23.

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Desperté al otro día en mi cuarto, supuse que me habían sedado, tenía recuerdos borrosos de anoche. Me habían puesto un pijama y un vaso de agua se encontraba al lado de mi cama; Dani entró.

—El, ¿cómo te sientes?.

—Bien, aunque me cuesta abrir los ojos.

—No irás a terapia con los chicos, charla con la psicóloga después del desayuno.

—Está bien.

—La visita de los padres será mañana, eso no se cancelará.

—Genial, pero respecto a eso, tengo una pregunta, ¿qué pasa cuando el padre de Lucas viene?

—No lo sé, siempre le pregunté a Marcus, pero nunca me quiere contar; solo sé que Lucas reacciona muy bien respecto a eso, aunque sea fingiendo; el padre siempre se lo quiere llevar fuera del sector de visitas para hablarle, pero sabemos de lo que ese señor es capaz, por lo que preferimos mantenerlos en la mira.

—Entiendo, pobre Lucas.

—Bueno, no es hora de amargarnos por eso, vístete y ve a desayunar.

Me vestí y caminé lento, ya que estaba un poco mareada; llegué y Judith me recibió.

—¡Ellie!, ¿cómo te sientes?

—Bien, no te preocupes, Ju.

—Gracias por lo de anoche, El, de verdad disfruté el baile.

—Me alegro mucho —le dije sonriendo.

Lucas se acercó.

—Bella, perdón en serio por no haberte ayudado anoche.

—No pasa nada, tengo recuerdos borrosos.

—¿Tienes un tiempo libre después de terapia?

—No voy a terapia hoy, tengo cita con la psicóloga, hablemos en la tarde.

—¡Genial!

—Lo siento por haber arruinado todo anoche —expresé mientras lo tomaba de la mano. 


Terminó el desayuno y fui con la psicóloga.

—Ellie, todo lo que me describiste, son síntomas de un ataque de pánico.

—¿Qué hago si tengo uno enfrente de mucha gente?

—Usa la respiración profunda, piensa en un lugar feliz, reconoce tu ataque de pánico, cierra los ojos un segundo o encuentra un objeto de enfoque y utiliza la conciencia plena Mindfulness.

—Perfecto.

—No te preocupes, los de aquí saben como controlar un ataque de pánico; seguro te ayudarán al instante.

—¡Gracias!

Saludé y me fui, Judith me estaba esperando en la puerta con unas hojas y unos lápices; fuimos hasta el patio central y nos sentamos a dibujar hasta el almuerzo.


El almuerzo transcurrió con normalidad, excepeto por Lucas, que se sentó a mi lado, pero estuvo callado todo el tiempo. Se lo notaba extraño, como si algo o alguien lo atemorizara.

—¿Sucede algo? —le pregunté preocupada.

—No, todo está bien.

—Si tú lo dices.

No hablamos más, se lo notaba de mal humor, así que probablemente me lo cuente en la tarde.

Salimos del almuerzo y tuvimos una nueva charla con la nutricionista, no presté atención, mi cabeza estaba en otro lado. Mis padres venían mañana, les contarán TODO, tanto lo que avancé, como lo que alguna vez retrocedí.

Salimos de la charla, todo se sentía tan monótono, era un día lento. Solo leí y escribí hasta que llegara la merienda, la cual, fue tan incómoda como antes.

Luego de la merienda, Lucas y yo fuimos al patio central.

—Lucas, ¿qué sucede?.

—Es complicado.

—Solo dilo —pedí, mientras sostenía su mano.

—Promete que no contarás nada, Bella. 

—Me aterra que mi papá venga mañana, nunca es una linda experiencia; siempre, constantemente, terminamos peleando.

—¿Y tu madre?

—Ella nunca ha venido, papá siempre dice que está ocupada, o que no tiene ganas de venir —dijo mientras se le quebraba la voz—, a veces pienso que no quiere ver a un cobarde que no enfrentó sus demonios.

—Ay, Lucas, si estás aquí, es porque estás peleando por enfrentarlos, tu padre es el cobarde, y se lo tienes que dejar claro.

—¿Cómo?, él paga este lugar para que yo siga aquí, si le digo eso, no me volverás a ver.

—Elijo verte libre y tal vez más feliz, aunque no sea conmigo.

—Lo único que necesito es que esto se termine, nunca sano, siento que jamás terminaré de curarme.

Lucas rompió en llanto y lo abracé, qué difícil tener esos pensamientos en tu cabeza; yo trataba de ayudarlo, pero a veces era como si todo lo que nos animamos, apoyamos y soportamos, no diera resultado.

—Nunca digas eso, por favor. Nuestra vida no termina aquí, lo prometo.

—Me alegra que estés aquí —confesó entre sollozos.

—A mi también.

Se secó las lagrimas y fuimos adentro, cada uno se dirigió a su cuarto; Dani me dijo que era hora de que me bañe. Comenzó con las preguntas sobre Lucas, otra vez; evadí todas, ya que debía guardar el secreto. 

Era hora de cenar; Lucas habló un poco más, incluso soltó una risa, me alegraba verlo así.

Terminó la cena, hablé con Rude y me fui a la oficina de Dani para asearme; caminé hacia mi cuarto y me acosté.

Qué día tan aburrido y triste, espero que mañana sea uno mejor.

Entre balanzas y cintas métricas ©Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang