2. Prólogo

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Adrián era un hombre de 34 años de edad, de profesión ingeniero de sistemas con un master en administración de empresas, y que trabajaba en una importante empresa distribuidora de productos en Valencia del Rey, provincia de Carabobo. Su cabello era de un color castaño claro, ojos de color café, y a pesar de ser delgado, tenía un cuerpo de gimnasio, muy bien formado y delineado, a pesar de no notarse por encima de la ropa. Se dio cuenta de su homosexualidad a los 12 años de edad, y sus padres para cuando cumplió los 16 años. Nació en la ciudad de Lechería, provincia de Anzoátegui, donde sus padres pasaban la mayor parte del tiempo trabajando en Artes. La madre de Adrián, de nombre Agustina, era una de las mejores compositoras musicales, con prestigio internacional, que le permitió obtener una generosa fortuna. Su padre, de nombre Flavio, era uno de los escritores más afamados del mundo, y cuyas obras le permitieron obtener una generosa fortuna similar a la de su esposa. En suma, eran considerados multimillonarios.

Mientras Adrián crecía, sus padres vieron con horror como los hijos de personas sumamente adineradas, terminaban sumidas en las drogas, la prostitución, y muchas veces la cárcel. Y lo peor ocurría al morir sus padres, ellos dilapidaban la fortuna que heredaban, hasta llegar a convertirse en guiñapos humanos que iban por las calles pidiendo algo de comer. Ese no era el futuro que querían para su único hijo, y no era tarea fácil mantenerlo ajeno a aquellas situaciones. Fue entonces cuando decidieron permanecer en el mismo lugar donde siempre habían vivido, con un estilo de vida de clase media alta, manteniendo en privado el valor de su fortuna. Con la adultez, Adrián comprendió la intención de sus padres y decidió seguir su ejemplo, y vivir con lo que devengara de su trabajo. Lamentablemente, Agustina y Flavio murieron trágicamente en un accidente marítimo cuando Adrián cursaba su maestría. Sus ideas no cambiaron, la fortuna que había heredado de sus padres seguiría en manos de los asesores de inversiones de Nueva York, y viviría de lo que devengara en su empleo.

Durante sus estudios universitarios se enamoró de un hombre de nombre Joaquín, que estudiaba en la Facultad de Ciencias, y alquilaron un apartamento pequeño para vivir como pareja, mientras estudiaban. Vivieron allí felizmente hasta el día después de la graduación de Joaquín como Licenciado en Física. Adrián pensaba que su pareja conseguiría un empleo y seguirían viviendo juntos hasta que él se graduara, pero la cosa no terminó de esa manera. Adrián llegó al apartamento, y vio a Joaquín sentado en el recibidor esperándolo. A su lado tenía tres maletas grandes que lo dejaron muy confundido. Al preguntarle, Joaquín habló de lo bien que lo habían pasado juntos, pero qué él necesitaba iniciar su vida, y no podía esperar los dos años que le faltaban al joven universitario por graduarse. Adrián le explicó que dos años no eran mucho, y que podía adelantar algunas asignaturas durante el verano. Negando con la cabeza, Joaquín le dijo que no podía esperarlo, y que no debía extrañarse que las cosas terminaran así, pues bien dice el dicho que el novio de la universidad no es el esposo del profesional. Adrián estaba en el mismo lugar, estaba congelado viendo como la persona de quién estaba enamorado se iba de su vida, con apenas un adiós antes de cerrar la puerta. Aquello lo destrozó, le rompió el alma en pedazos, y regresó llorando a casa a pedir consuelo a sus padres.

Durante sus estudios de la maestría y luego de trabajar en una empresa en la ciudad de Lechería, vivió en pareja con otros hombres, pero el recuerdo de lo que Joaquín le había hecho entorpecía sus relaciones, y no llegaba al año que las discusiones comenzaban, justo en el momento en que los estilos de vida de cada uno comenzaban a mezclarse. Fueron tantas las cosas que cedió por la felicidad de Joaquín, que ahora no estaba dispuesto a ceder ni un ápice. Al final de su última relación tomó la decisión que no volvería a vivir en pareja, y que sin caer en la promiscuidad, satisfaría sus necesidades siempre en moteles, y al primer indicio de enamoramiento del otro, cortaría la relación. No volvería a sufrir por lo que Joaquín le había hecho.

La subasta humanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora