Vuelta a Hogwarts

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—Necesitamos a alguien que nos enseñe un plano del castillo. Cuando estuvimos allí no pudimos observar mucho y ahora somos menos, por lo que la información ha quedado fragmentada. Hemos sido traicionados por algunos Carroñeros. Intentaron agredir al que es nuestra guía. —explicó Fenrir al Lord.

Parecía que estaba pensando cómo actuar en esa situación. Greyback le había sido de mucha ayuda y no desconfiaba de su lealtad, pero tampoco creía que sus palabras fuesen del todo ciertas. Bellatrix no dejaba de hablarle mal de ese sucio licántropo, pero desconocía si eran celos al verse opacada por la ferocidad de esa bestia.

Fenrir en cambio se mantenía estoico, camuflando todos los pensamientos opuestos a lo que había dicho.

—¿Y qué ocurrirá si os atacan el resto de Carroñeros? Tú mismo lo has dicho, intentaron agredir a Draco.

—El chico tendrá un guardián en todo momento. Además, como seguridad, hoy cambiaré de zona. Ninguno sabe la procedencia, sólo yo. Los apareceré allí y nadie podrá irse de la lengua.

Voldemort asintió ante su petición.

—Ve a por él. —Fenrir hizo una reverencia y se dirigió a la salida—. Greyback, si el chico no vuelve...

—Pagaré con mi vida cualquier tipo de error, pero no ocurrirá, señor. —El hombre lobo se marchó directo a la habitación de los Malfoy.

Draco estaba sentado en la repisa de la ventana, con la cabeza apoyada en el marco. Se había quedado dormido toda la noche. El cansancio era evidente y su malestar había aumentado durante toda la semana. Se veía más pálido y sus padres no dejaban de estar preocupados. Unos toques en la puerta provocaron que Lucius fuese a abrir.

—Dile a tu hijo que se prepare. Me lo llevo. —ordenó Fenrir.

—Llevártelo, ¿dónde? —preguntó Narcisa agarrando los hombros de Draco, que había girado su cabeza para observar al hombre.

Fenrir directamente se acercó a Draco obviando la presencia de los mayores y le tiró una mochila básica.

—Coge cosas suficientes para tres días. No te cargues con cosas innecesarias.

—¡¿Quién te crees que eres para ignorarnos, sucia bestia?! —gritó Lucius—. Para dirigirte a mi familia deberías postrarte ante nosotros. Los sangre pura no deberíamos tratar con seres como tú.

Draco observaba a su padre, con dolor por sus palabras. ¿También le dirían algo así si se enteraban que había sido mordido? Un chasqueo de dedos frente a sus ojos le hicieron moverse. Empezó a meter algunas mudas en la mochila, lo imprescindible como le había ordenado Fenrir.

—¿Quieres discutir con el Lord sobre sus decisiones? Pues ve y que tu querida esposa sangre pura llore sobre tu cuerpo muerto. Ahora cállate. —dijo la "bestia" entre dientes.

Narcisa aguantaba las ganas de llorar. No sabía dónde llevarían a su hijo ni para qué. Desconocía si volvía a ser un castigo, aunque no había ocurrido nada para pensar que lo sería.

—Cuida a mi hijo, por favor. Él no se encuentra bien, necesita un poco de reposo. No quiero que le ocurra nada malo. —rogó Narcisa llevándose una reprimenda de su marido por pedirle algo a un ser inferior.

Fenrir la observó en silencio, hasta que Draco salió del cuarto.

—Tu hijo estará a salvo.

Cerró la puerta y caminó hacia la salida, sabiendo que el chico le seguía sin preguntar nada al respecto. Suponía que algo sospechaba, tampoco era estúpido. Una vez fuera, cogió su brazo y desapareció con él.

Sangre de loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora