056. »final

159K 10.7K 3.3K
                                    

Parte eliminada por cuestiones de dolor de cabeza intenso. Gracias por su atención.


.•*'•.¸¸.•*'¨'*•*'•.¸¸.•*'¨'*•*'•.¸¸.•*'¨'*•*'•.¸¸.•*'¨'*•*'•.¸¸.•*'¨'*•*'•.¸¸.•*'¨'*•*'•.¸¸.•*'¨'*.•*'•.¸¸.•*'¨'*•


Me levante temprano, como ya es costumbre, para ir al colegio. Después de darme una ducha rápida, decidí ponerme un lindo vestido color gris: tenía un gran presentimiento de que hoy sería un gran día y, como mi madre dice ''sí es un buen día, hay que tener una excelente cara''. Bueno, con mi cara no podría hacer mucho, pero si con mi atuendo.

—¿Qué te causa tanta risa, Su? —pregunto mi madre al verme bajar las escaleras, riendo suavemente por mi anterior comentario mental.

—Por nada, mamá —negué con la cabeza y le sonreí, a lo que ella sonrió de vuelta.

—Estás muy feliz, cariño. Y muy bien vestida para ir al colegio un Lunes,  ¿pasa algo que no sepa? —enarco ambas cejas y yo bufe, divertida.

—Tuve un presentimiento, solo eso. Aparte, el día está muy lindo, ¿no lo crees?

¿La verdad? Prefería cambiar de tema por dos razones 1) no tenía idea de que podría decirle si ella me preguntaba ''¿qué clase de presentimiento?'' y 2) se me hacía tarde si es que quería pasar al café hoy. Así que, me despedí de mi madre y tome mi mochila, saliendo rápidamente de mi casa. Niall me había sugerido ir más temprano al café para ver si podía averiguar quién era el misterioso E. que tanto suspenso había dejado en mi vida desde su primer nota.

Y justo eso hice: llegue agitada al café, abriendo la puerta de este de golpe, asustando a unos cuantos comensales. Me disculpe con la mirada con cada uno y caminé a la barra con paso tranquilo.

—¡Hey, Marco! —salude jadeante al  chico que me entregaba el café gratis desde ya hace tiempo. Éste levanto la vista con una sonrísa, la cual se borro al verme, dando a aparecer unos grandes ojos abiertos como platos.

—S-¡Su! —exclamo, dejando un plato de ricas donas en la mesa. Las desventajas de irse sin desayunar, por supuesto.

—Marco —fruncí el ceño—. ¿Pasa algo? —enarque una ceja al notar su nerviosismo.

—¿Pasar? ¿Algo? —bufo—. Para nada... —volteo los ojos a la ventanilla de atrás, entregándome la sonrísa más falsa que había visto alguna vez  y corrió a la cocina, dejándome con la palabra en la boca. Gruñí y me volteé, mirando las donas. Necesitaba comer algo.

Estiré mi mano, decidida a tomar una de esas deliciosas rosquillas pero el grito alarmado de alguien y un manotazo me detuvieron.

—¡Hey! —me queje, frunciendo más el ceño—. ¿Qué pa-...?

—No son tuyas —Marco levanto ambas cejas.

—Oh, vamos, sólo una —mordí mi labio, estirando mi mano de forma vacilante hacia una dona glaseada y con chispas de chocolate blanco, siendo interrumpida nuevamente. — Pero...

—Nada, deja —otro manotazo.

—Vamos, sólo u-...

—No.

—Marco, yo...

—No.

—¡Bien! Entonces dame una dona.

—¿La pagarás? —una sonrísa junto a unos ojos esperanzados hicieron presencia en el rostro de Marco.

—Claro que sí. Sí pudiera, también pagaría el café —le guiñe un ojo, a lo que él hizo una mueca de desagrado. Rodé lo ojos—. Sólo dame la maldita dona y ya —dije, dejando un par de monedas sobre la mesa, tomando la dona que él me tendía.

El chico del bus. || h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora