Los planes

417 46 2
                                    


Draco abrió la puerta de la ducha, acostumbrado a ducharse en un par de minutos para no ver a los otros reclusos. Sentía mucho miedo llegado ese momento. Ese día había sido más extraño. Había sido llevado justo detrás del resto, ellos le miraban con odio, con rabia. Sabía que estarían golpeándole en ese mismo momento si los aurores no estuviesen. Longbottom no había vuelto a aparecer. Lo que daría porque estuviera allí con él.

Se sorprendió al notar que no había un auror custodiando su puerta y con cautela se asomó, percatándose que tampoco había auror controlando al resto. Su corazón comenzó a latir con fuerza, haciéndole encogerse de dolor y pánico. La respiración había pasado a ser rápida y torpe. No podía creerlo. Los aurores debían estar cerca.

Miró la puerta de salida y sopesó sus posibilidades. Si salía corriendo y le pillaba un auror, parecería que intentaba fugarse y no sabía qué le ocurriría entonces. Si se quedaba, el resto acabarían dándose cuenta que ningún auror se encontraba allí, entonces irían a por él.

Abrió todo lo que pudo la puerta de la pequeña ducha individual, escondiéndose tras ella en el pequeño rincón que quedaba. Llevó una de sus manos a su boca, callándose, obligándose a hacer el menor ruido posible. Si el resto no le veía ahí, quizá pensarían que ya se habría marchado, como solía pasar.

Comenzó a escuchar el jaleo que se montaba en las duchas compartidas. Apretó su espalda en la pared, tanto que dolía. Unos pasos se acercaban a la solitaria ducha. Pasos que no eran de auror, puesto que eran descalzos.

«Fenrir, por favor...».


El hombre lobo veía aburrido el mapa de la celda de Draco, rodeada de muchas más.

«Con lo sencillo que sería entrar allí y arrancarles la cabeza a todos». Llevaban dos días formando un plan absurdo para sacar al rubio de allí. «¿Y luego qué? ¿Pretende que el Ministro lo deje de buscar? Está claro que no le dejará ir».

—Gracias. —dijo Harry a un búho que le había llevado una pequeña nota. El rostro del auror cambió a uno muy serio.

—¿Qué era eso? —preguntó Fenrir viendo como el chico escondía la nota en un bolsillo de su pantalón.

Harry le restó importancia, pero algo no olía nada bien.

—No me importa arrancarte los pantalones para conseguir la nota. —amenazó Fenrir.

Los demás observaban la escena en silencio. Fenrir estaba muy susceptible y no le agradaba estar a las órdenes de nadie, mucho menos de ese muchacho que para él era insolente.

—El auror que tenía infiltrado en Azkaban ha sido mandado a otra parte. Ya no podrá vigilar a Draco.

Fenrir le miraba sin siquiera pestañear. Por lo que Harry decidió seguir hablando con sus compañeros, intentando llegar a un camino por el que poder sacar a Draco de allí. El hombre lobo se levantó tranquilo, dirigiéndose a Isadore que estaba tras Harry, apoyado en otra mesa donde se informaba de los aurores y sus turnos.

—¿Cómo va? —preguntó a su ex compañero.

—Será algo complicado. Esperemos que todo esto funcione y que Draco esté en buenas condiciones para escapar. —Isadore hizo una pausa, bajando la voz para que Fenrir le escuchase—. ¿Y luego qué ocurrirá? ¿Te marcharás de nuevo con él?

Fenrir medio sonrió a Isadore, dándole la respuesta. Pasó por el lado de Harry, quien se puso a la defensiva, cogiendo el papel del bolsillo.

—No intentes nada raro, Greyback. Debemos centrarnos en esto.

Sangre de loboWhere stories live. Discover now