Capítulo 38

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Maratón 2/2

Killiam

Suiza

Llevo un día en esta cabaña con Violett, y no he logrado que me hable en todo este tiempo.

Levanto la taza de chocolate caliente bebiendo un sorbo, y me dedico a obsérvala. Lleva puesto un pantalón de pana negro que se le ajusta en los lugares adecuados, con unas botas de lana cafés y un abrigo de lana del mismo color que las botas, su cabello negro rizado va en un moño alto que hace que su cara se vea más estilizada.

—¿Ya me vas a hablar? — pregunto después de varios minutos viéndola, mientras observa por la ventana la nieve caer. En lugar de contestarme gira más su rostro para darme la espalda —¿Vas a pasar tres semanas ignorándome?

—Si es necesario — su respuesta es fría, pero que simplemente me haya respondido ya es un logro.

—Oh vamos Violett, estoy aquí frente a ti, dispuesto a que nos llevemos mejor y solo me ignoras — me quejo y regresa la cabeza a mi dirección, justo en ese momento sus ojos mieles se encuentran con los míos, y un fuego se enciende en mi interior. Este sentimiento es algo a lo que aún no me acostumbro, lo que ella produce en mí simplemente con verme.

—Te fuiste una semana — habla con fuerza —Me dejaste sola, después que casi me muero o se muere lo que llevo dentro de mí, y ni siquiera te importó — termina de hablar y gira su cabeza.

Suspiro y hago el esfuerzo de entender su coraje, tiene razones para estar enojada.

—Sí me importó, te aseguro que tuve a alguien dándome informes de como estabas — trato de explicar y me siento frente al sofá en el que ella está.

La madera produce un ligero sonido al ser quemada, y es lo único que se logra escuchar aparte de nuestras respiraciones, en toda la estancia.

—No quiero escucharte — se muestra renuente a mi presencia, y ya no sé que más hacer para que me escuche.

—Igual voy a hablar hasta que me contestes — advierto y me levanto rumbo a la cocina para preparar algo.

Nunca pensé que yo estaría en una situación como esta, tratando que la mujer que lleva a mi hijo dentro me hable, peor aún, ni siquiera imaginé que tendría un hijo.

En medio camino hacía la cocina, doy media vuelta y regreso hasta donde ella.

—¿Crees qué para mí es fácil aceptar que voy a ser padre? — le pregunto con un tono amargo —¿Crees qué yo esperaba encontrarte milagrosamente y embarazarte?

—¿Y tú crees que yo sí lo quería? — me devuelve la pregunta en el mismo tono y se levanta del mueble —¿Crees que fui a una maldita guerra donde casi pude morir sabiendo que me ibas a embarazar? — se acerca peligrosamente a mí —Nada de esto yo lo quería, nada. Mi vida es una absoluta mierda. Un día me levanto sin acordarme de nada, y hay un muerto en mi baño, que seguramente yo asesiné—se señala con furia —. Yo nunca, nunca he lastimado a alguien, y me levanté un día siendo una asesina, y Brott utilizó eso en mi contra para programar esa maldita boda, y no solo hizo eso, sino también me quitó el anticonceptivo para que me embarazara de él, pero mírame, estoy embarazada de ti — pasa por mi lado, dejando su olor impregnado en el aire.

Contengo la respiración antes de seguirla —Bien, ninguno de los dos lo queríamos, pero aquí estamos.

—No — niega — Aquí estoy, me dejaste sola y tomaste tu decisión. Yo los iba a abortar, porque vi que no tenía futuro, vi mi mundo negro, como los iba a tener si me tenía que casar con un hombre que no amaba, no tenía otra salida.

ARRITMIA ©®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora