22. Una tarde divertida

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Tanto Said como Nadia se habían divertido muchísimo ese día y al encontrarse en Jamberger, los niños se interrumpían uno al otro para contar su día. Oscar se unía a las explicaciones de Said, y levantaban al mismo tiempo los brazos al contar el gol que su equipo había logrado. Adrián vio de nuevo a ese hombre viril que conocía, que se comportaba de la misma manera cuando venía de juerga por ver un partido, y que tanto le gustaba cuando se comportaba de esa manera. El ingeniero lo miraba enamorado, tal como lo hacía en esas ocasiones, hasta que Oscar se dio cuenta y lo miró extrañado, haciendo que Adrián se sonrojara y bajara la vista. La algarabía siguió hasta una palabrota que salió de boca del niño. Adrián vio enfurecido a su antiguo amigo, que se defendía de no habérsela enseñado, y Said gritó que eso era mentira. Por suerte, el camarero llegó justo en ese momento para pedir la orden, era Caleb que estaba trabajando en el verano para comprarse un auto. Oscar se lo presentó como el hijo de Malik, y sin preguntar, Caleb anotó la orden excepto la de Oscar. Adrián pidió por él dos hamburguesas XXL con patatas fritas, y un refresco gigante, luego vio a su antiguo amigo a la cara y le dijo que en ese lugar no vendían cerveza. Oscar subió los hombros sin darle importancia.

Los niños pidieron permiso para ir al parque de juegos del lugar, y los hombres se quedaron solos en la mesa. El ingeniero ponía al día sobre cuál era el trabajo que cumplía en la naviera, que era parecido al trabajo que hacía en la ciudad, con la diferencia que no iba nunca a la zona de despacho, de eso se encargaba Malik. El joven Caleb se apareció de pronto, había frenado casi patinando y se quedó viendo a Oscar.

—Él es tu novio perdido, a que sí –le preguntó a Adrián sin dejar de ver a Oscar.

—Sí Caleb, él es un antiguo novio de mi pasado, no lo vayas a molestar con preguntas tontas.

—Pero tú dijiste que estaba desaparecido.

—Bueno –dijo Oscar interrumpiendo–, desaparecido, desaparecido, no, lo que pasó es que... –Adrián interrumpió.

—¡Lo encontré como premio en una caja de detergente! Anda a buscar el pedido, sabes lo que puedo decirle a tu padre sobre lo que hiciste la semana pasada.

Sin decir nada más, el chico desapareció tan rápido como había llegado. Algo molesto, el ingeniero le pidió a su antiguo amigo que no permitiera que nadie hurgara en su pasado, solo Malik y Evelin sabían del crucero, y fue la única cosa qué se le ocurrió en ese momento. Oscar asintió a modo de promesa. El pedido llegó, y llamaron a los chicos a comer. Caleb no resistió la tentación de apostar si Oscar se comería dos hamburguesas XXL, y para rematarla, el hombre subió la apuesta a tres tamaño XXL. Adrián se tapó la cara con las manos, llamó a los niños a su lado para que comieran sus Nuggets de pollo con patatas fritas, mientras veían a Oscar devorar la primera hamburguesa. No la llamaban XXL por nada, generalmente la comían entre dos personas, porque salía más económico que dos hamburguesas separadas.

La gente rodeó la mesa para ver como aquel hombre fornido comenzaba a devorar la segunda, y como era de esperarse, Nadia se quejó que no se estaba comiendo las patatas fritas. De manera arrabalera, abrió la hamburguesa y la llenó de patatas, provocando que el lugar se llenara de euforia. El joven trajo la tercera con sus patatas, Oscar se dio un buen trago a su refresco y comenzó a comer lentamente la tercera, dando a entender que no lo lograría. La gente comenzó a alentarlo, y súbitamente comenzó a devorarla como si fuera la primera. Con la boca llena de salsas, se paró de la mesa alzando las manos con un poderoso grito «Siiiiii». Las personas excitadas aplaudieron, y regresaron a sus mesas emocionadas. Con cara de pocos amigos, Caleb sacó de sus bolsillos un par de billetes, y de mala gana se los entregó al devorador XXL después de como lo habían vitoreado el resto de los clientes. Los niños estaban emocionados, y no paraban de hablar con Oscar. Adrián con mirada furiosa le preguntó si esas eran las cosas que hacía en sus juergas, y su antiguo amigo le respondió acercando su cara y bajando la voz: «he hecho cosas mucho peores, y siempre he ganado». Se sentó de nuevo y con el pecho lleno de orgullo por la victoria que recién había obtenido, le guiño un ojo al ingeniero.

La subasta humanaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang