Tos

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Me comenzaba a parecer irritante la tos del pelirrojo

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Me comenzaba a parecer irritante la tos del pelirrojo. Parecía que en cualquier momento expulsaria un pulmón.

Mori nos había enviado a una misión. Lo de siempre, algo fácil y rápido. Ir a un almacen en medio de la nada, encontrarse con los proveedores de armas, traicionarlos, matarlos, y quedarnos con las armas. El jefe pudo haber enviado a cualquier otro a hacer el trabajo, pero le gustaba molestarme.

La misión podría ser más sencilla si tan sólo Chuuya estuviera saludable.

—¿Podrías callarte?—me queje, no podía concentrarme, cada que tosia era inevitable mirarlo para ver si su tos se había vuelto lo suficientemente grave como para que sangre empezara a salir de su boca.

Sacudi la cabeza ante la imagen.

—Per—no pudo terminar de decir la palabra cuando la tos lo volvió a interrumpir.—don.

Estoy orgulloso de decir que rara vez se me escapaba algo, y la repentina tos que llevaba atacando al pelirrojo desde la mañana no fue la excepción. No obstante, no podía concentrarme en eso en este momento.

Si los proveedores se daban cuenta de que Chuuya estaba aquí —o simplemente alguien además de mi — se darían cuenta de la trampa y las cosas se complicarían más.

Le di a Chuuya la indicación de esconderse y esperar detrás de un arbusto, el obedeció tratando de no toser.

Caminé hasta el almacén y abrí la puerta con absoluta confianza de que no me dispararian aún.

—Buenas noches, caballeros.—saludé,  si sabía cuan extraño era hacerlo en estas circunstancias.

—¿Traes el dinero?—preguntó el hombre que parecía al mando de la operación.

No eran muchas personas las que lo rodeaban, unos ocho como máximo, no sería difícil para Chuuya acabar con ellos.

—Sí—levanté el maletín plateado que se suponía cargaba el dinero. En realidad, el maletín estaba lleno de dinero falso dibujado por la gran artista Elise.— ¿Ustedes traen las armas?

El lider rió e hizo una seña con la cabeza para que sus subordinados pusieran grandes cajas frente a mi. 

Revisé una de las cajas antes de entregar el maletín. 

En cuanto lo deje en manos del lider, apreté el botón que se encontraba en mi bolsillo, mandando una señal a Chuuya y a mis subordinados para que entraran.

El hombre abrió el maletin emocionado, a la vez que sus hombres dirigían sus manos a sus armas, supongo que para dispararme.

—Oye, estos billetes se ven rar-—fue interrumpido por Chuuya y mis subordinados.

En ese momento, los hombres que acompañaban al traficante comenzaron a disparar.

Chuuya regresó las balas sin moverse un solo centímetro, pero en un ataque de tos, una bala pareció rozarle, no alcancé a distinguir que tan grave fue el daño. Mis subordinados se las arreglaron para llegar hasta las armas para poder cargarlas hasta la cede.

Gripe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora