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Seguimos????

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- Voy a hacer todo lo que pueda por traer de vuelta y por entero a tu mujer – susurro y apretó el abrazo cuando Luisita ronroneó y se acomodó más en ella.

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- No te pongas pesadita ¿quieres? Ya te he dicho que no pienso llamar – decía un poco cansada.

- Yo solo digo que ya que estamos aquí podrías intentarlo – intentaba convencer.

- Es que no quiero intentarlo – contestaba enfandandose – y dejemos el tema de una vez.

- A ver, Amelia – seguía en su intento por razonar con ella – sería una buena oportunidad para intentar un acercamiento. Deberías decirles lo de la boda, al menos a tu madre, ¿no te das cuenta?

- Que no, Luisi, joder – contestó – que ella tampoco ha hecho nada en estos años para propiciar un acercamiento y de mi padre ni hablemos – siguió diciendo con dolor en sus palabras – No voy a ser yo quien lo haga ¿o es que tengo que recordarte que me echaron de casa? ¿O lo mal que te ha tratado mi padre cuando nos hemos encontrado? – la miró – No me da la gana, joder. Y para ya con el temita, coño.

- A mí no me hables así – dijo seriamente.

- ¿Encima vas a enfadarte? – La miró incrédula – perdona pero la que tendría que enfadarse soy yo, Luisi, que llevas todo el vuelo con la misma cantaleta – De nuevo quitó la vista de la carretera para mirarla.

- Pues perdona si te parezco pesada ¿eh? – Dijo enfadada – solo intento que mejores la relación con tus padres, pero está visto que no se puede hablar del tema contigo de este tema ¡y mira la carretera! – ordenó al ver que había dejado de mirar hacia delante.

- No, si encima la culpa de que mis padres y yo estemos así, será mía – siguió diciendo.

- Yo no he dicho eso – se defendió – solo digo que podrías intentarlo.

- Pues yo no quiero intentarlo, punto – dijo a modo de sentencia.

- Cuando te pones cabezota, no hay quien razone contigo – contestó.

- No, si al final vamos a tener tú y yo una pelea por esta tontería – se lamentaba volviendo la vista hacia ella de nuevo.

- Eres tú la que no dejas que se te hable del tema – se defendió mirándola - ¡y quieres mirar la carretera de una…! ¡AMELIAAA! – gritó, y cuando la morena volvió la vista al frente palideció al encontrarse con un camión iba directo hacia ellas.


Abrió los ojos de golpe. Inquieta, algo sudorosa y desubicada. Se movió intentando desprenderse de aquella pesadilla y sintió peso sobre ella. Miró hacia quién dormía calmada y la paz volvió a su alma. Sonrió levemente al escuchar ruidos en la otra habitación y con cuidado de no despertar a la rubia, salió de la cama dirigiéndose hacia allí.

-Ma – escuchó que decía Lucía nada más verla y estiraba sus bracitos. En ese instante, cualquier rastro de dolor que había dejado aquel sueño, despareció al ver a la pequeña.

- Hola, princesa – sonrió - ¿ya no tienes más sueño? – preguntó acercándose y la pequeña río con ganas al verla - Ven aquí, peque – la cogió en brazos y salió con ella al salón, se sentó en el sofá con Lucía en sus piernas y la miró embelesada.

- Ma, ¿Antas?– pidió la niña, Amelia sonrió de nuevo.

- ¿Qué te cante? – preguntó.

- Chi – y reafirmó ese “sí” con un movimiento enérgico de cabeza, Amelia sonrió ante el gesto – ¿antas?

- Esta bien – afirmó – a ver qué te canto – dijo mirando al techo como pensando qué cantarle – a ver: “habia una vez un a barquito…

- Nooo – corto enérgica la pequeña.

- ¿No? ¿Esta no? – la pequeña negó con la cabeza y ella no pudo más que sonreír - ¿Y qué quieres que cante? – le pregunto directamente.

- ¡Nuna!

- ¿Nuna? – preguntó sin saber qué estaba diciendo la pequeña.

- Nuna – repitió la cría alegre.

- Es que no sé cuál es, cariño – dijo con pesar y tras unos momentos de silencio se le iluminó la bombilla y recordó aquella canción que Luisita le había puesto a Lucía para dormir hacía unos días – Vale creo que sé cuál dices. A ver si me acuerdo - carraspeó y comenzó a cantar suavemente.

“Tu dedo recorre mi espalda y dibuja una luna"

- Una – “cantó” la niña contenta de escucharla. Amelia sonrió.

“Mi pie te responde rozando tu pierna desnuda.”
“Tu dedo recorre mi espalda y dibuja una…

- Uuunaaaa – canturreo la pequeña cuando Amelia quedó callada, sonriente y emocionada al verla.

“Me giro, te miro y pienso: como ninguna”

- Omo Nuna – repitió la pequeña y se puso a aplaudir. Amelia Sintió que se le cristalizan los ojos. Estaba tan emocionada, que ni tan siquiera pensó, en cómo era capaz de recordar tan bien una canción que solo había escuchado una vez y de lejos.

- ¿Tú como eres tan lista? – La niña se echó a reír ante las cosquillas de su madre - ¿eh? – reía al ver - ¿Cómo eres tan lista, princesa?

- Jajajajajajaja – reía la cría - ¡Mami! – gritó al verla en el umbral de la puerta.

Y es que, sin que se dieran cuenta, Luisita se había despertado y llevada por las voces se había quedado mirándolas emocionada. Con una enorme sonrisa en los labios veía la felicidad de su hija al estar con su madre.

- Mami men – insistió Lucía a una Luisita que recuperaba el habla. Amelia  levantó la mirada cruzándose con la de la rubia. Sonrió levemente, como diciéndole que todo estaba bien – men, mami.

- Hola, cariño – Acarició su rostro sentándose al lado – qué bien te veo ahí, ¿Eh?

- Ma anta – le informó como si no la hubiera escuchado.

- Ah ¿sí? – se hizo la sorprendida.

- Chi – sonrió, removiéndose contenta sobre las piernas de Amelia.

- ¿Esa canción…? – Amelia dejó a medias la pregunta.

- La escribiste tú – contestó – justo cuando decidimos que seríamos madres – continuó – y se la cantaste durante todo el embarazo – sacó su teléfono móvil – mira, espera.

Buscó entre los vídeos aquel al que se refería y suspiró antes de darle al play ante la mirada, también nerviosa de Amelia.

La actriz quedó sin habla al verse sentada en la cama con una guitarra. Vio como se acercaba para dejar un beso en  la abultada barriga de Luisita y luego, sonriente, comenzaba a tocar un par de acordes.

- Si me grabas me va a salir mal – dijo mirando a su mujer.

- Shh tú déjame a mi – sonrió – Venga - apremió.

Ante una última risa y con un poco de nervios, Amelia volvía a tocar la guitarra y entonaba esa canción que tanto le gustaba a la pequeña.

- Suelo ponerle este video para dormirla – dijo una vez acabó el video - fue la forma que se me ocurrió para que formaras parte de su vida - finalizó bajando la mirada.

- No sé qué decir, la verdad – dijo algo confusa y emocionada a partes iguales.

- No tienes que decir nada – sonrió quitándole un mechón de pelo de la cara.

- Vale – agradeció y quedó anclada en sus ojos - ¿Cómo estás? ¿mejor? – se preocupó tras unos segundos de silencio. Un silencio que cada vez era más y más cómodo entre ellas.

- Sí. Entre la pastilla y la siesta estoy mucho mejor – contestó sonriéndole.

- Deberías hacerte un pruebas, Luisita-– dijo preocupada.

- No hace falta – sonrió por su preocupación – ya te dije que está diagnosticado. Es una secuela que tengo del accidente.

- El accidente… - miró a la pequeña que parecía bastante entretenida con un peluche que le había traído la rubia - ¿Cómo fue el accidente? – preguntó tras una pausa prolongada y recordando el sueño que había tenido hacía solo un rato antes.

- Puff… - se pasó las manos por el pelo – no recuerdo mucho, la verdad – le dijo – solo que acabábamos de llegar de Nueva York, alquilamos un coche y empezamos a discutir - hacía memoria – la última imagen que tengo es la de un camión viniendo directa a nosotras – cerró los ojos - lo siguiente que recuerdo es despertarme en el hospital tiempo después.

- Ya… - y las imágenes de aquel sueño volvían a reproducirse en su mente como si de una película se tratara. Así que no había sido un sueño, sino un recuerdo.

- ¿Estás bien? – preguntó al verla tan ausente.

- Sí – elevó la mirada sacando una sonrisa nada tranquilizadora – sí, sí estoy bien.

De nuevo clavaron la mirada en los ojos de la otra, pero está vez era una mirada diferente esta vez al resto. Una que tal vez, comenzaban a aprender, a entender. Sonrieron al unísono, quizás viendo el primer rayo de esperanza entre tanta oscuridad o quizás, es lo que quisieron ver.

- jajajajaja – la risa de Lucia las hizo volver a la realidad. Luisita comenzó a hacerle cosquillas y regalarle un montón de besos aumentando sus risas. Amelia las miraba sin borrar su sonrisa.

- Bueno, supongo que es hora de irme – dijo sin ninguna gana de moverse de allí.

- ¿Quieres quedarte a cenar? – propuso intentando retenerla todo el tiempo que fuera necesario.

- Claro – contestó al instante sin ganas de marcharse.

El resto de la tarde pasó con juegos y risas de Lucía, que hacía las delicias de ambas haciendo más agradable el ambiente. Luisita bañó a la niña y Amelia decidió ayudarla preparando la cena a la pequeña. Ante aquella escena, frente a aquella repartición de tareas, la diseñadora sintió que, por un instante, había recuperado a su mujer. Era la primera vez que compartían tanto tiempo juntas, como una familia y aquello le llenaba el alma de dicha.

- Buenas noches, princesa – dijo dándole un beso a Lucía que en brazos de Luisita ya casi se quedaba dormida.

- Ahora vuelvo – sonrió justo antes de desaparecer por el pasillo.

Durante el tiempo que quedó a solas en el salón, Amelia no dejó de pensar en todo lo que había ocurrido. En todo lo que se había perdido. En todo lo que le habían quitado y en todo lo que no lograba recordar.

Ahora, después de tanto tiempo acostumbrada a vivir sin recuerdos, se desesperaba por no poder buscar en su mente alguna imagen y sentía un desasosiego que la ahogaba cada día más.

Cuando Luisita volvió a aparecer, se la encontró con una foto en sus manos, los ojos cerrados y el ceño fruncido. Se acercó con cautela, llamó su atención quitando un mechón de pelo de su rostro y la miró con dulzura.

- Cuéntame que te preocupa – dijo y Amelia se sorprendió de ser tan transparente para Luisita.

- Me gustaría tanto recordar - dijo como un suspiro al aire – no sé, me duele ver a Lucía y no… y no… - no era capaz de decirlo.

- Tranquila, Amelia – la cortó, ella tampoco era capaz de escucharlo.

- Me siento muy perdida – siguió diciendo con sinceridad – todo esto me está desbordando, todas las mentiras de mi padre. Todo lo que me han robado. Todo lo que me han ocultado. Hugo. Tú - Luisita la miraba sin saber a donde quería llegar.

- Amelia, cariño, yo estoy aquí para ayudarte – contestó – para apoyarte, para estar a tu lado en esto.

- Lo sé – sonrió con ternura, agradecimiento y… y algo de amor – haces que me sienta bien, que me sienta en casa – sonrió y Luisita se emocionó al escucharla – pero necesito poner en orden algunas cosas – continuó.

- …. – no dijo nada, no le hizo falta. La conocía y eso bastaba.

- Creo que… - la miró, sin querer hacerle daño – creo que voy a irme unos días – finalizó y Luisita cerró los ojos al saber que no se había equivocado en sus sospechas – no es que quiera alejarme de ti, ni de Lucía – corrió a defenderse – es solo que… - negó con la cabeza – necesito un poco de distancia – continuó, Luisita acusó el golpe – necesito ver las cosas desde otra perspectiva y sobre todo necesito respuestas y explicaciones.

- ¿Qué quieres decir?

- Voy a ir a Zaragoza, tengo que hablar con mi padre – finalizó.

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