos con los que contaba y una ventana emergente le avisó que tenía un nuevo correo electrónico. Dudó si abrirlo al no identificar la dirección del remitente pero el asunto del mensaje llamó su atención. Finalmente lo abrió y comenzó a leer.

“Hola, Amelia. Soy Natalia, como te dije ayer mi marido, Carlos de la Vega, trabaja como cirujano en el Hospital Universitario. Le he pedido que busque el informe de tu accidente. Espero que no te moleste pero creo que puede aclararte algunas cosas. No puedo enviarte los informes completos pero sí creo que deberías leer esto.

Te ruego que no airees esta información, Carlos puede meterse en un problema por ello.

El primer documento es tu caso, el segundo el caso de tu acompañante: Luisita.”

Tras leer aquellas líneas y con bastante intriga abrió el primero de los documentos y se mordió una uña antes de comenzar a leer.

Expediente nº 12345
Fecha: 27/04/2019

Paciente: Amelia Ledesma Fernández.

Dr: Lucas Moreno.

Accidentada por tráfico, la paciente ingresó en estado crítico en las Urgencias del Hospital Universitario. Presentaba un traumatismo craneal, rotura de radio y contusiones leves.

Tras estabilizar a la paciente se sometió a una operación de urgencia para drenar un hematoma subdural finalizada con éxito. Despertó horas después con un cuadro de amnesia anterógrada.

Los familiares de la paciente decidieron su traslado al hospital Militar de Zaragoza.

Amelia respiró profundamente y clicó sobre el segundo informe.

Expediente nº 67890
Fecha: 2704/2019

Paciente: María Luisa Gómez Sanabria.

Dr: Ana Castro.

Ingresa tras un accidente de tráfico, con un traumatismo craneoencefálico severo. Glasgow 3, sin reacción a estímulos. embarazada de 37 semanas.

Se estabilizó a la paciente que fue directamente a quirófano donde se le practicó una operación para reducir la lesión cerebral, así como los daños en el tórax.

Debido al riesgo vital que sufría el bebé, y siendo totalmente viable, se le practicó una cesárea dando a luz a una niña.

Al comprobar que había respuesta neurológica, se mantuvo a la paciente en coma inducido.

Tras una lenta recuperación y mucha rehabilitación, fue dada de alta con secuelas leves como vértigos o migrañas.

A pie de cada informe se describían varias pruebas y tecnicismos médicos que le daban veracidad a todas las palabras que leía.

Dejó de leer como si hubiera descubierto la gran verdad del universo. Como si en un segundo hubiera comprendido el sentido de la vida. Como si fuera uno de esos grandes e históricos descubridores de las mayores maravillas del mundo. Y respiró, respiró y sonrió porque Luisita nunca le había mentido. Porque la rubia no era quien decía su padre. Al contrario, Luisita, en esta historia, era tan víctima como ella y le debía una enorme disculpa.

Salió del despacho sin hacer caso a nadie y sin mirar hacia nada en concreto. Tan solo con una cosa en mente. Miró el reloj, ya debía haberse marchado, así que salió del teatro ignorando las palabras de una Benigna que hablaba en la lejanía.
No escuchaba nada porque no podía concentrarse en algo más que no fuera todo lo que había leído. Se sentía tremendamente mal en ese instante habiendo juzgado y condenado a quien no debía.

Durante el trayecto y con una dirección clara, no dejaba de pensar en otra cosa que no fuera aquel informe: Luisita no la abandonó nunca. Simplemente había estado en coma y sufriendo, la que debía haber sido, una dura recuperación durante todo el tiempo en el que ella rehacía su vida. El mismo tiempo en el que ella había dicho que sí a la propuesta de matrimonio de Hugo, mientras la que fuera su mujer permanecía en una cama sin compañía de nadie. Y había tenido una hija.

- Bueno princesa, ¿Qué hacemos eh? ¿Quieres jugar?
- Ma.
- Sí, mamá vendrá dentro de un rato.
- Ma

Y descubrió que con aquel “ma” no estaba llamando a Luisita sino a ella. Lucía la reconocía como madre y ella no era capaz de recordarla como hija. El conflicto de sentimientos que tenía en ese momento le hizo parar el coche sintiéndose incapaz de continuar la conducción. Aturdida, se quedó atónita al mirar a su alrededor y ver que había llegado a su destino y ni tan siquiera se había dado cuenta. Con premura de quitó el cinturón y salió del vehículo.

Terminaba de bañar a Lucía que ese día, como intuyendo la tristeza de su madre, estaba más payasa que nunca, haciendo que Luisita no pudiera dejar de reír.

- A ver, cariño – dijo cogiéndola en brazos para sacarla de la bañera – vamos a ponerte el pijama ¿sí?

- Apa – acarició su cara, logrando una nueva sonrisa de su madre.

- Tú sí que eres guapa, mi amor – dijo envolviéndola en una toalla y tras esto acercó su cara juntando la frente con la de su hija - ¿Besito? – y la pequeña le regaló un beso que le engrandeció el alma.

Entre muestras de cariño y sonrisas Luisita terminó de vestir a su hija, quien no estaba ayudándola demasiado. En ese momento sonó el timbre de la puerta, haciendo que la rubia mirara extrañada su reloj. Volvió a coger a la niña en brazos y con ella recorrió el pasillo hasta la puerta. Miró por la mirilla y se sorprendió al ver la visita.

Apoyó la cabeza en la puerta necesitando un segundo para tomar fuerzas, miró a su hija, y entonces abrió.

- ¡Ma! – soltó la niña al verla, se concentró toda la atención en ella. Luisita miró a Amelia quien no apartaba la vista de la pequeña, quien, contenta de verla, estiraba los bracitos hacia la actriz.

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🥺🥺

Pd: Gracias Vero por la ayuda médica 😘

RenacerWhere stories live. Discover now