Víspera

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  "Cuando los grandes son derrotados, los débiles temen. Cuando los débiles son derrotados, los malos reyes mueren"

  -Anonimo.

Exhalaciones pesadas, alrededores oscuros, pasos rápidos.

  --Debo llegar, debo llegar.

A lo lejos se observaba el fin del bosque, una sonrisa apareció en su rostro, estaba más cerca de casa y, más lejos de el enemigo, o al menos eso pensaba.

  --¡Ah! --Gritó, cayendo al suelo, golpeándose con algunas raíces salidas de los árboles. Su pierna, herida por lo que parecía era una estaca de piedra--. Maldición --Tembló--. Porque fui tan tonta. --Su mirada se oscureció, su corazón palpitó con nerviosismo, mientras el sudor frío acariciaba su espalda. Su mano agarró con rapidez su bolsa de cuero, buscando con impaciencia aquello que podría salvarle la vida.

Un graznido, ensordecedor e imponente sonó en la lejanía. Se escuchó un poderoso aleteo y, tan pronto como fue escuchado, el rostro de la joven muchacha palideció. La velocidad de su búsqueda se incrementó, sus manos temblaban, el miedo florecía en su rostro.

  --Maldita sea, aquí debe de estar.

Sonrió al sentir aquel objeto anhelado, sacándolo de inmediato. Era un pergamino, sellado con el símbolo del gremio de magos. Dijo una palabra, muy al estilo de esos arcanos individuos y, tan pronto como fue mencionada, el pergamino se desenrolló, liberando del mismo una poderosa fluctuación mágica. Su cuerpo fue envuelto con esa misteriosa energía, preparándolo para un viaje de transportación inmediata. Un rugido, antiguo como el mundo mismo, envolvió los alrededores, sellando la zona con una barrera traslúcida e intangible. Tan pronto como esa cúpula apareció, el pergamino se fracturó, explotando de manera horrible. La joven fue lanzada de inmediato a decenas de metros de dónde anteriormente había estado, cayendo al suelo envuelta en su sangre y, con los huesos de sus extremidades siendo visibles.

Su respiración fue baja, sonando aguda por la herida en su garganta, su voz no salía, sus cuerdas vocales habían sido destruidas. Sus ojos observaron el cielo, mirando a aquello que tanto tiempo la había perseguido. Volvió a sonar otro graznido y, con el, varias estacas de piedra fueron lanzadas a perforar su cuerpo.

La cúpula desapareció y, el silencio volvió al siniestro bosque. Una gran silueta, cuadrúpeda, se mostró en escena, mirando de manera indiferente a la que antes habían conocido como: Arla <<Pasos veloces>>, líder de uno de los grupos más poderosos de exploradores del reino de Atguila, e hija sobresaliente de una de las familias más prosperas del reino.

-Cuando mueren los héroes, nacen las leyendas.

∆∆∆
La mañana fría, iluminada por las pocas antorchas estacionadas en los edificios militares. El ruido de la marcha, de los golpes fuertes al pisar firme, los gritos de motivación, los golpeteos a los escudos de metal, era la melodía que acompañaba la zona.

  --Informando a Su Majestad: Solo cinco personas de los cuatro grupos de exploradores que enviamos han regresado con vida, Su Majestad. --Mencionó un soldado de alto rango dentro de una habitación bien iluminada.

  --¿Cinco? --Su ceño se endureció-- ¿Quienes fueron los sobrevivientes y, que información lograron obtener? --Su tono era firme, cargado con una fuerte opresión por su energía de guerrero.

  --Para responder a Su Majestad --Tragó saliva, era un comandante de alto rango, alguien que había visto a la muerte de frente mucha veces, pero aún con toda esa experiencia, estaba seguro que prefería estar fuera de los muros para enfrentar a aquellas terribles bestias, que seguir en presencia del imponente hombre que tenía por monarca--. Los sobrevivientes fueron: Los hermanos Alonzy, del grupo Búhos Nocturnos; Vitrina <<La escurridiza>>, del gremio de exploradores; Kitjel, asociado al grupo Ratón y, Nina Melgrom, líder del grupo la Mano oculta...

El rey escuchó cada uno de los nombres con tranquilidad, sin embargo, al escuchar que la lista de sobrevivientes había acabado, su expresión se endureció.

  --¿Y Arla? ¿Dónde está ella?

  --No hemos recibido ninguna información de ella o su grupo, Su Majestad. --Respondió con nerviosismo.

  --¡Imposible! --Gritó--. Yo mismo le di ese pergamino de retorno, ya debería de haber vuelto.

El experimentado soldado se quedó estático, sin cambios en su expresión, aún cuando se sentía ligeramente desconcertado por las palabras de su monarca.

  --¡¿Por qué sigues en silencio?! Infórmame sobre lo que han traído esos exploradores.

  --Por supuesto, Su Majestad --Asintió y, al terminar su larga respiración, continuó--. Para informar a Su Majestad --De entre los papeles de su mano, sacó uno y lo observó--, Kitjel dice haber encontrado varias huellas en el suelo de posibles humanos, aventurándose a la guarida de la bestia, pero que no pudo encontrar nada más, porque al querer adentrarse aún más en territorio enemigo, él y su grupo fue emboscado por un terrible hechizo de elemento tierra --Pasó de hoja--... Los hermanos Alonzy descubrieron algunos sellos mágicos repartidos en la zona, enterándose momentos después que eran trampas mágicas, donde desafortunadamente murieron sus compañeros de grupo --Pasó de hoja--. Vitrina no logró encontrar nada, ya que antes de llegar a su destino, fue emboscada por una bestia mágica de rango medio y, aunque dice que no era muy feroz, su velocidad era increíblemente rápida...

  --¿Encontraron algo que al menos sirva para la batalla que se aproxima? --Preguntó con un fuerte enojo. El soldado asintió con nerviosismo.

  --Sí Su Majestad. La exploradora Nina, no solo se escabulló en la cueva de la bestia --El rey se sorprendió ligeramente, debía admitir que la mujer tenía destreza y, más que eso, valor--, sino que también encontró información valiosa. Según su informe, dentro de la cueva se encuentra un ejército de al menos doscientas bestias de rango medio y superior.

  --¡¿Qué?! --Se levantó de su silla, sintiendo como la vida se retiraba de su cuerpo al pensar en el peor escenario--. ¿Que más encontró?

   --Una veta de cristales con propiedades mágicas.

El rey tragó saliva, sus ojos se abrieron por la sorpresa, una ligera sonrisa floreció en su rostro al pensar en la riqueza de esa cueva, sin embargo, tan pronto como ese pensamiento apareció, también lo hicieron aquellos poderosos ojos de la terrible bestia que custodiaba la cueva.

  --¿Es todo.

  --Sí, Su Majestad.

  --Buen trabajo, comandante.

  --Gracias, Su Majestad.

  --Llama a la exploradora Nina y, dile que solicito su inmediata presencia.

  --Sí, Su Majestad --Asintió--. Con su permiso, Su Majestad.

  --Antes de que te retires --El soldado volteó de inmediato--, debes recordar que todo lo que hablamos en esta sala es un secreto. Ni una palabra a nadie ¿Entendido?

  --Sí, Su Majestad. --Asintió nuevamente, no era tonto, aunque su monarca no le hubiera dicho aquello, el mismo no era lo suficientemente valiente como para soltarse de la lengua.

  --Bien, puedes retirarte.

El comandante golpeó su pecho dos veces y, con movimiento sublime, se dio media vuelta, saliendo de la sala.

  --Sí conseguimos esa veta, el reino de Rodur y, su maldito ejército quedará en el olvido. --Sonrió con malicia. Se sentó, mirando los papeles del informe de los exploradores. Su expresión se complicó al pensar en aquella dama de sonrisa alegre--. ¿Ahora cómo podré mirar a tu padre en el salón de los héroes? Chiquilla estúpida, te dije que en el momento que vieras peligro, te retiraras. --Suspiró. Masajeando su sien con sus dedos para aminorar su dolor.



El hijo de Dios Vol. IIIWhere stories live. Discover now