23 No Ve Lo Que Se Le Viene Encima

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Seth salía de su casa cuando vio cuando Jacob trajo nuevamente a Bill a la reserva. Algo andaba mal y no creía que fuese únicamente la enfermedad de Edward. Intento hablar con él pero su amigo fingió no escucharlo.

- Perdón Billy — susurro para sus adentros y entro a la garaje — pero solo serán un par de horas

Empujo la moto fuera del garaje y se encamino hacia la parte de atrás de la casa. Iba a ir más despacio en moto que a pie, pero resultaba más discreto. Se preguntó cuánto tiempo iba a necesitar Billy para impulsarse hasta la tienda y telefonear a alguien capaz de darle un recado a Sam. Apostó a que éste seguiría todavía con su forma lobuna. El problema podría plantearse si Paul regresaba a casa de Billy antes de tiempo. Él era capaz de transformarse en cuestión de un segundo e informar a Sam de lo sucedido...

No iba a darle importancia. Iría lo más rápido posible y ya haría frente a ese problema cuando no le quedara otro remedio, si le daban alcance. La moto cobró vida en cuanto dio una patada al pedal y descendió la vereda embarrada sin mirar atrás cuando pasó delante de la casa.

Los automóviles de los turistas atestaban la autovía. Una sucesión de adelantamientos por ambos lados del carril le permitió pasar a los vehículos, y le granjeó una buena serenata de bocinas y el saludo de unos cuantos dedos corazones. Enfiló hacia la 101 a setenta por hora sin molestarse en mirar a los lados y tuvo que inclinarme hasta la línea de equilibrio para evitar la embestida de una pequeña furgoneta. No es que eso lo hubiera matado, pero sí lo hubiera demorado, pues los huesos tardaban días en soldarse del todo, al menos los grandes, como bien lo sabía.

El tráfico era algo más fluido en la autovía, de modo que subió a ochenta. Seth no tocó el freno hasta hallarse cerca del estrecho camino de entrada. Supuso que para entonces ya estaría a salvo. Sam no iba a venir tan lejos para detenerlo. Era demasiado tarde.

Redujo a veinte y avanzo haciendo eses entre los árboles con más cuidado del necesario. Iban a oírlo llegar, lo sabía. Quizá ya lo hubieran hecho, pero pensaba que las cosas podían salir bien, ya que lo único que quería era ver a sus amigos. Por eso, se limitó a caminar hasta la entrada de la casa.

El paseo desembocó en un prado, donde recibió en pleno rostro el impacto de un hedor a putrefacción similar al de tomates podridos. Puaj. ¿Cómo Jacob podía besar eso? El amor.

No estaba muy seguro de qué esperar, pero no había indicio alguno de vida en torno a la gran cripta blanca. Por supuesto, todos estaban al tanto de su presencia en el lugar.

Apago el motor y aguzo el oído en el silencio. Percibió una nota de tensión y enfado en los murmullos que se levantaron al otro lado de la entrada. Había alguien en la casa. Sonrió al oír su nombre

Respiro hondo y apuró una bocanada de aire puro, sabedor de que dentro iba a ser peor, y se plantó en las escaleras del porche de un brinco. El doctor abrió la puerta sin darle ocasión de que llamara, y permaneció en el umbral, mirándole con gesto grave.

- Hola, Seth — saludó con más calma de la que había esperado —. ¿Cómo estás?

Tomó algo de aliento por la boca, ya que por la abertura de la puerta entreabierta se filtraba una pestilencia abrumadora. El recibimiento de Carlisle no le dio buena espina.

- No quisiera molestar — dijo el chico — pero...

- Esto, Seth, éste no es el mejor momento, de verdad — el medico parecía incómodo también, pero no del modo que era de prever —. ¿Podemos encargarnos de esto más tarde?

- Solo quiero hablar con Jacob — dijo Seth — es urgente

- Jacob... ira... — dijo Carlisle

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