12.- 𝑬𝑳 𝑩𝑶𝑺𝑸𝑼𝑬

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Las cosas no podían haber salido peor.

Filch los llevó al despacho de la profesora McGonagall, en el primer piso, donde se sentaron a esperar sin decir una palabra. Excusas, disculpas y locas historias cruzaban la mente de Potter cada una más débil que la otra. ¡¡Hasta llegó a pensar en decir que le tenía una sorpresa a Jade y tenían que ir ahí!!

No podía imaginar cómo iban a librarse del problema aquella vez. Jade solo pensaba ¿Cómo Potter había sido tan estúpido para olvidar la capa? No había razón en el mundo para que la profesora McGonagall aceptara que habían estado vagando durante la noche, por no mencionar que habían pisado la torre más alta de Astronomía, que estaba prohibida salvo para las clases.

¿Cuando pensaban que las cosas no podían estar peor? la profesora McGonagall apareció, llevaba a Neville.

—¡Harry! —estalló Neville en cuanto los vio—. Estaba tratando de encontrarte para prevenirte, oí que Malfoy decía que iba a atraparte, dijo que tenías un drag...

Potter negó violentamente con la cabeza para que Neville no hablara más, pero la profesora McGonagall lo vio. Lo miró como si echara fuego igual que Norberto y se irguió, amenazadora, sobre los tres.

—Nunca lo habría creído de ninguno de vosotros. El señor Filch dice que estabais en la torre de Astronomía. Es la una de la madrugada. Quiero una explicación.

—Creo que sé lo que ha sucedido —dijo la profesora McGonagall—. No hace falta ser un genio para descubrirlo. Te inventaste una historia sobre un dragón para que Draco Malfoy saliera de la cama y se metiera en líos. Te he atrapado. Supongo que te habrá parecido divertido que Longbottom oyera la historia y también la creyera, ¿no?

Potter captó la mirada de Neville y trató de decirle, sin palabras, que aquello no era verdad, porque Neville parecía asombrado y herido. —Estoy disgustada —dijo la profesora McGonagall—. Cuatro alumnos fuera de la cama en una noche. ¡Nunca había oído una cosa así! Tú, señorita Anderson... pensaba que tenías más sentido común. Y en cuanto a ti, Potter... creía que Gryffindor significaba más para ti. Los tres sufriréis castigos... Sí, tú también, Longbottom, nada te da derecho a pasearte por el colegio durante la noche, en especial en estos días: es muy peligroso y se os descontarán cincuenta puntos de Gryffindor.

—¿Cincuenta? —resopló Potter.

—Cincuenta puntos cada uno —dijo la profesora McGonagall, resoplando a través de su nariz puntiaguda.

—Profesora... por favor...

—Usted, usted no...

—No me digas lo que puedo o no puedo hacer, Potter. Ahora, volved a la cama, todos. Nunca me he sentido tan avergonzada de unos alumnos de Gryffindor.

Ciento cincuenta puntos perdidos. Eso situaba a Gryffindor en el último lugar. En una noche, habían acabado con cualquier posibilidad de que Gryffindor ganara la Copa de la Casa.

Al principio, los Gryffindors que pasaban frente al gigantesco reloj de arena que informaba de la puntuación de la casa pensaron que había un error. ¿Cómo iban a tener, súbitamente, ciento cincuenta puntos menos que el día anterior? Y luego se propagó la historia. Harry Potter, el famoso Harry Potter, el héroe de dos partidos de quidditch, les había hecho perder todos esos puntos, él, Anderson y otro estúpido de primer año.

De ser una de las personas más populares y admiradas del colegio, Potter súbitamente era el más detestado. Hasta los de Ravenclaw y Hufflepuff le giraban la cara, porque todos habían deseado ver a Slytherin perdiendo la copa. Por dondequiera que Potter pasara, lo señalaban con el dedo y no se molestaban en bajar la voz para insultarlo. A Jade por otro lado no le interesaba lo que otros pensaran o dijeran de ella, con mucha alegría y entusiasmo les contestaba los insultos o muestras de indiferente. Los de Slytherin, por su parte, los aplaudían y los vitoreaban, diciendo: «¡Gracias, Potter, te debemos una! ¡Y a ti Jade, siempre me caíste bien!»

𝑱𝑨𝑫𝑬  𝒀  𝑯𝑶𝑮𝑾𝑨𝑹𝑻𝑺Where stories live. Discover now