Capítulo 8

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—¿No vas a preguntar nada? —pregunta Jax.

Compartimos una mesa de dos en el mismo bar de ayer. Manteles de cuadros rojos y negros cubren las menos de diez mesas que tiene el local. Es pequeño y rústico, decorado con elementos campesinos. No creo que la decoración siga ningún estilo en concreto, tiene pinta de estar así desde siempre.

Los dueños son un matrimonio de mediana edad que nos está tratando muy bien. Creo que todo el pueblo está pendiente de «los arqueólogos que excavan las tumbas», el local está bastante lleno y los ocupantes de las otras mesas de vez en cuando nos observan y cuchichean.

—No —respondo sin dejar de masticar mi ensalada de arroz.

¿Me tiene curiosa lo que ha pasado? Sí, por supuesto. Pero no tengo la intención de preguntarle nada.

—¿No?

—No, Jax. Te lo dije. Estoy aquí para excavar, nada más.

Jax entrecierra los ojos; hoy me he fijado que los tiene de color marrón oscuro, como de chocolate negro caliente. Su piercing se levanta un poco con el movimiento. Es un bastoncillo metálico con una bola a cada extremo que le cruza en diagonal el final de la ceja. Incómoda por la atracción que siento por su mirada, desplazo mi vista hacia su hombro izquierdo; terreno también incómodo, pero ahora mismo más seguro. Sí, definitivamente la luz ha crecido.

—No es fácil entender el cerebro de las chicas.

—¿Cómo?

—Que no es fácil entenderos, a las chicas. Mi hermana, la que más.

—Vale.

—¿Me vas a contestar con palabras secas todo el rato?

—Puede.

Mis labios se curvan hacia arriba e intento disimular mi sonrisa metiéndome otra cucharada de arroz en la boca. Le estoy molestando y me doy cuenta de que esto me gusta. Hasta ahora ha sido él el que me ha estado fastidiando a mí.

—De acuerdo, voy a probar con otra pregunta: ¿todavía estás enfadada por lo de ayer?

Me atraganto, su pregunta me ha tomado por sorpresa. Ayer tuvimos un par de discusiones, así que tampoco sé a cuál se refiere.

—¿Hay algo concreto que te haga pensar esto? —pregunto después de aclararme la voz.

Ahora es él quien se ríe mientras sacude la cabeza. Toma un bocado de sus albóndigas con sepia y se toma su tiempo antes de contestar, masticando con lentitud, sin apartar su mirada de la mía.

—Vamos a ver, pequeña escurridiza. Tú y yo pasaremos casi una semana entera trabajando juntos y, como tú, yo tampoco quiero complicaciones.

—En esto estamos de acuerdo —murmuro.

—Bien, pues qué te parece si olvidamos lo que pasó ayer, lo que pasó el lunes y lo que sea que creas que pasó en otros momentos. Tabla rasa.

Lo de ayer lo pillo, lo del lunes se refiere a lo de escuchar a escondidas su conversación con Val. Lo demás... Supongo que él también se ha dado cuenta de que han ocurrido momentos incómodos y raros entre nosotros.

—Está bien. —No creo que pueda olvidar lo que ha pasado, pero puedo intentar estar menos a la defensiva—. Pero si empezamos de cero, significa que no te conozco de nada, así que no vale hacer preguntas incómodas como las de antes.

—Vale, hecho —dice Jax con una sonrisa de satisfacción.

Nos quedamos un rato en silencio masticando nuestra comida. La puerta del bar se abre y entra un grupo de revoltosas chicas jóvenes. Toman la mesa vacía más próxima a la nuestra. Cuando se sientan, empiezan a cuchichear echando ojeadas a Jax.

Huesos milenarios [COMPLETA]Where stories live. Discover now