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Rosas rojas decoran tu tumba.
Los copos que del cielo caen, poco a poco las llenan de escarcha, pero ni el blanco puro de la nieve es capaz de esconder el bermellón de sus pétalos quebradizos.
Marchitos.
Flores muertas, eso es lo que son, pero su bermellón se mantiene igual de vivo, más vivo que yo.
Estoy aquí, botella en mano y con el dolor en el corazón, con el pecho subiendo y bajando, con un ritmo mecánico, como un reloj.
Ojala poder dar cuerda atras a las manecillas del tiempo, tal vez así podría haber...
No, no existe el haber, solo penas y ruegos.
Y aquí te ruego yo, el único de nosotros que realmente fue un pecador, yo, te ruego, te ruego yo—
Oh, perdoname hermano mío, fue egoísta de mi parte, fue egoísta querer ser dueño de los pétalos de aquellas dulces rosas blancas, pálidas como tú piel, y con esa embriagante fragancia, que me embriagaba mas que el licor de la botella, con ese encanto único que solo creo que podría pertenecer a ti.
Rosas como tú, quise poseerlas, como un día deseé poseerte a ti.
Cometí un error, y ahora ya no poseo nada.
En este mundo rojo, solo aquí, tirado en la fria nieve junto al sepulcro, que por más que caigo no puede ocultar mis penas ni pecados, y tampoco a tu memoria en este mundo, solo puedo rogar por tu perdón.
Perdón por mi egoísmo.
Perdón por mi cobardía.
Perdoname por no cumplir mi promesa, metí mis manos en el zarzal, pero...
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