Su boceto

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—Me encargaré de todo. Lo voy a solucionar, no se preocupe.

Es inevitable. Ya pasó. El profesor Guirt me ha citado a su oficina en la clase de Mittler, así que no pude esconderme y fingir que falté. Traté de ocultarme bajo de la mesa, hacer que recogía mi goma de borrar, pero fue en vano.

—Más te vale, Julliard. No más papeles en el baño, encierros en el bote de basura, ni ropa sucia.

—Entendido y anotado.

Me levanto de la silla para salir más rápido que Flash de la oficina. Pasar otro segundo allí sería un martirio, una tortura infernal. Odio las charlas morales con los profesores, incluso las de Megura. Mi amiga es como el Alfred de Bruce Wayne. Lo extraño de todo este meollo de moral, es que sale con Josh, quien siempre se inclinó por los villanos. Son polos opuestos que se complementan.

Algo que nunca me pasará, porque mi interés tiene otro interés, y si estuviésemos cerca nos repeleríamos. O ella lo haría conmigo... supongo. Soy un fantasma ante sus ojos, lo más seguro es que ni siquiera me note en Literatura, la única clase en la que coincidimos.

Sin embargo, lo hizo una vez, cuando iba en primer año y ella en segundo, antes de que repitiera.

Fredd me sostenía por los pies con ayuda de su séquito del mal. Querían meter mi cabeza en su baño predilecto, el mismo de siempre. Por razones obvias, me estaba negando, gritando en busca de ayuda, pidiendo clemencia de su parte. No quería terminar oliendo a orina por primera vez. No sabía que eso sería una rutina, el gaje que todo "nerd" tiene que padecer porque la escala social así lo dicta.

La punta de mi cabello tocó el agua y pronto lo iba hacer toda mi cabeza. Fredd reía como el mismísimo Guasón, gozando del sufrimiento ajeno. Cerré mis ojos con fuerza preparándome mentalmente para lo que se vendría.

Afortunadamente, Loo apareció.

—¿Qué demonios estás haciendo, imbécil? —le preguntó a Fredd, sin ninguna clase de temor y remordimiento. Debió haberlo empujado porque un impulso hacia atrás hizo que mi barbilla chocara con el baño.

—Estoy divirtiéndome, lindura— respondió el imbécil. Digo, Fredd—. ¿Quieres unirte? —Temblé creyendo que aceptaría.

—¡No! Míralo, está todo asustado. —Me señaló con su mano. Ese momento fue el primero y el único en que nos miramos mutuamente—. Bájalo.

Fredd, como un perrito obediente, le hizo caso.

—Listo, nena. El Sinhuevos está en el suelo.

—¿Sinhuevos? —repitió Loo, esbozando una sonrisilla— Ese apodo te describe a la perfección. Si tuvieras huevos no intimidarías a... esto.

Desde entonces supe que tenía toda la fachada de una superheroína, la talla perfecta para ser quien salve el mundo. Ella es... perfecta. A su manera, con su propia moral de lo que es bueno y malo. Y empecé a dibujarla, a estudiarla, entonces pasó lo que pasa cuando estás tanto tiempo pensando en alguien.

Sé mis límites, eso no es un problema. Siempre me ha bastado con mirarla desde lejos. Soy conformista en ese aspecto, no puedo exigir más o mi desenlace sería fatal.

Los chicos como yo no tienen privilegios cuando se trata de ser el blanco perfecto para burlas y abusos. Es algo que debemos soportar nuestro trágico paso por la escuela media.

—Oye, tú. —La amiga vudú de Loo me está llamando... ¿A mí? ¿Realmente me habla a mí?

—¿S-sí? —En efecto, me habla a mí, coincidimos en el pasillo.

—Se te cayó esto.

En sus manos está el boceto final de cómo luciría el rostro de Loo si fuese al estilo cómic. Solo basta con que lo gire para que mi final esté firmado. Lo extiende hacia mí, esperando que lo reciba. La idea de "visitar" al profesor Guirt con mis cosas, incluyendo la carpeta con mis dibujos, a todas leguas tiene señales de fatalidad.

—Ah... gr-graci... cias.

No puedo controlar los nervios. Empiezo a sudar frío en cuanto recibo el boceto. No se ha dado cuenta, estoy a salvo.

—¿Estás...?

—Perf... perfectamente —le interrumpo, girándome de regreso a la sala de Historia.

La amiga de Loo, quien ahora cursa un año más que ella, sospecha de mis palabras. No pongo esfuerzo, tampoco me esmero por demostrarle que estoy bien, solo vuelvo por donde vine. No quiero perderme la clase de Mittler.

Doy la vuelta en la esquina y ¡PAF! Me voy de lleno contra el piso, mis bocetos caen como lluvia hasta el suelo. Todo queda desparramado. Las hojas caen entre la figura imponente que se presenta frente a mis asustados ojos. Incluso sin mis lentes, que han saltado a varios metros, puedo reconocer quién es.

Estoy muerto.

(Anti)héroeWhere stories live. Discover now