LXXXIV Eso no es deporte

17.4K 1.4K 442
                                    

Sam se levantó temprano. Anduvo a hurtadillas por la habitación para no despertar a Vlad. Le dejó una nota en la mesita de noche avisándole que saldría de compras. Su novio necesitaba ropa. Prendas sobrias como usualmente usaba, algunas casuales y otras que a ella le gustaran. Se dio una vuelta por la tienda de disfraces para adultos también.

Horas después entraba al hall del hotel cargada de bolsas. Saludó a las recepcionistas ataviadas con túnicas blancas a la usanza griega y caminó hacia los ascensores. Un hombre apareció en su campo de visión y se le interpuso.

La radiante sonrisa que lucía Sam desde que se despertara entre los brazos de Vlad se desvaneció como un suspiro.

—Samantha… Estás viva.

La sorpresa en el rostro de Markus era tanta como la que había en el suyo, como si hubiera visto un fantasma.

—¿Por qué no lo estaría? La señora sólo me dio unas vacaciones. —Pulsó el botón para llamar al ascensor.

—Nunca contestaste las llamadas del amo Vlad y te perdimos el rastro.

—Mi teléfono se descompuso y estaba enfadada con él. ¿Por qué estás aquí? ¿Viniste a buscarme?

—Lo estoy buscando a él, tuvo otra fuga.

Los dotes actorales de Sam hicieron su aparición. Fingió sorpresa y juró no saber nada de Vlad. Tenía los dedos cruzados así que no se sintió culpable por su descarada mentira.

—¿Cómo me encontraste a mí? —cuestionó.

—Volviste a usar tu teléfono —Miró las bolsas de compras, algunas de ellas con la marca de distinguidas tiendas de ropa para hombre—, y tu tarjeta bancaria... Así que no sabes nada de él.

—No, yo… De hecho estoy intentando dejar todo lo relacionado con los Sarkovs atrás, no quiero acabar como Ardelia. —Las puertas se abrieron y entró al ascensor.

—Si es así, entonces deja de mentir y dime dónde está. —Entró también justo cuando las puertas se cerraban.

—¡Sal de aquí o voy a gritar!

—Esto no es un juego, Samantha. No seas estúpida y dime dónde está. ¿Lo escondes en este hotel? ¿Cuánto crees que me tardaré en que mis hombres entren y rastreen cada habitación hasta encontrarlo? Eso no será bueno para la reputación de tu familia y de sus hoteles.

—Markus, ya te dije que no sé dónde está.

De un manotazo él le arrebató una de las bolsas y vació su contenido. Cayó un disfraz de hombre policía, con todo y esposas.

Sam dio un grito ahogado.

—¡¿Te estás aprovechando del amo Vlad ahora que está desmemoriado?! —La cogió de las ropas, empujándola contra el fondo del ascensor—. No eres la primera que lo intenta. Si le hiciste algo, lo lamentarás.

Él no era un Sarkov, pero asustaba tanto como ellos. La soltó y sacó su teléfono.

—Está aquí. Que los equipos tácticos entren, usen la fuerza si es necesario.

—¡No, no lo hagas! Espera, por favor —suplicó Sam.

Equipo táctico se oía como militares. Los imaginó descendiendo desde helicópteros, bajando por cuerdas desde el techo abovedado del hall, lanzando bombas de humo y arrasando con las estatuas griegas y todo a su paso.

—Que se preparen, espera mi señal —dijo Markus al teléfono—. Habla —ordenó a Sam.

Ella no tuvo opción. Presionó el botón de su piso y lo llevó hasta su habitación.

Prisionera de Vlad SarkovWhere stories live. Discover now