Capítulo 4

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En cuanto las chicas regresaron al interior de la cabaña, la lluvia comenzó a azotar. Podían ver las gruesas gotas a través de los cristales de las ventanas cada vez que relampagueaba. Tamy se quitó la chaqueta y la dejó sobre el respaldo del sofá, luego se sentó y se cruzó de brazos. La verdad estaba algo incómoda sin entender por qué; pero no se sentía tranquila a pasar la noche en medio de la nada con una chica que hasta el momento aún desconocía y que para más casi siempre le resultaba fastidiosa y malcriada...

―Esta noche será muy fría, en esta zona es siempre así, más cuando llueve ―comentó Jamie y entre sus cosas buscó un encendedor y se acercó a la chimenea―. Adoro esto, ¿sabes? ―sonrió y encendió la leña que ya estaba preparada dentro.

Tamy se aclaró la voz, observándola. ―¿Vienes... a menudo por acá?

Jamie la miró y sonrió. ―Sí... No debería contarte esto visto que mi padre te paga para tenerme localizada. No es tanto por mi seguridad; al señor Santemo le preocupa más que yo pueda causarle problemas... por eso a veces me refugio aquí... y desaparezco sin que nadie sepa de mí... mientras todos piensan que yo...

―Mientras te creen de bar en bar, ¿es eso? ¿Aquí es dónde estás la mayor parte de las veces? ―preguntó Tamy un tanto asombrada.

―Sí; veo que te sorprendes ―volvió a sonreír.

―No es eso, bueno... es que nadie pudiera imaginarse que existe este sitio y que te sientes tan a gusto aquí; tan apartada, tan sola, o... ¿no sueles venir a solas?

Jamie sonrió de nuevo y en vez de responder en ese momento se limitó a atizar los troncos para avivar el fuego. Luego se sirvió un trago y puso la botella sobre una mesita frente al diván con otra copa vacía. Obviamente estaba invitando a Tamy a beber, quien lejos de volver a negarse y a persuadirla de dejar el alcohol por esa noche, tomó la botella y se sirvió un trago.

―No vengo con nadie aquí, nunca he traído a nadie. Este sitio es sumamente especial para mí, muy personal, no es un lugar para compartir con cualquiera.

―Lo siento, sé que para ti es importante y... te prometo que no le diré a nadie que existe; seguirá siendo tu secreto ―respondió la agente y bebió un trago, mientras observaba a Jamie, sentada al otro extremo del sofá.

Jamie la contempló con atención por unos instantes. ―Lo sé... sé que no lo harás...

Tamy encontró sus ojos. ―¿Por qué lo sabes?

―Porque te traje yo... porque decidí compartir el sitio contigo simplemente porque confío en ti; y siento que puedo hacerlo.

Los ojos de la chica Santemo brillaban tremendamente atrayentes, era imposible para Tamy J. hablarle sin mirar a sus ojos aquella noche.

―Créeme que nunca querré traicionar tu confianza, pero; no olvides que trabajo para tu padre, a él no puedo faltarle tampoco ―dijo Tamy poniéndose de pie.

La agente no se sentía para nada cómoda tan cerca de alguien con quien debía tener un trato estrictamente profesional, no para andar bebiendo y conversando en medio de la noche en una cabaña aislada con una tormenta azotando afuera.

―¿Ni siquiera por amor? ―preguntó Jamie de repente.

―¿Q-Qué? No entiendo...

―Quise decir que... bueno, eres tan estricta con eso del trabajo.... ¿Ni siquiera por alguien fallarías a tu trabajo?

―No tiene caso esa pregunta. No existe nadie en este momento en quien yo pueda pensar para responder esa pregunta; ¿pero sabes qué?... creo que mejor te vas ya a descansar, es tarde y en cuanto amanezca nos iremos, mi trabajo eres tú; y pienso hacerlo bien ―respondió Tamy secamente y luego la tomó de un brazo y le indicó la puerta de la recámara.

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