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LA RESIDENTE

NATALIE

Ahora lamento haber dicho que trabajar en un consultorio privado era menos difícil que trabajar en un hospital. Era, con mucho, más difícil, y estaba luchando por primera vez en mi carrera.

Había pensado como una estúpida que las primeras semanas habían sido un ejemplo de lo que estaría haciendo durante el resto de mi residencia: simplemente seguir al doctor Styles o a otro médico durante unos meses y hacer algún examen. Pero en el momento en que los coordinadores del programa me convocaron en una sala de juntas y me presentaron más detalles del programa y cómo estaba a punto de cambiar, me di cuenta de que me estaba volviendo loca.

Los lunes, martes y miércoles los pasaría con el doctor Styles, y la tensión entre nosotros era cada vez más fuerte y más explosiva. La energía lujuriosa resultaba prácticamente palpable cada vez que estábamos en el mismo sitio. Se estaba haciendo tan obvio que, en medio de nuestra última sesión con una mujer que sufría problemas de ira incontrolable, la paciente se detuvo a mitad de su discurso y nos miró a los dos para gritarnos: «¡Dios! ¿Habéis follado ya?».

Los jueves eran los días dedicados a la investigación, cuando pasaba horas en el tercer piso de la clínica realizando estudios en el laboratorio, repartiendo mi tiempo entre el psicólogo y el psiquiatra; y como esto era solo un día a la semana, ambos me daban mucho trabajo de investigación en solitario, así que tenía que venir los fines de semana a terminar. Y nunca terminaba...

Sin embargo, el peor día de todos era el viernes: casi podía considerarlo una broma cruel que me había preparado el universo. Los viernes habían sido bautizados como «el día para lo que seas necesaria», lo que significaba que incluso aunque estuviera a punto de completar una tarea de investigación o de ponerme al día con algunas historias atrasadas, si alguno de los médicos de la junta necesitaba que yo hiciera algo que no querían llevar a cabo, yo era su chica.

Y definitivamente me utilizaban.

Los viernes eran un carrete interminable para reparar suturas menores: sesiones de «solo quiero que alguien me escuche durante veinte minutos», chequeos físicos básicos, exámenes rectales, exámenes de laboratorio, exigencias tales como «recupere de las notas de la enfermera sobre la historia familiar de mi paciente de hace veinte años, por favor»... Comenzaban en el momento en el que cruzaba la puerta a las siete de la mañana, y tenía suerte si salía del Centro Médico Avanzado Park Avenue a las diez de la noche.

Así que, sin duda, temía los viernes, pero también temía los jueves, porque me llevaban en volandas cruelmente a esos viernes sin que apenas me diera cuenta.

—Hoy tienes un aspecto desastroso. —Shannon se dejó caer a mi lado en el sofá la noche del jueves por la noche—. Y dado que eres muy guapa, apenas puedo reconocerte en este momento con esas grandes bolsas debajo de los ojos. —Se me acercó más y me olisqueó—. ¿Y qué es ese olor? ¿Es que no te has duchado en toda la semana?

—Muchas gracias, Shannon —dije—. Siempre puedo contar contigo para hacerme sentir mejor.

—De nada.

Me quité el suéter y lo tiré al otro lado de la habitación.

—Un médico me ha interceptado hoy cuando salía y me ha pedido que lo ayudara sosteniendo a un bebé mientras preparaba la sala para una tomografía computarizada. El bebé me miró durante dos segundos y me vomitó encima. Es como si el bebé hubiera querido confirmar el estado de mi vida por mí, ¿sabes?

—Lo siento. —Se rio y me dio un abrazo de lado—. Por otro lado más positivo, eres una de las residentes mejor pagadas del estado. Ganas quince mil dólares más que yo al año trabajando allí, así que deberías tenerlo en cuenta, ¿no crees? —Moví lentamente la cabeza para mirarla y le lancé una expresión neutra. Ella se rio aún más fuerte—. ¿Cómo van las cosas con el médico sexy?

—¿«El médico sexy»? ¿Ese viene siendo el doctor Styles?

—Sí; de alguna manera no me siento bien llamándolo «doctor veintidós centímetros para ti». Además, creo que suena mejor.

Traté de reír, pero no me salió nada más que una tos seca.

—Todavía sigue buscando formas creativas para obligarme a hablar con él de nuevo.

—¿Y sigues comunicándote con él solo por correo electrónico?Asentí, pero, sinceramente, mi voluntad se agrietaba cada día que pasaba. Todo lo que necesitaba era una sonrisa sexy, que se pasara la lengua por sus labios carnosos, o un «seguramente puedes darme las gracias por esto» cuando me traía el desayuno y un café caliente cada mañanas. (Estaba segura de que los correos electrónicos que le enviaba con el asunto: «Gracias por el desayuno + Se lo agradezco» acabarían pronto.

—¿Sabes?, sería mucho más fácil odiarlo si no fuera tan sexy y no estuviera tan apreciado por todas las personas que trabajan allí.

—¿Apreciado? Pensaba que habías dicho que era el médico más grosero de todos.

—Oh, y lo es. —Me senté en el sofá—. Pero todos lo adoran porque, dejando a un lado que es imbécil de vez en cuando, en realidad es bastante generoso. —Parecía que Shannon no me creía—. Devuelve el veinte por ciento de lo que cobra a los pacientes cada mes, y asume el doble de casos pro bono que los tres médicos siguientes a él en importancia.

—Estás de coña. ¿Cómo te has enterado?

—Estaba registrando su escritorio el otro día, tratando de descubrir dónde había escondido mi móvil. —Sonreí ante su enésimo intento fallido de romper mi silencio—. Vi esta lista de notas y un montón de cheques en papel. Todos fueron pagos para los pacientes que no podían pagar su tarifa o no tenían seguro médico. Y era una lista muy completa en la que al menos cincuenta casos habían sido pro bono este año. ¡Cincuenta!

—Bueno, tal vez no sea tan malo después de todo. Quiero decir, es evidente que te gusta y viceversa, así que tal vez, cuando os canséis los dos de jugar a estas niñerías, volváis a ser amigos.

—No te pases. —Cogí el teléfono, que vibraba encima de la mesita de café—. Para ello tendría que disculparse o decirme qué le impulsó a ser tan grosero.

Pasé la pantalla y vi un mensaje de él.

Asunto: Mañana. (Según sea necesario)

La doctora Laurel no vendrá mañana. Tendrás que ocuparte de sus tres citas matutinas. Una enfermera te echará una mano.

Doctor Styles

Asunto: Re: Mañana. (Según sea necesario)

¿La doctora Laurel? ¿Esas citas matutinas no suelen ser citologías?

Doctora Madison

Asunto: Re: Re: Mañana. (Según sea necesario)

Sí. ¿Es eso un problema? ¿Te incomoda tocar coños?

Doctor Styles

Asunto: Re: Re: Re: Mañana. (Según sea necesario)

No, pero es que... no he hecho una desde hace mucho tiempo, y entonces era adjunta. Sin embargo, estoy segura de que lo haré bien.

Doctora Madison

Asunto: Re: Re: Re: Re: Mañana. (Según sea necesario)

No te queda otra opción... La enfermera que han asignado para ayudarte observará tu trabajo y tomará notas para que la doctora Laurel emita más tarde una calificación.

Por mucho que te hayas tocado tu propio coño por la noche mientras me imaginas follándote, creo que esto debería ser bastante fácil para ti.

Doctor Styles

Sexy - Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora