Capítulo 2: Oscuridad.

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Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad.

Las calles de la ciudad se extendían bajo sus pies, no supo cómo fue a parar allí pero caminaba sin rumbo fijo ni paradero concreto, la curiosidad lo había invadido a tal punto de manejar su cuerpo y salió al exterior sin saber a dónde ir o que se podía encontrar ayá afuera, nunca había visto a tantas personas juntas lo que le provocaba cierto grado de pánico al no saber que hacer, esas cosas de diversos tamaños que transitaban las calles lo dejaban un poco atónito ¿qué eran? su vida no había sido partícipe de algo así, era nuevo para sus ojos totalmente fascinados, incluso pensó en ponerse delante del trayecto de uno a ver que ocurria, el pobre, al no conocer nada en el lugar estaba ajeno a que si se interponía podía quedar tirado en medio de la calle...pero así ocurre cuando desconocemos la existencia de algo que no habíamos visto nunca y esa era su situación...

El callejón oscuro (a pesar de que el sol estaba en su punto más alto) en el que se adentró le daba un poco de miedo.
Cerrado a su alrededor por todas las casas y bares de mala muerte le otorgaban ese aspecto sombrío, no habían dudas de que se encontraba en uno de los lugares más recónditos, y menos seguros de la ciudad de Seúl.

Siguió su camino sin darle importancia a la chispa de terror que se alojaba en su interior, debía salir de ese sitio lo más rápido que sus pies lo condujeran..
Tropezaba en el trayecto con la basura alojada en medio de la calle, pero no le importó, aquel lugar era muy grande, o eso te hace ver el pánico cuando se apodera de ti.

Apresuró aún más el paso ya desesperado por salir, justo en ese instante se arrepintió una y mil veces dejar aquella cómoda casa.

Frenó en seco y detuvo su vista al frente, allí grande e imponente, se alzaba una enorme pared negra por la oscuridad, y llena de moho que dejaba ver lo que cien años sin calor solar podía ocasionar.

Vio su caminar detenido en cuanto divisó ese muro de concreto, pero eso no lo retuvo, y con valor dio marcha atrás pero el impacto al chocar con el pecho de una persona detuvo su avanzar por completo.

Alzó la mirada y lo que vio lo hizo desear nunca haberlo hecho.
Retrocedió hasta pegar su espalda a lo que había detrás y el frío que la envolvía se adentró en su carne y huesos haciendo que tiritara, pero no solo por eso, la figura espeluznante que tenía al frente lo hacía querer desaparecer de forma permanente.

El traje negro que lo cubría era estilo Aro Volturi, oscuro como la noche que estaba a punto de derrumbarse sobre su cabeza.

Alzó las manos, sostuvo el borde de la capucha y la dejó caer en su espalda dejando nada a la imaginación.
Piel roja como el carmesí un tanto irregular y llena de bultos, ojos rojos sangre y dientes blancos mostrados a través de una sonrisa terrorífica que se hacía presente en los labios.

–Al fin te encuentro– cada palabra pronunciada por los labios de aquel monstruo dejaban al chico más nervioso de lo que ya estaba– no sabes cuanto he esperado este momento.

La pared detrás de su espalda no le impidió alejarse aún más, pero estaba atrapado y no tenía escapatoria, solo deseaba una y mil veces que su salvador lograra encontrarlo.

–¿De qué habla?– preguntó con seguridad, no podía demostrar el grado de miedo alojado en su voz y se contuvo.

–No me digas que no recuerdas, porque no te creo– levantó su pie derecho en un intento por acortar la distancia entre ambos, era totalmente consciente del miedo que experimentaba el ser frente a él, lo sentía perfectamente, y sabía que no era normal por lo que optó por intimidarlo un poco.

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