XCIII Nuevos planes

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Sentado en su trono, eso pensaba Vlad del asiento de su oficina, oía los detalles de su agenda de la semana. Lo más próximo era una reunión a las tres de la tarde. Una aburrida reunión como tantas otras. No importaba. En su empresa no se movía un papel sin que él lo supiera, sólo allí todo ocurría como él deseaba y nadie obraba a sus espaldas. Allí él tenía el control.

Y cuando algo no salía como él quería, se encargaba de que el resto lo lamentara, así lo sabía muy bien Elisa, que había sufrido una considerable reducción de su salario por hablar de más. Era su responsabilidad por no haberle dicho que mantuviera su ausencia en reserva. Le descontaría sólo por tres meses, con eso aprendería.

—Ayer fue la reunión entre su padre y el grupo Inver —informó ella.

Estaba de pie junto a su escritorio, tan pulcra y perfecta como siempre. Tan bien informada como siempre.

—De los tratos con Inver se encarga mi madre ¿Por qué buscarán a mi padre ahora?

—Oí que están desarrollando un nuevo material conductor, pueden estar buscando socios. Averiguaré los detalles para usted.

No era necesario pedirle que fuera discreta, Elisa era ejemplo de aquello, salvo por el último incidente. Ni siquiera hacía ruido al caminar. Tal vez en realidad era un ninja. La idea le hizo gracia.

—¿El CEO de HCT regresó de sus vacaciones?

—No, señor. Compró un pasaje en un crucero. Estará en el mar al menos dos semanas, a menos que haya mal tiempo en el mediterráneo. En ese caso estaría de regreso en una.

Fantástica. Tal vez debía llevársela a la mansión y ponerla a investigar a sus padres. La idea volvió a hacerle gracia. Debía ser que estaba de muy buen humor. Ya se la imaginaba trabajando junto a Markus. Quizás y hasta se podían volver novios, así a la pobre mujer se le quitaría la amargura plasmada en su cara.

—Quiero que hagamos una oferta para adquirir SEVT company. Sé que HCT iba tras ellos, no se atreverán a dar otro paso con su CEO fuera. Es el mejor momento para una expansión agresiva.

Qué seductora se le hizo esa palabra. Bajo ciertos parámetros, la agresividad podía ser muy sugerente. La agresividad como motor, como impulso para la acción, como demostración de supremacía y control. Los números en su cabeza fueron desplazados por imágenes de Sam y los juguetes. Se le ocurrieron muchas ideas lujuriosas para poner en práctica por la tarde.

¿Cuándo había sido la última vez que estuvo pensando en sexo durante su jornada laboral? No lo recordaba. La idea también le hizo gracia.

La puerta de su oficina se abrió bruscamente. Ella se precipitó al interior como traída por un huracán. A Elisa se le cayeron las carpetas que sostenía y las hojas se desparramaron por el suelo. Sus reflejos de ninja habían sido completamente anulados por Antonella.

—Hola, Vlad. Usé la credencial que me diste para que nadie me ponga mala cara al venir. —Sacudió la credencial que colgaba de su cuello ante Elisa, que estaba arrodillada en el suelo recogiendo los papeles.

En su rostro indiferente se vislumbraron ciertos indicios de irritabilidad.

—Elisa, déjanos solos —pidió Vlad.

Le pareció oír un pequeño ruido atribuible a sus pisadas al salir. La puerta no hizo ninguno al cerrarse, eso estaba bien.

Antonella avanzó hacia él, con sus bronceadas piernas expuestas casi en su totalidad bajo el corto y ajustado vestido. No se reservaba nada, estaba jugando todas sus cartas para tenerlo baboso y en la palma de su mano. Y su cuerpo anatómicamente admirable y esculpido a mano era la herramienta perfecta para ello.

Prisionera de Vlad SarkovWhere stories live. Discover now