Santiago

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Tomé una ducha rápida, al salir me tomé mi tiempo para embarrarme entera de crema corporal y perfume, aquel que se había vuelto mi favorito en una noche que Santiago no podía soltarme, resulta que le encantaba. Me vestí con un suéter que había robado de su armario desde antes de que me fuera y unos jeans con cortes en las piernas de color negro.

Luego me maquillé, algo muy sencillo, usé un poco de labial para resaltar la figura de mis labios y mucho rímel para destacar las largas y rizadas pestañas que tenía y que, sabía de muy buena fuente, que me enmarcaban la mirada de una forma preciosa.

Me pasé la siguiente media hora caminando sin sentido alguno en la sala de mi casa, mirándome al espejo para asegurarme de estar perfecta para cuando llegara él, me aseguré de no tener ni una sola pelusa sobre la ropa, una sola arruga podría arruinarlo todo, él es de las personas que nota esas pequeñas cosas, siempre se fija en los detalles.

Sonreí. 

Por fin escuché su auto al llegar y, en vez de fingir que estaba esperándolo paciente sentada en el sofá, salí corriendo.

Acababa de apagar el auto, se quitó los lentes de sol estilo aviador y volteó, me miró y sonrió, por lo que no pude evitar suspirar. Advertí sin querer la presencia de terceras personas...

¡Mierda!

¿Por qué tienen que estar aquí ahora? Resoplé. No tengo nada en contra de mi vecino, Mason ¿Pero qué está haciendo aquí el idiota de Biersack y por qué están riendo tan alegremente en vía pública?

Mason me saludó con la mano y yo le devolví el gesto, pero Andy se quedó frío, mirándome fijamente, pero luego su mirada pasó a ver algo a un lado de mi.

- Bonita. - Me llamó y yo volteé rápidamente para verlo parado justo en frente de mi, no me di cuenta de en qué momento se bajó del auto.

- Tiago. - Sonreí, me puse nerviosa y ni siquiera sé porqué. Miré a Andy de reojo, que volvía a tener su mirada sobre mi. - Tardaste mucho.

- Estaba a punto de tomar un avión. - Sonrió.

- ¿Qué? - Ay, no. - Pero...

- No tienes de que preocuparte, ¿Si? - Me acarició el rostro y me puse aún más nerviosa, sacudí la cabeza levemente.

- Está bien. Entremos. - Le sonreí y él a mi.

Cerré los ojos y enfilé de vuelta a casa, Tiago entró después de mi y cerró la puerta.

Ahora podía respirar un poco más tranquila.

- ¿Cuál era la emergencia? - Ladeó levemente la cabeza.

- ¿No hay un abrazo? - Como siempre, estaba embelesada por lo guapo que es. Sus ojos verdes me miraron con una calidez que me hizo temblar en mi sitio.

- Bonita. - Agachó la mirada. - Siempre hay un abrazo para ti.

Se acercó a mi y pasó sus manos suavemente por mi cintura para luego estrecharme contra si y atraparme en un cálido abrazo, yo subí mis brazos a su cuello y afiancé el precioso acto.

- Vamos a hablar arriba. - Me levantó tomándome por la cintura con un sólo brazo, colocando una pierna a cada lado de su torso, a pesar de que grité y me reí por la impresión, me encantó que lo hiciera...

Extrañaba que lo hiciera.

Llegamos a mi habitación y me dejó en la cama con una facilidad que yo envidiaba de él. Se quitó los zapatos y nos cobijó a ambos, me abrazó por la cintura y me dio un beso en la frente.

Algo que siempre admiré de Santiago - Aparte de su increíble talento. - es lo intimidante que es. Quiero decir, el tipo sabía que era un galán con una belleza que parecía tallada por un gran artista como él y por eso es que antes de conocerme era un seductor desalmado. Por Dios, hasta yo que le detestaba había ya dado suspiros por él. Muy aparte de ello, sus gestos, la forma en la que se mueve, aún en su momento más descuidado sigue siendo tan elegante, pero tan desenfadado al mismo tiempo.

La Mujer del Destino [Andy Biersack y Tú]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin