Capítulo 54: Casi Señora Olofsson

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Y llegó el penúltimo capítulo u.u pero hay que disfrutarlo! A leer!

***

–¿Antes no era tu novio? –me observó con cara triste de gatito.

–Pues… nunca lo hablamos, realmente. Por eso te pregunto –hice un puchero fingido–. ¿No vas a responderme? ¿Prefieres que lo dejemos así?

–¡No! –tomó mi rostro entre sus manos–. Por supuesto que quiero ser tu novio. Yo… tan solo pensaba que era más que eso. Soy todo tuyo, Elisa. Te amo.

Se me secó la garganta. Nunca me lo había dicho y me había pillado con la guardia baja. En mi interior, estaba gritando histérica de la emoción pero mi cara solo estaba pálida, con los ojos como platos y la boca media abierta.

–T-t-te… –tragué saliva–. También te amo, nuevo novio.

–Ya lo sabía, “casi” señora Olofsson.

–¿Casi?

–Oh sí, ya te va quedando menos para serlo oficialmente.

Me mordí el labio para no gritar. Me incliné para besarlo. Cuando la cosa fue subiendo en intensidad nos alejamos porque la gente metiche ya nos estaba mirando de más. Es que las parejas sinceramente enamoradas escaseaban, entonces cuando veían una, se quedaban pasmados presenciando aquellas demostraciones de cariño. O quizás éramos muy efusivos.

Nuestro vuelo partió a la hora y, en casi todo el camino, vi películas mientras Alec dormía. Cuando se hizo de noche me apoyé en su hombro, donde podía dormir cómodamente aunque viajáramos en clase turista. Desperté cuando el carrito de comida se estaba acercando y porque Alec me hacía cosquillas en el cuello para que abriera los ojos.

Luego del trasbordo en Frankfurt viajamos directamente hasta Estocolmo. Cuando llegamos tomamos un taxi que nos dejó en la estación de trenes que nos llevaría a Uppsala. Cada vez estaba más ansiosa por llegar. Quería ver a todos y darles tremenda sorpresa cuando me vieran pero también me preguntaba qué iba a pasar con Alec apenas llegáramos a su departamento. Me comía las uñas de solo pensarlo.

Yo. Alec. Mismo departamento. Solos.

«Imagina las posibilidades» –me gritó mi subconsciente libidinoso.

–Elisa –Alec me despertó de mi letargo momentáneo–. Ya llegamos.

Efectivamente, el tren estaba deteniendo la marcha. Miré por la ventana y comprobé que ya estábamos en la estación. Alec agarró un mechón de mi cabello y lo puso suavemente detrás de mi oreja. Me estremecí.

–¿En qué piensas? –al parecer ya sabía la respuesta, porque me estaba provocando con el susurro en mi oído.

–En… –como yo no estaba acostumbrada a hacerme la mojigata simplemente solté lo que pensaba–: En la buena idea que fue dormir tanto durante el viaje porque no sé si esta noche dormiremos, a menos que quieras ir a visitar a Crystal o a los Lindberg.

–Oh no, los visitaremos en dos días.

–¿Dos días? ¿Por qué esperar tanto?

–Ya verás, Elisa –me traspasó con la mirada mientras sonreía como ángel malo.

Antes que pudiera preguntar se levantó y agarró nuestras maletas. Lo seguí en silencio, apreciando su espalda ancha –y trasero– mientras intentaba darle un sentido lógico a lo que había dicho.

Paramos otro taxi y nos dirigimos hasta su departamento. Pensé que estaría en algún sector más residencial y costoso pero estaba cerca del centro. Cuando entré, lo primero que llamó mi atención fue lo ordenado que estaba todo y lo bonito que era. Alec dejó las maletas en su habitación y, obviamente, lo seguí.

Año de IntercambioWhere stories live. Discover now