Capítulo 1: Una Gota De Dolor

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Ya había caído el mediodía y Michonne, con ayuda de Tara, preparaba el almuerzo en la cocina de la cabaña. Habían encontrado, a unos cuantos kilómetros al norte, una pequeña casillita, que antes perteneció a los soldados, con algunas mantas y muy pocos enlatados y espaguetis. Se estaban cansando de los espaguetis, pero en un mundo apocalíptico, al borde de la completa destrucción de la raza humana, no había mucho que exigir.

Glenn entró a la cocina y cerró sus ojos, aspirando el aroma que provenía de una de las olla. Tara lo miró y sonrió.

- Tranquilo, falta poco. -Dijo Tara, manteniendo una sonrisa en su rostro. Glenn salió de su trance y le dedicó una pequeña sonrisa.

-

¿Están haciendo pasta con salsa otra vez? -Glenn arqueó su ceja.- Podría jurar que no huele a la misma salsa de tomate que hemos estado comiendo todos estos días.

- Acércate. -Inquirió Tara. Glenn fue hacia donde estaba Michonne, que se encontraba meneando la salsa, y observó el fondo de la olla.

- Es salsa... de tomate. La misma. -Dijo Glenn decepcionado, mirando a Michonne y luego a Tara. Tara sonrió de nuevo y señaló hacia la ventana. Glenn llevó su vista hacia la ventana y vio a Daryl; degollando a un ciervo. Glenn sonrió ampliamente; su hambre se había hecho mayor.

- Daryl nos ha conseguido algo para acompañar la salsa. -Interrumpió una voz femenina, era Carol. Ella se acercó a la ventana y sonrió levemente.

- Sí, y Carol nos trajo unas hojitas de menta, por eso la salsa huele diferente. -Dijo Tara, sonriéndole a Carol; Carol le devolvió una sonrisita.

- Oh, al fin comeremos algo diferente. Será pasta... pero con salsa... y carne... -Dijo Glenn; sonrió algo melancólico, pero estaba feliz. Hizo un ademán con sus manos indicando que se despedía y dejó la cocina, en ese momento Daryl entró al lugar cargando al animal en sus brazos. Tara sonreía ante la emoción de ver carne, aunque sintió algo de culpa por el pobre animal.

- ¿En dónde lo pongo? -Preguntó Daryl.

- Colócalo aquí. -Carol señaló hacia la mesa y se encontró con los ojos de su compañero, este no apartó la mirada, pero tragó saliva y se quedó inmóvil, en silencio. Carol recordó lo que Daryl le había dicho en la mañana del día anterior cuando se encontraban en la puerta de la cabaña. Carol sentía cosas por Daryl, se sentía bien con él; a pesar de estar en esa situación en la que todos se encontraban, ella era feliz si Daryl estaba cerca.

- Córtenlo. Rápido. Tengo que echarlo a la salsa. -Dijo Michonne, apurada, haciendo que los dos amigos desviaran la mirada.

- Lo haré yo. -Dijo Carol, pasando un mechón de su cabello hacia detrás de su oreja y mirando al los brazos de Daryl que cargaban al ciervo.

- Está bien. -Musitó Daryl, dejando el ciervo en la mesa. Acto seguido, Daryl abandonó la cocina sin despedirse o decir cualquier palabra. Carol comenzó a cortar el ciervo, a despellejarlo y lavarlo para luego echarlo en la salsa.

Luego de haber alimentado a todo el grupo, cada uno decidió tomar un pequeño descanso en sus propios espacios. La cabaña tenía 9 habitaciones, algunos dormían separados y otros compartían habitaciones. Al pasar la media hora de que ya todos estaban descansando, Carol decidió bajar, pues no tenía ganas de dormir, ni de estar en su habitación. Escuchó el sonido de un vaso de vidrio quebrándose y sacó su cuchillo sin pensarlo dos veces. Su preocupación salió porque todos estaban durmiendo en sus respectivas habitaciones, por lo que pensó que podría tratarse de un caminante o un individuo desconocido.

- ¿Quién anda ahí? ¿Quién anda ahí? -Preguntó Carol, histéricamente, apuntando con su cuchillo.

- Cálmate. Soy yo. -Contestó una voz masculina, era Daryl que se apareció en frente de Carol.

- Disculpa, pensé que eras un caminante... -Dijo Carol bajando su cuchillo.

- He roto, sin querer, un vaso. -Dijo Daryl, secamente.

- Lo sé. Lo escuché... ¿Cómo lo rom...? -Carol se interrumpió a sí misma al ver que de la mano de Daryl fluía sangre de forma abundante.- ¿Qué te pasó? -Preguntó alarmada.

- Se me clavó un pedazo de vidrio. Está bien. -Dijo él, dejando su mano libre, como si nada hubiese pasado. Carol tomó su mano suavemente y la observó con cuidado.

- ¿Te duele mucho? -Preguntó ella, ahora viendo hacia los ojos azules de su compañero.

- No. -Respondió Daryl, fríamente. Ella apretó un poco su mano y Daryl soltó un silencioso gemido de pena.

- Eres tan terco. Ven acá. -Ella puso su mano en la espalda de Daryl y lo sentó en una de las sillas del comedor, buscó el maletín de primeros auxilios. Mojó un trapo y comenzó a limpiar suavemente la mano de Daryl, este la miró un momento sin que ella lo notara. Luego de haber quitado toda la sangre que cubría la mano del arquero, procedió a aplicar una pomada en la cortada, que era grande. Amarró unas gasas y una venda en su mano, y la cortada había desaparecido, pero el dolor no del todo.

- Gracias. -Vociferó Daryl, levantando la mirada para ver a Carol; esta le sonrió.- Igual no me dolía. -Dijo con una cara inexpresiva.

- Que seas un hombre no significa que no puedas expresar tu dolor. -Señaló Carol.- Sufrir en silencio es malo... te lo digo por experiencia propia. ¿Por qué insistes en guardarte todo para ti, en ser el rudo de los rudos? -Preguntó acercándose a Daryl. Él se levantó de su asiento y la observó sin decir nada.- Hey, todos estaremos bien. Nadie más morirá. Sé que te preocupas. -Dijo Carol, levantándose y poniendo su mano en la mejilla de Daryl. Daryl desvió la mirada, mirando hacia el infinito. Él amaba esos hermosos ojos azules de Carol, pero por alguna razón no quería mirarlos en ese momento.

Ellos dos eran mejores amigos, para Daryl, Carol era la persona más especial de todo el grupo, aparte de Rick, el cual consideraba su hermano. Daryl sentía como su cariño por Carol crecía más y más, él de verdad la quería y no como amiga, era un cariño diferente. A veces deseaba sólo aferrarse a sus brazos por siempre y sentir como el calor del verdadero cariño llenaba su corazón de alegría, pero no se atrevía a hacer referencia sobre eso que pensaba cada vez que la miraba. Él sintió un poco de tristeza y Carol pudo notarlo en sus ojos.

- Daryl, quiero que todos seamos felices, en especial tú. -Susurró ella, quitando el cabello de la cara de Daryl que cubría uno de sus ojos.

- No puedo. -Aportó Daryl, con la voz más indiferente del mundo.

- ¿por qué? -Preguntó Carol, buscando que Daryl la mirara a los ojos. Daryl la miró y sonrió irónicamente, por unos segundos.

- No lo merezco. -Dijo en voz baja el arquero de hermosos ojos azules. Carol sintió una enorme puntada de dolor en su corazón al escuchar esas palabras.

- Daryl... Daryl, eres un buen hombre, y mereces ser feliz. Haz hecho cosas buenas... por nosotros, todo en tu vida, por lo que has pasado... algún día el destino te lo pagará. -Carol le sonrió.

- No soy un hombre bueno. No me conoces. -Dijo Daryl caminando para salir del lugar, pero mientras se alejó pudo escuchar a Carol susurrar unas palabras.

- Te conozco más de lo que crees. -Dijo Carol, haciendo que el corazón del frío y estoico arquero se detuviera por unos segundos.

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A Broken Man. [Caryl]Where stories live. Discover now