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Aquel día fue una tormenta en la vida de Harry. Y Louis fue su calma.

Llevaba ya tres meses ingresado, notando el tiempo pasar entre aquellas paredes, antes asfixiantes, ahora neutrales para su bienestar.

Ambos se habían sumido en una rutina, en la que eran participantes miradas, roces, risas y mejillas sonrojadas.

Pequeñas interacciones que llenaban sus aburridas vidas en algo con significado.

- N- 475, preséntese en zona de visitas, por favor. Repito, residente N-475.-

Harry se quedó estático en el asiento. No podía tener visitas, no tenía a nadie en su vida fuera de aquel hospital. No podía ser real. Decenas de rostros pasaron por su mente, uno más irreal que el anterior. ¿ Quién sería?

- Hazz, ¿ estás bien? - preguntó un preocupado Louis, al ver el rostro de éste, ya que parecía que se había perdido en sí mismo.

- Sí, sí. Estaba pensando quién podría ser. -

- ¿ No tienes a nadie fuera? -

- Louis, ya sabes que solo te tengo a tí- carraspeó, al darse cuenta de la revelación que acababa de hacer- Y a estos nueve capullos.-

El mayor sonrió y esperó a que Harry se levantase del asiento.

- ¿ Puedes acompañarme ? - le preguntó, tímido.

- Por supuesto. Creo que sé dónde son las visitas. -

Salieron del comedor y recorrieron un largo pasillo. El nerviosismo de Harry iba en aumento y Louis lo podía notar. No sabía qué hacer para calmarle y eso le hacía sentirse peor.

Hay veces que nosotros somos el único arma contra nuestro dolor. Nada ni nadie puede ayudarnos. Solo nuestra propia mente.

Al llegar, un enfermero les indicó que solo podía pasar uno de ellos, ya que no se admitían acompañantes.  

Harry miró a los ojos a Louis y éste pudo ver el miedo reflejado en esos orbes verdes.

Se acercó a él y depósito un suave beso en la mejilla del menor, sonrojándola.

- Todo va a estar bien. Yo estaré aquí cuando salgas, no me moveré si es lo que necesitas. - dijo sonriente, intentando proporcionarle algo de apoyo.

- Gracias Lou.- 

Tras esto, Harry siguió al enfermero hasta una pequeña sala. 

Las manos le sudaban y el ritmo cardíaco no dejaba de aumentar. Todos sus pensamientos intentaban concentrarse en controlar la respiración, tal y como Louis le había enseñado. 

- Styles, tu visita estará lista en un par de minutos. Si necesitas algo, estaré fuera.- explicó, a lo que Harry asintió. 

La habitación era acogedora. Tenía varias ventanas por las que entraban luz natural y daban a un pequeño patio. Dos sillones y una mesita decoraban el centro de la estancia y varios cuadros con paisajes colgaban de las paredes. Lo inusual de la sala eran las dos puertas de entrada. Una para los residentes y otra para las visitas. 

Harry estaba cada vez más nervioso. No podía manejar la intriga que le carcomía las entrañas, cada vez más. 

Y entonces ocurrió. 

La puerta empezó a abrirse y el rizado se levantó del asiento. Un rostro apareció en la sala. Era la última persona que Harry pudo imaginar. 

El chico estaba totalmente en shock. Dejó de respirar por un momento y dos lágrimas bañaron su rostro. Le temblaban las manos y tuvo que sentarse, porque las piernas le flaqueaban. 

Clínica Cowell [ls]Where stories live. Discover now