Capítulo 9

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Estaba de pie frente a la ventana, mi cabello se mecía con la suave brisa de un lado a otro. Me abracé a mí misma y cerré los ojos, un suspiro escapó de mis labios. Enseguida oí la puerta abrirse, Marcus apareció tras ella, usaba la misma ropa que hace un rato, sus ojos no abandonaban los míos y una pequeña sonrisa apareció en su boca.

Caminó hacia mí a paso lento, me tensé ante su cercanía y esa mirada de ojos rojos. Al llegar acarició suavemente mi mejilla, respiré nerviosa y permanecí inmóvil.

—Mi Luciana.

—¿Estoy soñando? —pregunté.

—Sí —contestó deprisa. Solté un largo suspiro.

—Vas a tomar mi sangre —dije segura. Esbozó una media sonrisa.

—Sí.

Eliminó la distancia que nos mantenía separados y agarró con cuidado mi rostro con una de sus manos, la otra mano descansó en mi cintura, luego me besó y yo no pude hacer más que responder el beso, esto era un sueño, así que daba lo mismo, de igual manera él tomaría de mí lo que quisiera.

Sus labios se movían expertos sobre los míos, me sujetaba como si yo fuera una muñeca, algo de cristal que podría romperse con el más mínimo roce; me sorprendió sentirme así, porque a pesar de saber lo que vendría, él no me dañaba, me hacia sentir segura y probablemente era de lo cual debería preocuparme.

Segundos después puso fin a nuestro beso, pasó el dedo pulgar por mi labio inferior. Fijé mi atención en sus ojos, estaban más rojos.

—¿Por qué tus ojos están rojos? —Indagué, él sonrió de lado.

—Porque tengo sed.

Asentí, aunque no sabía por qué lo había preguntado, si tenía la ligera idea de que esa sería la respuesta.

—Ahora por lo que vine aquí —murmuró.

Hizo mi cabello a un lado, su piel fría como siempre, causó un estremecimiento en mi cuerpo, mi respiración se aceleró. Colocó sus dedos sobre mi yugular y sonrió más.

—Cuando estás nerviosa, tu sangre corre deprisa en tus venas y eso me fascina.

Por el tono de voz que usó, supe que era más que fascinación lo que sentía.

—¿Por qué? —Logré articular.

—Sabe mejor.

Llevó sus labios a mi cuello, depositó un beso y después hundió con calma sus colmillos en mi carne, la atravesó con suma facilidad; gemí y apreté con mis manos sus hombros, esta vez no cerré los ojos, y para mi sorpresa, acaricié con mis manos su cabello mientras se alimentaba de mí.

Siguió bebiendo unos instantes, advertí con cada segundo que transcurría el fluir de mi sangre hacia su garganta; él bebía con deleite, imitía sonidos de satisfacción y goce hasta que finalizó; después se separó, mi cuerpo temblaba, tenía frio y de nuevo me sentía débil.

—Tienes frio —dijo lo obvio, a la vez que acariciaba mis brazos. Me tomó entre los suyos y me llevó hasta la cama, me recostó sobre ella y me cubrió con las sábanas—. Descansa, Luciana —susurró; lo mire confundida.

—¿No se supone que esto es un sueño? —Sonrió un poco.

—Claro.

Depositó un beso en mi frente, cerré los ojos y volví a la nada.

🦇🦇🦇

Desayunábamos los cuatro en el jardín de Marcus, mis padres hablaban animadamente con él, yo por mi parte permanecía callada y con la mirada perdida; instintivamente pensé en que mañana me iría con Nicholas, entonces una pequeña sonrisa se formó en mis labios, una que no pude disimular y que no pasó desapercibida para mi madre.

—¿Qué te causa gracia, Luciana? —Preguntó mi madre. Los tres me miraron, Marcus entornó los ojos; tragué saliva nerviosa.

—Nada —murmuré.

Lo dejaron pasar sin indagar más en el tema; terminamos el desayuno y al finalizar Marcus nos acompañó a nuestra casa solo a mi madre y a mí, ya que mi padre se quedó en su trabajo.

—Vendré mañana para hablar sobre los preparativos de la boda —informó hacía mí, asentí sin replicar.

—Claro Marcus, eres bien recibido en esta casa —intervino mi madre.

Ella entró dejándonos solos, Marcus se acerco a mí y besó tiernamente mis labios, le respondí, deseando que fuera la última vez que me tocara.

—Nos vemos mañana.

—Adiós, Marcus.

—Adiós no, Luciana, hasta pronto —aseguró; sonrió y subió a su carruaje.

Me quedé un momento ahí, sin moverme. Para mi sorpresa y felicidad, Nicholas apareció de entre las calles, siendo precavido; me miró, pero no sonreía, parecía triste. Miré sobre mi hombro hacia la casa, pero ni rastro de mi madre. Corrí rápidamente hacia Nicholas y lo agarré de la mano. Caminamos hacia nuestro prado sin decir una sola palabra en todo el recorrido.

—¿Qué tienes? —pregunté.

—Supe que ayer celebraron tu compromiso con Marcus Vladek —dijo amargamente.

—Nicholas —susurré—, sabes que no voy a casarme con él.

Tomó mi mano y miró el anillo que Marcus me había dado como prueba de nuestro compromiso.

—Muy bonito.

—No significa nada para mí. Yo te amo, Nicholas, ¿dudas de mí? —Cuestioné dolida.

—No, jamás lo haría. Es solo que, anoche me sentía tan impotente al saber que estabas con él —confesó en tono triste.

—Sólo lo hice para que mis padres me dejaran tranquila —expliqué dolida.

—Lo sé.

Me envolvió con sus brazos, descansé mi cabeza sobre su pecho, solté un suspiro. Quería que ya fuera mañana, quería irme con Nicholas y dejar todo esto atrás de una vez por todas. Ansiaba una nueva vida tranquila, incluso si tuviera que carecer de lujos, no me importaba.

—Tengo miedo de no poder estar contigo —susurró apretándome contra su cuerpo.

—Todo va a salir bien. Mañana huiremos juntos.

—Sí, mañana.

Entre los dos habíamos acordado que saldría muy temprano de la casa, antes de que mis padres despertaran. Nicholas me esperaría en la estación de trenes y de ahí partiríamos a Londres. Todo sonaba tan fácil, pero estaba segura que llevarlo a cabo sería más complejo que esto.

—Tengo que volver —dije besando sus labios una vez más.

—Sólo hoy estarás separada de mí, mañana serás totalmente mía.

—Tuya —sentencié.

🦇🦇🦇

Eran las 4:00 a.m. no había dormido absolutamente nada, la ansiedad y los nervios me estaban carcomiendo; tomé mi pequeña maleta y dejé la carta que escribí con anterioridad sobre mi cama. Enseguida me dispuse a salir de mi habitación, lo haría por el balcón, así mis padres no se darían cuenta; en una hora tenía que verme con Nicholas en la estación de trenes.

Caminé hacia el balcón, miré mi habitación una última vez, pero no pude avanzar más; sin embargo, un grito de sorpresa salió de mi boca al ver a Marcus de pie frente a mí, estaba molesto y tenía las manos hechas puño, vio mi maleta y su boca se apretó en una fina línea.

—¿Pensabas ir a algún lado?

Enamórate de mí ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora