3 - Un tren kilométrico

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Nueva York amaneció cubierta de un manto níveo que mucho se parecía al que Rebecca Savard compartía con su novia aquella mañana de Navidad

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Nueva York amaneció cubierta de un manto níveo que mucho se parecía al que Rebecca Savard compartía con su novia aquella mañana de Navidad.

El reflejo blanquecino la despertó de un sueño placentero, se removió entre las sábanas y, aún somnolienta, observó a Isabelle: mechones azabaches le ocultaban el rostro y se elevaban al ritmo de su respiración. Becca los apartó con delicadeza e Isa se removió contra la almohada dejando escapar un gruñido tierno. Ambas se habían ido a dormir muy tarde hablando de todo y nada mientras la lámpara de colores iluminaba el techo.

Moría por despertarla a besos, pero otros eran los planes que centellearon en la memoria de Rebecca Savard. Se conformó con echarle una última mirada —le encantaba cuando Isa lograba conciliar un sueño tranquilo—, y se levantó de la cama con una técnica que ella había bautizado como la técnica ninja para salir de la cama sin que tu novia lo note. Tenía que pensar un nombre más corto antes de tramitar la patente, sin duda.

Isa, sin embargo, no estuvo tan conforme con la efectividad de la técnica, porque gruñó y buscó a Becca entre las sábanas. La rubia se apresuró a poner una almohada estratégicamente cerca de la mano de su novia, y eso tranquilizó a Isabelle, quien abrazó el objeto y volvió a respirar profundo.

Una vez fuera de la habitación se arrepintió de no haber tomado una sudadera. Tiritando en camiseta y bóxers, caminó de puntit hasta el salón, buscó su teléfono, los audífonos y dirigió sus pasos al extremo del apartamento donde sus palabras serían eclipsadas por un par de paredes.

Entonces llamó a su madre por Facetime.

—¡Becky! —exclamó Olivia Savard, pero lo único que saludó a Becca fue la prominente papada de la mujer—. ¿Estás en el apartamento de Isa?

—Sí, mamá, estoy aquí...

—¿Por qué susurras?

—Porque debo hacerlo, ¿recuerdas el plan?

—Ah, sí, sí, el plan —susurró su madre con una sonrisa cómplice, pues finalmente había alejado el teléfono y enfocado su rostro—. Me alegra que hayas llamado tan temprano, porque tienes que ser la primera en enterarte de que tu padre ha enloquecido.

Aquel giro dramático de los acontecimientos, más que inquietar a Becca, la hizo sonreír.

—¿De qué hablas? —preguntó, fingiendo preocupación—. ¿Finalmente se cambió de equipo?

—No, por Dios, está loco, pero no lo suficiente como para abandonar a los Maple —descartó su madre—. Debes saber que nevó toda la noche y tu padre se levantó con la grandiosa idea de desenterrar su camioneta de la nieve. Le dije que no hay prisa, que es Navidad, pero ya sabes lo testarudo que es. Mira... —Becca se mareó ante el abrupto cambio de perspectiva de la imagen. Su madre enfocó la ventana y abrió las cortinas—. Mira lo que ese loco está haciendo...

Cazar el caos [EN LIBRERÍAS] (EMDLE #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora