Día Doce.{Un día bastante bizarro. I }

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Al final, como Kentin había dicho, el día anterior se habían quedado a cenar en la playa, fue casi lo mismo que al mediodía, solo que se le sumaba frituras y demás. Alrededor de las diez y media estaban volviendo, despacio, porque tenían que tener cuidado ya que no solo era una ruta desconocida, sino que era de noche y querían evitar cualquier clase de accidente. Media hora más tarde habían llegado al complejo y algunos fueron directamente a bañarse y otros fueron a preparar algunas cosas.

Al llegar a sus dormitorios, después de una agradable ducha, ni Kentin ni Alexy hablaron, por alguna razón ambos creyeron que estaba bien, tal vez, por un rato, dejar de pensar en lo que pasaba y pasaría entre ellos y simplemente descansar.

Unos golpes se hicieron presentes en la puerta de la habitación de nuestros protagonistas, quienes gruñeron al principio, pero al escuchar lo que decían a gritos las chicas, se levantaron.

“¡Hoy es nuestro último día de playa! ¡Levántense, hay que aprovechar el día al máximo!”

Lamentablemente, para todos era un poco deprimente el hecho de saber que era su último día en aquel agradable lugar, después de todo lo habían estado pasando muy bien y no querían irse, se sentían libres de las quejas de sus padres y, seamos sinceros, ¿a qué adolescente no le gusta estar libre de sus padres durante un tiempo?

De todas formas, volver no era una opción, debían hacerlo, así que todos se apresuraron al cambiarse y prepararse.

Kentin se había cambiado un poco más rápido que Alexy, mientras tanto, se puso a acomodar unas cosas y tomó lo que llevaría a la playa. Cuando menos se lo esperaba, unos brazos lo rodeaban por atrás y sintió como un corto y pequeño beso era depositado en su mejilla derecha.

–Buenos días –la voz ronca de Alexy provocó que Kentin sonriera, volteó y miró de frente al peliazul, quien lo había soltado y ahora lo miraba a los ojos. El castaño tomó de la cintura a Alexy y lo atrajo hacia sí, pegó las frentes de ambos y lo miró a los ojos, luego su vista fue bajando y se quedó en los labios del peliazul, los cuales estaban entreabiertos. Kentin no pudo con la tentación y sin perder más tiempo lo besó. Corto, suave, tierno, pero aquel beso les sacó una sonrisa a ambos.

–Buenos días –respondió el castaño cuando se separó de él y soltó su cintura–. Si todos los días comenzaran así, todos serían igual de buenos –inconscientemente dijo un pequeño piropo al peliazul, quien se sonrojó notablemente y desvió su mirada.

No eran necesarios las palabras ni los pensamientos, ambos sabían que aquella atracción que sentía el uno por el otro, si continuaban así, terminaría en un enamoramiento por parte de los dos. Y no era que quisieran evitarlo, pero tampoco querían llegar a ello.

Para ser francos, no sabían que querían.

Unos golpes se hicieron presentes en la puerta de su habitación, ambos se separaron aún más y dirigieron su mirada a aquel trozo de madera que les hacía sentir a salvo y separados de todo el mundo.

–Chicos, ¿puedo pasar? –la voz de Sucrette se escuchó del otro lado–. Espero que no estén haciendo cochinadas. –a pesar de que fue un susurro –medianamente fuerte–, vaya a saber quién como, los chicos lo habían escuchado.

–Sí, pasa –Alexy respondió, mordió su labio inferior, pensando en lo que había dicho Sucrette. Vaya que esa chica era una pervertida. No todo era tan… así.

Se escuchó como giraban la manija de la puerta e intentaban abrir, pero no se podía, nuevamente la acción fue repetida hasta que se escuchó un sonoro bufido del otro lado.

–Tal vez… solo tal vez, si quitaran la llave yo podría entrar, digo –comentó Sucrette del otro lado mientras ponía sus ojos en blanco a pesar de que sabía que ellos no podían verla.

17 DaysWhere stories live. Discover now