Capítulo 44

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El Monstruo, el ángel y las dos bestias

Chris

Acaricio su suave abdomen y respiro el refrescante aroma de su cuerpo debajo de las sábanas. Hace mucho tiempo no estábamos como ahora, y puedo decir que es lo mejor del mundo volver a la rutina.

—¿Cómo crees que lo llevan Killiam y Violett? — su voz me llega en un susurro, mientras acaricia mi cabello y me levanto para observarla.

Sus ojos grises se iluminan cuando me mira —Te diría que bien, pero yo creo que andan más que eso — respondo, y me acerco para darle un dulce beso.

—Después de que volvieron de la luna de miel, ella se fue con Kaya a vivir con Killiam— me recuerda lo que ocurrió hace unas semanas.

—La familia de ella se va a quedar en Londres—le cuento —. Killiam se ofreció a comprarles una casa, pero tanto Violett como Jorge se negaron, ya que ellos pueden mantener a sus padres sin el dinero de Killiam. Tú la conoces mejor —le explico y me dedica una sonrisa.

—Te debo decir esta vez que, llevo conociéndola el mismo tiempo que tú, recuerda que no tengo memoria —se ríe de mí y recuerdo que es verdad, ella lleva el mismo tiempo que yo conociéndola.

—Me olvidé —explico y me encojo de hombros.

Aún no me acostumbro a que ella es una persona distinta a la que conocí en la guerra.

—Ah, pero no te olvidas de esto— agarra los lados de mi cara y me besa, mis labios cubren por completo los suyos, y tiro de ellos para que me deje entrar a tomar posesión de su lengua.

Un jadeo se le escapa por la presión del beso e inmediatamente me enciendo, porque ella me fascina. Acaricio su cuerpo con mis manos, y bajo besando sus clavículas hasta sus pechos, para darle un beso a cada uno.

—¿Suave o duro? — aprendí que con ella debo preguntar, a veces tengo que ser delicado y otras dar todo de mí.

—¿Trajiste la soga? —ahí está mi respuesta, la primera vez que la amarré no le gusto tanto, pero ahora ya me lo pide.

Le doy un beso antes de levantarme por la soga que normalmente cargo conmigo, es un juego de dominación el que he tenido que enseñarle, pero aún no está del todo acostumbrada a ser una completa sumisa, así que tengo que saber mis limites y siempre preguntar por lo que le gusta y lo que no.

Inmediatamente la imagen de Anahí llena mis pensamientos y esa estúpida posición de sumisa que suele tomar, a causa de su trauma. La alejo de inmediato, porque justo ahora tengo que concentrarme en lo que tengo en frente.

Selma se coloca de rodillas en la cama y estira sus manos para que las ate, pero tengo otra posición en mente.

—Acuéstate — ordeno, porque ya no somos los dulces novios que se andan dando besos delante de todos y se dedican frases dulces, ahorita somos amo y sumisa.

Se acuesta, y subo a la cama de rodillas viendo toda la extensión de su cuerpo, la luz del sol que entra por la ventana le da un ligero brillo a su piel pálida, sus mejillas rosadas se compensan con sus labios del mismo color, y su cabello negro que ha vuelto a estar corto al nivel de su barbilla cae sobre la almohada adornándola.

Agarro sus tobillos y separo sus piernas, para poder ver su rosada entrada, sus labios goteantes y anhelantes que esperan ser sometidos. Doblo sus rodillas y empiezo por amarrar su muslo derecho, doy varias vueltas haciendo el nudo algo ajustado, pero no tanto, luego agarro el brazo del mismo lado y lo amarro contra su pantorrilla para inmovilizarla. Repito la acción con su otro lado.

ARRITMIA ©®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora