Capítulo 4

117 23 43
                                    

Leire es una entusiasta de Bob Marley. Con las ventanas del coche bajadas y el volumen de la música a tope, estamos cantando a pleno pulmón Could you be love. Nuestra compañera conduce sin prisa, moviendo la cabeza y sujetando con los dedos de la mano izquierda un cigarrillo encendido. De vez en cuando le da una calada. El pitillo se consume rápido porque deja la mano colgando fuera, para que no entre el humo.

—¡Me encanta esta canción! —grita Bruno, intentando hacerse oír sobre el volumen de la música.

Va de copiloto y no deja de marcar el ritmo golpeando los dedos en la guantera. Es tan alto que su cabeza casi toca el techo. Elsa, Nadia y yo estamos apretujadas en los asientos de detrás. Hace rato que los demás coches del equipo nos han dejado atrás, Leire conduce muy lento.

Cuando las últimas notas de la melodía se van apagando, la rastafari baja un poco el volumen.

—Sin Bob Marley el verano no sería lo mismo —afirma Leire.

—Pero ¿no es más como música de playa? —cuestiona Nadia.

—No. Bob Marley es universal e intemporal.

—Cualquier momento es bueno para escuchar esta música, te contagia de buen rollo —intervengo.

—Exacto —reafirma Leire—. Y hablando de buen rollo. ¿Qué coño ha sucedido con vosotras dos dentro del abrigo?

Elsa y yo nos miramos con una sonrisa radiante.

—Elsa y yo hemos hecho nuestro número de risa diabólica —explico—. El eco de la cueva ha hecho lo demás.

—¿Todavía seguís con esto? En el instituto, hubo una época que lo hacían cada dos por tres —añade Nadia poniendo los ojos en blanco.

Mi sonrisa se ensancha un poco más. Tiene razón, durante un tiempo exportamos el número en el instituto.

—Era como si se hubiera despertado un gigante enloquecido —se ríe Bruno.

—¿Y qué ha pasado con Jax? —pregunta Leire.

—Nada, nos lo ha dejado hacer y se ha reído de nuestra majadería —responde Elsa.

No sabía que Jax se hubiera reído, más bien lo imaginé lanzando rayos perforadores con los ojos.

—Eso es raro, viniendo de él. Se pone todo serio y quisquilloso cuando está excavando. Pero quiero decir, ¿qué ha pasado contigo, Aitana? Parecía que os ibais a arrancar la ropa de un momento a otro.

—¿Qué? —me sale la voz floja y quebrada. ¿Cómo puede sacar esta conclusión de nuestro momento de tensión?

—Sí, ha sido raro Tany. ¿Ha pasado algo con él? —pregunta Elsa con coquetería. Ella sabe que no. Hemos estado juntas todo el tiempo, pero sé que le gusta meter cizaña.

—No ha pasado nada. Es un chico raro y algo borde... No quiero meterme en problemas con él.

—Solo te vas a meter en problemas si flirteas con él —dice Leire mirándome a través del retrovisor—. Jax es un buen tío, como amigo. A veces es borde, cierto, pero es parte de su encantadora lunática personalidad. Pero si empiezas a mariposear a su alrededor, vas a caer como una mosca. Y luego tendrás que volver a levantarte. Lo he visto muchas veces. Es guapo, lo sabe y lo utiliza. Yo ya os he avisado.

—No estoy mariposeando a su alrededor —refunfuño.

—Aitana no mariposea —me defiende Elsa—. No es de este tipo de chicas. Pero yo sí lo soy —añade con entusiasmo—. Y creo que me inclino por Isaac.

Huesos milenarios [COMPLETA]Where stories live. Discover now