4. El desprecio

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Ya en la oficina, Adrián hizo algunas llamadas a sus asesores financieros para obtener la documentación que le exigían en el sitio de la subasta humana, pues desde el momento que abrió los ojos en la mañana, lo único que tenía en mente era aquél hombre de piel negra de nombre Malik, y decidió en ese momento que ese hombre monumental sería su esposo al precio que fuera. Lo quería cada noche a su lado, y despertar con su olor mezclado al suyo en un abrazo mañanero, y quizás con un rapidin sorpresa. No todo podía ser perfecto como él pensaba, se encontró con un gran inconveniente con el papeleo, debía viajar a Nueva York para que sus asesores pudieran realizar todas las operaciones que requería, pues para algunas de ellas se requería la firma del ingeniero. Sin perder tiempo, le pidió a uno de sus asesores que le reservara un vuelo ese mismo día o al siguiente al precio que fuera. Se sumergió en su trabajo para no pensar en la subasta, hasta que unas horas más tarde, el asesor lo llamó para informarle que en su correo-e estaba la reservación y billete para viajar en primera clase a Nueva York en el primer vuelo del día siguiente.

La cara de Adrián estaba radiante, estaba a punto de lograr lo que más había anhelado en la vida, vivir con una pareja con la que compartiría su mismo estilo de vida, sin tener que cumplirle ninguna exigencia. «Bueno, en realidad no es así» pensó «debo adoptar a un chiquillo, no recuerdo de que edad, ya veremos en la subasta como se va a manejar este inconveniente». Con toda esa energía dentro de su cuerpo, se levantó de su puesto y se dirigió a su jefe para poder tomarse unas semanas de descanso. Sin decepcionarse por el asombro y la negativa del jefe, le ofreció algunas alternativas financieras que un supuesto amante pagaría con gusto, e incluso pagaría el pasante que cubriría su puesto, el hombre imaginario se había antojado del ingeniero y le había ofrecido un buen dinero por acompañarlo. El jefe lo vio desconcertado y hasta con sospecha, no guarda sentido alguno lo que decía, y se lo hizo saber. Adrián le dijo que esa misma tarde un mensajero le traería un pequeño maletín con un adelanto por concederle ese pequeño favor al supuesto amante.

—Si de verdad ese hombre existe, y como tú dices aparece ese jugoso regalo, ten seguro que tendrás lo que pides, sin embargo, si todo esto es un macabro juego de tu parte, y te estas burlando de mí, es mejor que vayas recogiendo tus cosas y te largues de una vez, y no esperes una recomendación de mi parte.

Sin dejar de sonreír un solo momento, el ingeniero con sus dos manos tomó la mano de su jefe y le dio las gracias, saliendo velozmente hacia la zona de despacho a buscar a su mejor amigo para contarle todo lo que estaba sucediendo en vida, quería ver su cara de alegría por la felicidad que iba a fabricarse, y celebrar con él la boda de forma anticipada. El supervisor de Oscar le informó que era muy difícil que él tomara un descanso en ese momento, habían faltado algunos despachadores y tenían camiones en espera para ser cargados o descargados. Adrián regresó a su escritorio a dejar todo preparado antes de irse por varias semanas, y al final de la jornada fue a esperar a Oscar a su auto. El despachador lo vio sumamente emocionado, que hasta no paraba de moverse en el sitio, el ingeniero lo agarró por los hombros y le dijo que le había sucedido algo muy emocionante y quería contárselo mientras comían en ese restaurante de carnes que tanto le gustaba a Oscar. El despachador le dijo que había quedado con sus amigos de celebrar el nacimiento de un niño, y de ver un partido en el bar, que a eso de las 10 de la noche estaría en el restaurante. Adrián le dio un fuerte beso en la boca y le dijo que lo esperaría a esa hora.

* * *

Pasadas las 10 y medio de la noche, en el restaurante La Estancia el ingeniero esperaba impaciente a su amigo, rogaba que no se hubiera olvidado de la cita por culpa de las copas, y no tendría otra oportunidad de hablar con él hasta que regresara ya casado con su nuevo esposo. Una figura algo tambaleante se acercó a la mesa de Adrián y se tiró en la silla, era Oscar que estaba ligeramente entonado sin decir que había llegado a la embriaguez. El despachador lo saludó con mucho cariño sin moverse de la silla, y comenzó a relatar sin parar como lo había pasado con los amigos. El ejecutivo ya sabía que iba a comer su amigo, y al acercarse el camarero, mientras Oscar seguía eufórico hablando, pidió un filete término medio con abundantes patatas a la francesa para el despachador y un Cordon Blue acompañado con verduras para él. Para Oscar pidió una jarra de cerveza y para él un Tinto de la casa. Adrián no entendía ni la mitad de lo que le decía del partido, pero no le molestaba para nada verlo así de alegre y parlanchín, hablando de deportes, o de las cosas que hacía con sus compañeros y amigos del trabajo, le daba un aire más varonil del que ya exudaba, y hasta lograba excitarlo lo suficiente para terminar amándose en un motel al terminar de comer, y despertar en sus brazos al día siguiente. No obstante no estaba allí para eso, estaba para hablar de la aventura más emocionante que la que se hubiera embarcado alguna vez. El camarero apareció con la orden, y se las sirvió a los comensales, junto a la jarra de cerveza y el Tinto de la casa. El enorme y velludo hombre seguía hablando de los detalles del partido, mientras Adrián lo veía extasiado y respondiendo con algún «Ajá», «no me digas» o «increíble».

La subasta humanaWhere stories live. Discover now