Capítulo 40: La llorona

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Y no se olviden, desde hoy subiré miércoles y domingos. A leer!

***

Entré al edificio con pasos lentos, arrastrando los pies. Cuando estuve frente al ascensor decidí hacer algo completamente impulsivo e irracional. Iría al frente, a hablar con Ethan. Si yo lo buscaba quizás me creía pero si dejaba pasar esta oportunidad cabía la posibilidad de que mi silencio le otorgara la razón de todo lo que había imaginado.

No esperé más y crucé la calle. Estaba todo nevado y hacia un frio que me helaba los huesos, así que caminé rápido. Cuando estuve en el interior de su edificio saludé escuetamente al conserje, rogando internamente porque me reconociera y no me preguntara a dónde me dirigía. Por suerte no lo hizo.

Llegué a su puerta y no esperé más, simplemente toqué el timbre y luego me aparté. No quería que me viera por la mirilla de la puerta. Había mucho ruido proveniente del interior y luego un grito. Me preocupé y volví a llamar, esta vez con más insistencia.

La puerta se abrió de golpe y la cabeza de Ethan apareció. Miró a ambos lados hasta que dio conmigo. Su rostro enfurecido se descompuso aun más.

–¡Qué bien! –soltó irónico–. El trío está completo.

No entendí a qué se refería hasta que me planté frente a la puerta abierta. Detrás de él, en el salón, estaba Alec sentado. Al verme se paró de inmediato.

–Elisa, ¿qué haces aquí?

–No puedo quedarme de brazos cruzados sin darte una explicación –miré a Ethan, que apretaba la mandíbula pero al menos me escuchaba–. Siento mucho todo lo que ha ocurrido, sé que no lo has pasado bien pero no todo ha sido mi culpa. Jamás te engañé con Noah, dije que te esperaría y así lo hice hasta que terminaste conmigo. Yo solo quería que me creyeras. Lo de hoy fue un juego, solo nos besábamos bajo ese muérdago por la tradición. En otras circunstancias no lo habríamos hecho.

–Alec ya me contó todo –soltó un suspiro, bajó la vista y se masajeó la frente.

–¿Todo?

–Le confesé mis sentimientos hacia ti –Alec se paró detrás de Ethan y apoyó un brazo en la pared.

–Te creo, Liz –finalmente me miró y creí sus palabras–. Pero esto no puede continuar, no voy a interferir en mi amistad con Alec.

–Y me alegro que lo hagas, yo tampoco voy a meterme en medio. No voy a dejar que ustedes se distancien por mi culpa.

Ethan estaba satisfecho con mis palabras pero Alec no. Me alejé por el pasillo y llamé al ascensor, que por suerte ya estaba ahí así que las puertas se abrieron automáticamente. Entré y, cuando se estaban cerrando, una mano las detuvo. Alec entró, estaba enfadado. Ya había visto esa cara antes.

–No te preocupes por nosotros, no dejaremos nuestra amistad pero no renuncies a lo que estas sintiendo.

–¿Qué estoy sintiendo? –quise mantener mi voz serena pero me costaba. Alec se había dado cuenta que mi corazón de hielo se derretía. Dio un paso y me acorraló contra la parte trasera del ascensor.

–No lo sé exactamente pero no te soy indiferente. Una vez me dijiste que no nos conocíamos lo suficiente, ahora te doy la razón. Pero dime una cosa, ¿no sentiste nada con ese beso?

Me quedé callada. No quería darle la respuesta porque yo ya había tomado mi decisión: no iba a romper su amistad. Si algo más pasaba entre nosotros Ethan iba a sentirse traicionado. No quería seguir viendo sus ojos expectantes así que me di la vuelta y apoyé la frente sobre el vidrio. El ascensor se detuvo en el primer piso y las puertas se abrieron. Hice el intento de alejarme pero él me detuvo.

Año de IntercambioWhere stories live. Discover now