Capítulo 30: Redención

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Rin

¿Cómo se siente cuando uno toca fondo? ¿Cuando llega al último escalón de la pirámide de la dignidad y la vida? A tal punto en el que ya no siente más valor por uno mismo ni por nada en lo que una vez llegó a pensar, hacer o creer... En el momento en el que ya no tomamos en cuenta ningún tipo de esfuerzo porque sabemos que es inútil hacerlo, que no vale la pena seguir gastando energías en algo impuntual...

¿Nos desesperamos, nos ahogamos en nuestras propias penas, dejamos que el mundo nos trague una vez más y nos escupa hacia más abajo o nos dejamos llevar por nuestros propios sentimientos y pensamientos insensibles y vacíos?

Así se sienten los miles de mortales que he tenido frente a mi vista a la hora de quitarles la vida, porque saben que frente a mí no hay alternativa, que son sus últimos segundos en este mundo, que luego serán condenados y llevados hacia el plano que merezcan: Abismo o Paraíso. Sin embargo, a lo largo de todos mis largos años de vida y experiencia, era la primera vez que frente a mí tenía algo sinigual: una mortal sin terror. Estaba segura de sí, mantenía su postura y peleó contra mí como si yo fuera un guerrero más. O peor todavía, peleó contra mí como si fuera su más mortal enemigo. Su completo némesis, alguien el cual quería ver completamente muerto, más que muerto, sufriendo.

No, no peleó contra mí como si fuera uno más... Peleó contra mí como si fuera el último y único causante de todos los problemas que la arrastraron hasta el campo de batalla final.

Nunca peleé y perdí tanto ante un mortal. No solo perdí la batalla, perdí cualquier tipo de posibilidad de vencerla a ella y a su ejército. Ya había experimentado la derrota múltiples veces, pero es distinto cuando alguien inferior te vence en tu propio campo de batalla y te da una lección bien merecida. Sentí el fracaso de la pelea como un gatillo que disparó un montón de remordimientos sobre cada uno de mis pensamientos, intenciones y acciones equivocadas que tuve sobre todo en esta gran cantidad de años de vida.
Una simple mortal... No, no era simple tampoco... Si lo fuera, ya la habría matado o se hubiera dejado llevar por el endulzamiento de mi plan. Es uno de los pocos seres vivos que creí que merecía vivir su vida más que nadie... ¿Cómo era posible que alguien viviera sin egoísmo, sin avaricia?

Una actitud digna de un ser superior, a su especie, su gente, los dioses y cualquier titán. Y ella sabe que lo es. Por su ambición y determinación logró tener todo lo que quiso y se propuso. Si ella quisiera podría tener el dominio y poder absoluto sobre todo lo existente, pero no lo hace. No tiene la codicia, tendrá el odio, pero no el deseo egoísta... Que es el mayor defecto de toda mente razonante. Un arma de doble filo, la más peligrosa que jamás puede existir bajo las manos equivocadas.

Sentí el merecer de esta derrota, todos le tenemos miedo a la muerte, menos Chiara Caballero.

Sin embargo, cuando la muerte llega, toca corresponder a ese llamado.

Había comprendido mi lección. Una vez toqué el suelo, sin energías, sin motivación... Solo tuve un último deseo. Mis palabras son reales, ellos no lo saben, pero están en camino hacia la perdición que ellos mismos intentan evitar. Por eso deseo que Chiara Caballero despierte a tiempo.

Metamaniac I: Profecía MortalWhere stories live. Discover now