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Llegó el viernes. Harry rezaba porque aquel día no llegase, ya que le volvía a tocar cita con la doctora Smith y, como ya había dejado claro anteriormente, no le agradaba en absoluto aquellas visitas al psicólogo.

Bajó de su litera y empezó a vestirse lentamente. Pasó suavemente la camiseta por su cabeza y se colocó los pantalones. Eran cómodos. Se puso los zapatos con velcro, ya que no tenían permitido llevar cordones, por cuestiones de seguridad. Tampoco podían tener nada de metal, ni utilizar cepillos o peines duros. En la cafetería solo servían en platos de pasta y con cubiertos de plástico desechable. Se dispuso a peinarse, mientras pensaba en como había cambiado su vida en los últimos días. Todo era tan distinto. Se había abierto a personas que, en otras circunstancias habría rechazado por su propio bien, pero esta vez no. Esta vez se había arriesgado, había aceptado la compañía de otros, incluso había impulsado esa compañía. Se sorprendía a él mismo disfrutando rodeado de gente. Y sabía el porqué, que era lo que más le aterraba. Estaba solo y roto, sumamente roto. Cada pieza que formaba su alma estaba hecha añicos, esperando que alguien viniese y, lentamente, las fuese arreglando y devolviendo la vida que tanto anhelaba, que tanto echaba de menos. Una vida sin complicaciones, donde cada día podía ser una oportunidad para mejorar algo y sentirse mejor. Pero era algo que había quedado muy atrás; tanto, que ni lo recordaba con nitidez. Algunas sensaciones, risas, colores en el aire... Harry sabía que, para curar, necesitaba el apoyo de alguien más que a él mismo. De lo que no se daba cuenta era que ya los tenía. Y todos ellos tenían nombre, apellidos y una historia con necesidad de ser contada.

- Styles, ¿estás bien?- preguntó el irlandés, al levantarse.

- Sí, solo estaba pensativo. Nada nuevo-

- ¿ Y en qué pensabas?- preguntó sarcástico mientras se levantaba para vestirse.

- Pensaba en... cuanto te detesto- exclamó.

- ¿ En serio ? Que sentimientos más bonitos y puros sientes hacias mí, me vas a emocionar- contestó, irónico.

Ambos se miraron y no hicieron falta más de cinco segundos para que comenzasen a reír. Niall reía y, por la risa tan escandalosa que tenía, hacía reír todavía más a Harry. Era una escena dicha de admirar. El rizado echaba de menos esa tranquilidad que sentías por el simple de hecho de estar junto a alguien. Y con Niall la sentía. Era algo que le asustaba hasta cierto punto; cuando sobrepasaba ese punto, lo único que sentía era felicidad.

No era el único que se sentí así junto al rubio. Él hacía feliz a los demás, incluso cuando nadie era capaz de hacerle feliz a él.

Ya en el comedor, se sentaron en sus respectivas mesas, mientras saludaban a los demás. Esa mañana, la comida tenía mejor aspecto. El desayuno consistía en un vaso de leche y un par de tostadas con, lo que aparentemente parecía, paté.

Harry se fijó en Louis, que miraba fijamente el plato, sin mover un músculo. El ojiazul levantó la mirada y se encontró con los chispeantes ojos verdes del chico sentado enfrente suya, quien le dedicó una sonrisa.

- ¿ Te encuentras bien?- le preguntó, asombrando a Louis.

- Sí, solo es que me crea náuseas nada más oler el paté, pero me estoy muriendo de hambre.-

- Llama a un enfermero, a ver si te da otra cosa- sugirió, pero viendo lo tenso que se puso el ojiazul, optó por otra opción- Un momento, ya lo llamó yo.

Nadie parecía darse cuenta de la pequeña conversación entre los dos, ya que el resto de la mesa, Niall, Zayn y Ashton, estaban muy ocupados en discutir sobre cuál era la mejor canción de no se qué banda americana.

En el momento en el que Harry llamó a uno de los enfermeros, éste se acercó y fue a cambiar el pan con paté, por solo el pan. Louis le dio las gracias y se dispuso a comer.

Aunque nadie pareció darse cuenta del pequeño gesto del rizado, unos ojos castaños provenientes de la mesa de al lado se había percatado de aquello.

Tras terminar de desayunar, como era ya rutina, salieron al patio exterior. Hacía un día soleado y despejado de nubes. Decidieron que iban a jugar un poco al fútbol.

- Bien, necesitamos dos capitanes- avisó Zayn, mientras se dirigían al centro del campo.

- Pueden ser Harry y Louis hoy, la semana que viene elegimos. ¿ Sí ?- propuso Liam.

Ambos chicos se miraron y, casi sin pensárselo, asintieron a la vez. Se colocaron en el centro del campo y fueron eligiendo uno a uno. El equipo de Harry se componía de Niall , Liam, Shawn, Luke, Steve y Alessandro ( un nuevo residente, ingresado la semana pasada ) y el de Louis de Zayn, Ashton, Josh, Michael, Alex y otro residente amigo de Ashton, Oli.

El resto de la mañana pasó con total normalidad. Balón para arriba, balón para abajo, algún que otro grito, respiraciones profundas, gotas de sudor, piques entre los diferentes equipos. Una relativa normalidad.

Al terminar de jugar, fueron acompañados junto a un trío de enfermeros a las duchas. Éstas se encontraban en la otra punta del módulo y, como era obvio, tenían horarios e iban siempre acompañados. Las duchas tenían un sistema para que los residentes no se viesen entre sí, pero los enfermeros si les veían, para evitar, principalmente, suicidios. En un lado del largo pasillo, se encontraban las taquillas, una asignada a cada residente y, enfrente de cada taquilla, la ducha correspondiente. Los chicos entraban en los cubículos, opacos a los lados y con una puerta de cristal. Por lo que el procedimiento era : cada residente se colocaba delante de su taquilla y cogía la ropa de ella, entraban a cada cubículo y se desnudaban dentro. Dejaban la ropa sucia colgada de unas perchas y en un pequeño banco, apoyaban la ropa limpia. Se secaban y se vestían dentro, mientras que los enfermeros iban pasando y vigilando.

El sistema de antes era el tradicional de las cárceles, pero ésto había traído una importante cantidad de problemas, por lo que decidieron cambiarlo y, por ahora, estaba dando resultados bastante gratificantes. Además, los residentes ya se habían acostumbrado a estar observados todo el tiempo.

Tras salir de las duchas, los chicos se dirigieron al comedor. Cuando llegaron, se sentaron cada uno en su sitio y un enfermero vino a avisar a Louis y Harry que después vendrían a por ellos para su rutinaria visita al psicólogo.

Mientras estaban comiendo, el director del hospital hizo presencia. Estaba vestido con un elegante traje de chaqueta negro y un semblante impenetrable. Imponía.

- Buenas tardes a todos. Supongo que ya sabréis que soy Simon Cowell, el director del psquiátrico. Hoy he venido a daros un anuncio, permanente a partir de ahora. Ya sabéis que a ciertos residentes, si lo pedían, se les daban libros. Ahora, hemos habilitado una biblioteca en el hospital, para que podáis disfrutar de la magia de la literatura. Cada lunes, por grupos, seréis acompañados por un par de enfermeros hasta la biblioteca, dónde elegiréis un libro cada uno para el resto de la semana. Hemos habilitado un espacio en el patio trasero, que utilizareis para dedicaros a la lectura. Será obligatorio- y dicho esto, abandonó el comedor.

Todos cuchicheaban entre sí , mientras Louis lucía una radiante sonrisa. Los libros, junto a la droga, habían sido de gran ayuda para sentirse mejor. Los echaba de menos y, por lo menos, podría retomar uno de los dos hábitos.
























Clínica Cowell [ls]Where stories live. Discover now