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Por primera vez, la libreta de cosas por hacer de Bang Chan está vacía.
Le gustaba pensar que estaría ocupado, sin tiempo, sin gastar los minutos en efímeras tareas no puntuales como beber un café o tomar un paseo. Le gustaba estar ocupado y ser productivo. Le gusta, es solo que la palabra “productividad” ya no tiene el mismo significado.
Para él, ser productivo era hacer todo aquello que le generara ganancias monetarias a futuro. Estudiar, practicar en el piano más de 6 horas al día, componer canciones noches enteras sin descanso... Hoy ya no es así. Ser productivo hoy significa hacer todo aquello que le haga bien, que lo nutra, de cualquier manera. Y es que nunca pensó que lo más productivo de su vida sería darle clases de piano gratis al hijo de la amiga de su padre.
— Lo hiciste bien — halaga cuando JeongIn termina por primera vez una canción entera. Y el menor lo mira preocupado, ¿de verdad lo ha hecho bien? Siente como si se hubiese tardado 30 minutos en una pieza de 3.
— Gracias, Chan hyung.
Lo único que Bang necesita como recompensa es esa sonrisa que al menor se le escapa cuando es halagado por su trabajo. Es todo lo que quiere ver, hoy, mañana y siempre.
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Changbin está asustado. Se asusta por Minho, porque probablemente las cosas vayan a derrumbarse justo ahora. Y no quiere, ¿quién querría?
Se mantiene de pie justo al lado de la puerta trasera del café, viendo cómo Minho ha llegado antes por una vez en esos largos y preciosos meses que han pasado juntos. Le preocupa. Le preocupa porque sabe que no puede llegar antes, que tiene algo que hacer, siempre. Y si ha llegado antes es porque eso que tenía que hacer ya no está...
