Shot 9

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Una vez limpiado todo el desorden de la tertulia, los Mukamis se retiraron a su hogar, excepto por un pequeño rubio que debía de cumplir cierto reto, el cual no era considerado un reto para él, sino una bendición. Cuando Subaru volvió de verificar que Reiji estaba dormitando, todos se dirigieron a sus habitaciones y Ayato al estar al lado de la habitación de Laito, sería el testigo del cumplimiento del reto.
A pesar de ser deseo de Kou de estar en la habitación de su amor platónico estaba sumamente nervioso aunque trataba de mantener la sensatez.

-L-Laito-kun, voy primero al baño a prepararme, ¿vale? Espérame. -dijo casi de forma cortante adentrándose al cuarto de baño de esa habitación. -Esto va a ser un poco más complicado de lo que preeví~... -susurró con nervios

Se dio una pequeña ducha para intentar apaciguar sus nervios. Al salir y secarse con la bata de Laito puesta, se miró al espejo ligeramente empañado.

-Y pensar que esto supuestamente sería fácil... -musitó Kou para sus adentros

Desempañó el espejo con sus manos, mojándolas con el "rocío" de la ducha y poder mirarse mejor. Alzó su ceja con pecaminosas intenciones.

-¡Kou-chan~, rápido! -le gritó impaciente Laito harto de esperar, pero cuando el idol salió del baño, se llevó una vista mejor de lo que estimaba.

-Perdón por hacerte demorar, Bitch-chan~ -le dijo con su mismo tono gatuno con la bata semi-atada con un moño y uno de sus hombros y una de sus piernas saliendo de la bata, dándole un toque inocente que encendió al pelirrojo de forma irreparable.- ¿Qué tal me veo?

Laito se sentó en el medio de los pies de la cama como respuesta.

-Mmhhh~~ no lo sé. Tengo que mirarte mejor. ¿Por qué no vienes acá?

Con ojos y sonrisa coqueta se le acercó, dejando que tomase su cintura y terminase sentado en sus muslos bastante cerca de su rostro. Por otra parte, Laito estaba maravillado con el cuerpo del rubio, pues independientemente de su complexión obligatoria para su profesión ya de por sí tenía un buen cuerpo con la sensualidad de un hombre, pero a la vez la fragilidad y el encanto de una fémina.
De inmediato comenzó el jugueteo: Laito deshizo el lazo y se dispuso a pasar su nariz por la tersa piel del rubio, olisqueando un aroma dulce, casi podía compararlo con mascarpone batido. Sin separar su rostro del pecho de Kou, tomó sus pezones con ambas manos y los apretó y movió con suavidad, sintiendo al tacto cómo se endurecían. Ante tal estimulación, el rubio ocultó su rostro entre los cabellos del Sakamaki soltando gemidos a bajo volumen. Terminó arrojando de un tirón a su muñeca al colchón, disfrutando en primer plano la ardiente vista que le concedía.

-Ah~...Kou-kun se ve muy bien desde aquí... -insinuó el vampiro desde su posición de clara superioridad jalando de un tirón con agresividad de sus muslos para dejarlo a su completa disposición, a lo que Kou respondió cruzando sus piernas en su cintura.- Entonces, empecemos.

El rubio gimió bajo al sentir su fría y húmeda lengua a lo largo de su cuello con movimientos repetitivos y descendientes hacia su tórax, dejando marcas carmesís que teñían su palidez inhumana. Se detuvo al llegar a su abdomen; dio pequeños besos que esperaba tuviesen un efecto rijoso, mas fue totalmente lo contrario: estaba adormilándolo. Se percató cuando dejó de emitir sonido y sólo suspiraba por los roces gentiles de su menino, pero no duró más de dos segundos en ese estado durmiente, pues Laito lo despertó haciendo que gimiese fuerte con el pequeño apretón de las manos de Laito en su parte baja.

-¡A-Ah~! Laito~, m-más...

-¿Eh~? ¿No estabas aburrido de mis toques? -replicó dando un pequeño y lento bombeo en el príapo del más bajo

-N-Nghh...No puedo permi-tirme aburrirme de t-tus toqu- AAhhh~!

Cada vez se estremecía más. Era un deleite para alguien que disfrutaba tanto ver a alguien retorcerse debajo suyo a causa del exuberante placer que él evocaba, tanto que olvidó que era un reto y que debía acostarse por el rubio para que no se creyese que se echaba hacia atrás simplemente porque no significaba algo que deseaba debido a que se estaba colocando en bandeja de plata para que lo devorase. Laito se acostumbró irónicamente a lo difícil desde que era pequeño debido a su pútrida y pecaminosa niñez y la falta de cariño fraternal en ambos miembros paternales, sin embargo, fue malamente acostumbrado a no reprimir su deseo en cuanto a su anhelo por satisfacerse a sí mismo en el ámbito del placer físico. Todo lo que algún momento hizo implicando acciones por debajo de las sábanas era solo por satisfacción propia. Por eso, no podía aceptar que se estaba divirtiendo con él.
Tomó ambas manos y comenzó a masturbar al Mukami con fuerza, desgarrando alaridos de su garganta. Quiso no centrarse sólo en él, por lo que gradualmente unió su miembro al esmerilio, mordiendo su labio inferior para evitar gemir más alto que Kou y opacar los suyos, pues era lo que realmente lo excitaba; su voz agitada. Continuó su feroz movimiento, acalorando su semblante seguro y sexy para reemplazarlo por otro más caliente. En cuestión de minutos, Kou se retorció y dio un gemido agudo que según ambos pudo traspasar varias paredes e incluso escucharse fuera de la residencia, pues se había corrido en su abdomen. El castaño-pelirrojo no demoró mucho en hacerlo, gruñendo entre dientes, dejando salir una carga un poco más arriba de su abdomen e incluso llegando al labio inferior y las mejillas de Kou.
Todos pensarían que luego de semejante segregación estarían cansados e incapaces de seguir. Laito también lo pensaba, pero Kou sirvió de borrón para esa absurda idea. Cuando lo tomó desprevenido, usó la intacta atadura de sus piernas a sus ancas y terminó sentado encima de Laito con sus glandes a escasos centímetros de proximidad.

-Eres malo, Laito-kun~.Dejarnos a medias... -se quejó con una expresión inocente y decepcionada, separándose de él- No te elegí para que no me follaras como lo haces con las resbalosas de la escuela. -susurró despreocupadamente a su oído para luego ir directamente a su labio inferior, quien fue víctima de una mordida vampírica. Kou succionó con fuerza su belfo para luego chuparle suavemente y quitarle su sombrero para colocárselo, quedando con restos de su sangre en sus labios y su sombrero a media cabeza.

-¿Y bien, Laito? ¿Me dejarás ir?

Parecía una puta, pero nada que ver con las facilonas que Laito probaba casi diariamente. Era una puta con un toque pueril, capaz de prender el líbido de cualquier hombre en exceso y el mayor de los trillizos no salió impugne de sus encantos, pues ya estaba caliente nuevamente y no le daría el gusto de salir de esas cuatro paredes si no era luego de gritar su nombre incontadas veces.

COCHLEARIUM de peccatis exigenbius Donde viven las historias. Descúbrelo ahora