Capítulo 1

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La música era estridente al punto de hacer parecer que se caerían las paredes en cualquier momento. Las luces fluorescentes de varios colores resultaban un tanto incómodas para alguien ajeno a ese medio; pero para Tamy J. no era ningún problema, su entrenamiento comprendía toda clase de situaciones. Tomó su teléfono del bolsillo y miró la foto de su objetivo una vez más antes de adentrarse en el tumulto de gente que bailaban al compás de aquella melodía desordenada.

"¡Tengo que encontrarte, maldición! Necesito este empleo...", pensó un instante, y decidida a quedar bien su primer día de trabajo; inició la búsqueda.

Caminaba apartando gente ebria a su paso, pero sin perder su propósito. Era su prueba como guardia personal de la hija consentida de un magnate de la industria armamentista: Emilio Santemo. Su única hija era verdaderamente su punto más vulnerable, sobre todo porque Jamie Santemo detestaba los guardias de seguridad, y siempre se inventaba alguna estratagema para librarse de ellos y escapar; como había hecho aquella noche en que llevarla a casa sana y salva antes de la medianoche, se había convertido en la "prueba de fuego" que le habían asignado a la nueva agente para ser contratada.

"¡Te tengo!" Tamy sonrió para sus adentros cuando divisó su objetivo dirigiéndose a la barra por un trago.

"¡Te tengo!" Tamy sonrió para sus adentros cuando divisó su objetivo dirigiéndose a la barra por un trago

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―¡Ey, Bob... ponme lo de siempre! ―ordenó la chica, recogiendo su cabello castaño oscuro en una cola mal hecha mientras barría el sitio con la mirada en busca de la posible presencia de guaruras de su padre.

―¡Enseguida, preciosa! ―se apresuró en contestar el tipo del otro lado de la barra antes de ponerse a preparar el pedido.

―Entonces, linda, ¿hoy estás... sueltecita? ―preguntó un tipejo de pelo algo largo y extrañamente azul, que llevaba un cigarrillo maloliente en la mano.

―Hola, Dixon... Pues sí, necesitaba esto, necesitaba... ¡respirar!

―Lo que buscas lo tengo ―respondió el sujeto, metiendo una mano en el bolsillo de su chaqueta y sacando una pequeña bolsa de plástico con tres pastillas color púrpura―. ¿Un pase al cielo para la princesita o qué?... ¿Te atreves?

En aquel sitio era conocida la identidad de Jamie por muchos, sobre todo por todo aquel que sabía cuánto provecho sacaría si podía "enganchar" a una joven millonaria como ella a las drogas... les haría ganar muchísimo dinero de los bolsillos de Emilio Santemo.

Jamie dudó, ya le había comprado al tipo una vez; pero la verdad es que no había llegado a consumir porque perdió las pastillas. Jamás se había metido drogas, pero la curiosidad la estaba volviendo loca, además de la situación de asfixia que era su vida por ser hija de quien era. Tragó en seco y movió positivamente la cabeza.

El de pelo raro sonrió y exhaló una bocanada de humo, extendiendo la mercancía ante su cliente, pero alguien se lo arrebató de inmediato y una mano le aferró la muñeca mientras sus ojos se percataron del arma en el cinturón de quien había interrumpido su "gran negocio" esa noche.

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